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NBA | ANÁLISIS

Lesiones, desastres, fiascos... la maldición de los Clippers es real

La lesión de Blake Griffin, otra vez en playofs, incide en la mala suerte histórico de un equipo que puede entrar en disolución en verano.

Lesiones, desastres, fiascos... la maldición de los Clippers es real
Steve DYKESAFP

Los Clippers son la definición de equipo maldito en la NBA, prácticamente en el deporte estadounidense. En 1984 dejaron San Diego para irse a Los Angeles (por 12,5 millones de dólares de la época), donde vivieron casi tres décadas a la sombra de los Lakers. Muy a la sombra, absolutamente a la sombra: la definición de a la sombra. Entre 1985 y 2011 solo jugaron cuatro veces playoffs. Entre 1970 y ese 2011 solo tuvieron balance ganador en siete Regular Seasons. Cuando comenzó su era actual, muy dorada para sus estándares, su porcentaje de victorias total no llegaba al 37%.

E incluso ahora, con seis temporadas seguidas por encima del 60% de triunfos, las cosas no son tan doradas como deberían. El equipo sigue sin saber lo que es jugar una final de Conferencia (el único en activo del Oeste junto a los Pelicans: en ambos ha jugado Chris Paul). Las desgracias les azotan en cuanto parecen coger la ola buena y ni siquiera caen especialmente bien. A pesar de Paul, Griffin y DeAndre y el show de la ciudad de los alley-oop, Lob City. O precisamente por eso: esos jugadores y su técnico, Doc Rivers, conforman un lote a los que persigue la fama de protestar siempre y demasiado. Como acaban perdiendo inevitablemente, ni siquiera se acercan a una aureola de forajidos atractivos. Y de la mejor plantilla de su historia y la peor crisis de los Lakers están sacando demasiado poca tajada.

La mejor plantilla: DeAndre Jordan fue drafteado en 2008, Blake en 2009, Chris Paul llegó en 2011 (rebotado del veto de la liga a los Lakers) y Doc Rivers en 2013. Era el momento de enterrar el infame número 1 del draft que se llevó Michael Olowokandi en 1998, uno de los grandes pufos de siempre. El de borrar el amargo paso de Baron Davis, ídolo local absorbido por la negatividad de un equipo que la exporta a calderadas...

Pero no: en 2014 el dueño Donald Sterling salió linchado por la opinión pública tras el escándalo provocado por los comentarios racistas filtrados de conversaciones a su pareja, la controvertida Vanessa Stiviano. Rivers y los jugadores se expusieron hasta donde pudieron para frenar el aluvión de basura que cubrió a un equipo que acabó en manos de Steve Ballmer, antigua mano derecha de Bill Gates en Microsoft, que pagó 2.000 millones. Esa superposición de Ballmer, Rivers, Paul y Griffin junto a excelentes versiones de jugadores como DeAndre y JJ Redick fue formando uno de los núcleos más prometedores de la Conferencia Oeste. Pero un núcleo muy poco duro… que se puede romper el próximo verano, cuando salgan a la agencia libre Paul, Griffin y Redick. La sensación de cuenta atrás, y más tras la nueva lesión de Blake Griffin, estrangula a un proyecto cuya ventana parece cerrarse cuando apenas había llegado a entreabrirse, siempre dando más que hablar por lo que no iba bien en un Oeste en el que ha convivido con el eterno milagro en movimiento de los Spurs, la aparición para la historia de los Warriors perfectos, los episodios de drama en Oklahoma City…

Ganar un anillo es muy difícil sean cuales sean las circunstancias: a los citados gigantes de su lado del país hay que sumar la eterna presencia en el Este de ese LeBron al que cada vez cuesta más medir con sus contemporáneos y menos con los grandes gigantes de la historia. Pero que nunca hayan cuadrado las cosas lo suficientemente bien para amasar su talento hasta una final de Conferencia resulta sorprendente. Ahora no están eliminados, por supuesto, pero la lesión de Griffin aparece como una sombra muy alargada, justo después de que estuvieran sacando partido de la baja en su rival de Rudy Gobert, con los Jazz todavía vivos y los Warriors (a los que no ganan en Regular Season desde el día de Navidad de 2014 a pesar de ser rivales de División y enfrentarse cuatro veces por temporada) asomando en segunda ronda.

