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WARRIORS 100-SPURS 129

Ridículo de los Warriors de Curry y Durant ante los Spurs de Gasol y un Kawhi estelar

Kawhi bate su récord de anotación ante unos Warriors impotentes que ya perdían por 18 al descanso. Desastre inicial del favorito al anillo. Pau Gasol, 2 puntos.
Final NBA: Warriors vs Rockets, juego 7

Pau Gasol frena el intento de penetración de Stephen Curry. Los Spurs arrasaron en el Oracle Arena.
Pau Gasol frena el intento de penetración de Stephen Curry. Los Spurs arrasaron en el Oracle Arena.Kyle TeradaUSA Today Sports
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Los Warriors abrieron la temporada pasada con récord de 24 victorias seguidas y no perdieron hasta el 12 de diciembre. En el Oracle Arena, donde estuvieron invictos 430 días en Regular Season, la primera derrota llegó el 1 de abril. Después alcanzaron las 73 victorias y navegaron por los playoffs hasta aquel ya icónico 3-1 de las Finales, que se evaporó entre los hombros hercúleos de LeBron James. Y llegó Kevin Durant. Mientras, los Spurs salieron tocados por la eliminación ante los Thunder y Tim Duncan se retiró. Todo eso, historia conocida, es un contexto que convierte en a priori inexplicable la paliza descomunal (100-129) que los Spurs le dieron a los Warriors en el Oracle en la jornada inaugural de la temporada 2016-17. Inexplicable solo a priori. O solo sin ver el partido.

El partido, una marcha militar al ritmo de Kawhi Leonard (ejercicio de dominación, récord de anotación con 35 puntos, 5 rebotes, 5 robos) y LaMarcus Aldridge (26 puntos y 12 rebote, 7 en ataque) fue un perfecto espanto para los Warriors y un muestrario de todo lo que les puede ir mal en este inicio de temporada. Se puede exagerar la reacción, se puede recurrir ya a la química y los roles o se puede hablar de una noche de abstención, abstinencia o ambas cosas. Es demasiado pronto aunque todos los que han clamado (o rumiado) durante el verano contra la formación del big four tienen un día para el disfrute: son, recuerdo, cuatro derrotas seguidas de los Warriors desde la pasada Final. O cinco en seis partidos. U ocho en quince. Durante la temporada pasada solo llegaron una vez al descanso con el -18 de este  desastroso partido (46-64). Y solo otra al cierre del tercer cuarto con un -20 (77-97 esta vez). A falta de diez minutos la grada del Oracle (otra vez distante, el dinero de San Francisco donde estuvo el corazón de Oakland) se vaciaba con el marcado en 82-110. Sorprende el 82. Y sorprende el 110. Y sorprende más cómo se produjo todo, una tormenta perfecta que demostró que, al fin y al cabo, los Spurs estarán ahí. Pasito a pasito o zancada a zancada, pero estarán.

Jonathon Simmons (20 puntos totales), que entró como un torbellino desde la segunda unidad (de 18-18 a 20-31 en los minutos de rotaciones del primer cuarto) aportó a Popovich soluciones para ajustar contra el small ball de los Warriors. Con LaMarcus muy cómodo de pívot, esta vez enormemente superior a Dray Green, los texanos arrasaron el rebote, aprovecharon cada regalo de un rival con rachas de juego ridículas y sumaron por pura eficiencia: los Warriors tiraron 18 tiros libres totales, Kawhi firmó él solo un 15/15 (13/13 en tres cuartos). El rebote, la circulación, los cambios defensivos… el repaso de Popovich y su agenda fue integral y vertical: en toda la pista, en todos los conceptos. ¿Y Pau Gasol? Obligado a perseguir a Kevin Durant, fue el eslabón débil esta vez y el jugador sacrificado en los minutos de despegue de su equipo, que vio desde el banquillo: solo jugó 18 y solo anotó 2 puntos (1/4 en tiros). Cogió 4 rebotes, terminó con un -13 en pista y dejó la certeza de que habrá rivales, y partidos, mucho mejores para sus características.

De los Warriors no hubo nada, ni rastro, como si no estuvieran preparados para un guión así: del pasmo y la incredulidad a la parálisis. Sin mecanismos colectivos, sin respuestas, como si siguieran bajando por aquella escalera de caracol de pesadilla que fueron las Finales 2016, un descenso a los infiernos que parecía borrado por el verano y la catarsis Durant. Nada: un excelente inicio del propio KD (9 puntos sin fallo muy rápido, 23 absolutamente discretos al final), chispazos inconexos de Stephen Curry (24 puntos, 3/9 en triples), desapariciones misteriosas de Draymond Green y tiros horripilantes de un Klay Thompson horripilante (11 puntos, 1/6 en triples).

Al final, 21% colectivo en triples, 16 pérdidas y un partido deprimente de un banquillo todavía con la rotación en cuarentena: +5 para los Warriors con el big four en pista, -34 en cuanto uno de los cuatro estaba en el banquillo... y 16-54 final en anotación de suplentes. Impropios Iguodala (desaparecido en defensa) y Livingston, Steve Kerr se quedó sin las navajas suizas que le sacaron de tantas y su equipo no tuvo sostén ni continuidad ni sentido. Nunca enlazó las suficientes buenas defensas, nunca atacó con las suficientes buenas circulaciones. Depende de cuando miraras y si lo hacías de reojo, parecía el Oracle y parecían los Warriors. Pero nada más: una sombra, un mal disfraz de Halloween, un inicio de trayecto terriblemente deprimente ante un rival que pasó de la eficiencia a la brillantez y que ganó por aplastamiento y con el muestrario de todo lo que han sido en los últimos años/lustros. Tim Duncan ya no está, pero su espíritu sí: vive en el cuerpo de Kawhi Leonard, de profesión aspirante al MVP.