Adiós, Garnett: el tercer directo
Tres directos a la mandíbula que ni Mayweather podría bloquear. Venían anunciados, sí. Gritos cuyo eco resonaba en cualquier pared del mundo. Pero no hemos querido escuchar hasta que nos hemos visto obligados a hacerlo. Kobe Bryant, Tim Duncan y Kevin Garnett. Kobe Bryant, Tim Duncan y Kevin Garnett. Kobe Bryant Tim Duncan y Kevin Garnett. Y así nos podríamos tirar el día entero, repitiendo sin cesar tres nombres que son historia de la NBA. Historia del baloncesto. Historia del deporte.
Leyendas. Todos diferentes, unidos por madera, aros y redes. Kobe quiso alfombra roja (siempre le gustaron los focos); Duncan, que su adiós fuera un susurro en la noche texana. Y Garnett, primero en llegar y último en decir adiós, competir y enseñar hasta que el cuerpo aguantara. Hasta que se extinguiera el fuego que ardía en sus venas y que llevaba 21 años recorriendo los parqués de la mejor liga del mundo. Hasta que tuviera un sucesor... (Towns)
La temporada 22, el jugador que más dólares ha recaudado en la historia de la Competición, el extraterrestre de las cuatro décadas. No pudo ser.
Su cuerpo aguantó siempre el cara a cara con el tiempo. De tú a tú. Intenso. Golpeándose el pecho con el puño derecho. Paseando cualidades impropias su época. ¿Se imaginan lo que hubiera sido el mejor Kevin Garnett en la NBA del small-ball? Persiguiendo bases por el perímetro, cambiando en cada bloqueo, alargando las ayudas... Qué pesadilla. Siempre fue un alumno aventajado, una estrella de otro tiempo.
16 meses tuvieron que pasar desde que fue elegido por los Wolves en el Draft hasta que en un niño llamado Devin Booker nació en un hospital de Michigan. Y han compartido parqué. Referencias necesarias para entender la magnitud real del eterno Garnett. Otro ejemplo: 26 meses pasaron desde que David Stern pronunció su nombre en 1995 hasta que Brandon Ingram abrió por primera vez los ojos. Una distancia, esta vez sí, insalvable.
Garnett llegó a la Liga para vivir en primera persona el segundo 'three-peat' de Michael Jordan. Y lo hizo cambiándola para siempre. Por primera vez en 20 años, un muchacho de instituto se plantaba ante los focos de la NBA. Le siguieron desde Kobe hasta LeBron (y Howard), una década de imberbes. Sus 126 millones de contrato hicieron saltar todas las alarmas: el lockout del 98, los contratos máximos... Los superequipos se lo deben todo. Su personalidad y sus habilidades derribaron murallas, aquellas que hasta entonces nadie se atrevió a saltar.
El MVP de 2004, el anillo con los Celtics y todos los récords de los Wolves. Sin querer, presentó a Pau Gasol en sociedad (aquel mate...), y con él al nuevo baloncesto español. Con Garnett se va una parte de la NBA, un buen pedazo de la gran tarta que tantos disfrutamos. El tercer directo del verano.