La lesión de Griffin llegó en un momento pésimo, como casi todas casi siempre para este equipo. El propio Griffin se perdió su primera temporada completa (2009-10) por una lesión de rodilla y la pasada campaña pasó de problemas de cuádriceps a la fractura de una mano por sacudir a un miembro del staff del equipo: 35 partidos de Regular Season (este año se ha perdido también 21)… y la reaparición de los problemas de cuádriceps en primera ronda contra los Blazers, cuando los Clippers mandaban 2-0. Casi el cénit de la Clippers curse, una maldición que parece que haberla, hayla: en el tercer partido, y mientras desde Oakland llegaban las noticias de los problemas físicos de Stephen Curry, cayeron en un puñado de minutos Griffin y Paul (lesión en una mano) y los Blazers remontaron del 2-0 al 2-4.

Pero es que un año antes esa Clippers curse parecía sentenciada cuando en una epopeya de primera ronda cayeron los Spurs con una canasta in extremis de Paul en el séptimo partido. El base jugó lesionado y se perdió los dos primeros contra los Rockets en una semifinal en la que los angelinos llegaron a ganar 3-1. Houston se llevó el quinto partido pero parecía entregado en el sexto, en L.A., donde remontó 20 puntos en poco más de cuarto, con los suplentes y un parcial de 15-40 que era lo más clipper que habían hecho los Clippers… hasta su desgracia ante los Blazers. Los Rockets salvaron la cabellera, casi sin creérselo y ganaron el séptimo partido en su pista.

Un año antes perdieron en semifinales ante los Thunder, con una serie de catastróficas desdichas de Griffin y sobre todo Chris Paul (especialmente en el quinto, con 2-2 y el sexto en el Staples) en los últimos minutos de los partidos de una serie en la que los cuatro últimos se resolvieron por seis puntos o menos. Y otro atrás, en 2013, abrieron 2-0 contra los Grizzlies y perdieron cuatro partidos seguidos. Eso, y un incontestable 4-0 encajado ante los Spurs en segunda ronda de 2012, es la historia en playoffs de un equipo hecho para ser mucho más. Y que quizá este año tampoco lo sea finalmente, con sus dos estrellas camino del mercado, una de ella exprimiéndose de forma heroica ante Utah Jazz y camino ya de los 32 años. Chris Paul es uno de los mejores bases de todos los tiempos y suma ya 8.251 asistencias en su carrera. Ningún otro jugador en la historia ha superado las 6.000 sin saber lo que es jugar una final de Conferencia. La maldición de los Clippers es la maldición de Chris Paul.

Esta vez la lesión la había tenido otro: en menos de 20 segundos de serie había caído Gobert y había cambiado todo. Pero los Clippers perdieron el primer partido y se han quedado sin Blake Griffin cuando estaban en plena crecida. Si caen en el cuarto, en Salt Lake City, ni siquiera son una apuesta segura para estar en segunda ronda: otra eliminación tan rápido, medien o no lesiones, sería veneno para cualquier intento de estirar este proyecto que se plantee en verano. Y si pasan, suponemos que con Chris Paul dejándose hasta la última gota de sudor, esperarían los Warriors en el curso lógico de los acontecimientos. Hace tiempo que llegó un punto en el que se asiste a cualquier partido importante de los Clippers con la sensación de que inevitablemente algo les va a pasar. Y ha vuelto a ser así. Les ha pasado algo. Es la Clippers curse, una maldición a la que veremos cómo se enfrentan a partir de mañana.