ESPECIAL FINALES HISTÓRICAS | 1998
El sexto anillo de Jordan, el último guiño de Dios a la NBA
Michael Jordan consiguió su sexto anillo después de un robo a Karl Malone y un tiro ya histórico, dejando en el suelo a su defensor. Era 1998.
“86-85 en el marcador (narra Andrés Montes), 35, 34, 33, 32 segundos, balón para John Stockton, Stockton con el balón, Stockton marcado por Wyatt Earp (Steve Kerr), ahí tenemos a John Stockton, Stockton… vean ustedes el reloj, el reloj, los segundos que quedan… balón para Karl Malone, Karl Malone, Karl Malone... ("¡Jordan!", grita Daimiel), ¡ha sido Jordan! ("¡La robó Jordan!", vuelve a gritar Daimiel), la ha robado Jordan, la ha robado Jordan, la ha robado Jordan, ¡la ha robado Jordan! ...¡Jordan!... Bienvenidos... al vuelo número 23, Aerolíneas Jordan, balón de Michael Jordan... Joooooooordan ("oohh", grita Daimiel) ¡Jordan! ¡Jordan! ¡Joooooooooordan! Canasta, canasta, canasta, canasta, canasta de Michael, me llamo Michael, Michael Jordan, ¡como James, James Bond!... ("Este Jordan me suena", sentencia Daimiel)”.
Mientras transcribo estas nueve líneas el vello se me vuelve a poner de punta, qué se yo, por 150ª vez. De punta por Michael Jordan, lógicamente, por esos últimos 40 segundos en los que logró su sexto anillo; por John Stockton, uno de los mejores bases que ha visto la NBA, por Karl Malone, la imagen de la mala suerte, pero de punta principalmente por Andrés Montes, voz de ese vídeo que transcribo y una manera diferente de contar algo tan sencillo como que Michael Jordan volvía, una vez más, a vestirse de jugador de baloncesto. "Este Jordan me suena", cerraba Daimiel. ¡Qué momento habíamos vivido!
Ese ‘crossover’ de MJ a Bryon Russell decidió las Finales de 1998. Las últimas de Jordan y sus Bulls. Y las últimas de Stockton, Malone y sus Jazz. (Malone volvería a las Finales, pero con los Lakers). Fue el fin de una generación, pero ¡qué fin!.
En 40 segundos los Bulls pasaron de perder por tres (86-83) y estar cerca de jugarse el séptimo en el United Center de Chicago, a conseguir un nuevo ‘three peat’ de la mano (y nunca mejor dicho) de Michael Jordan (86-87). Puso a los Bulls a uno con una gran penetración sobre Russell, que le hizo una falta no pitada por los árbitros; le robó el balón y la ilusión a Karl Malone y sentenció con un tiro desde cinco metros tras dejar en el suelo a su defensor.
Era la imagen de las dos últimas Finales. El fatídico resumen para unos Jazz que acabaron rendidos, tirados en el suelo viendo como el ‘23’ se levantaba para ganar el sexto. Un amargo final para una de las mejores parejas de todos los tiempos: Stockton y Malone. John y Karl. Dos jugadores y una franquicia maniatados por la mala suerte: perdieron dos finales contra los Bulls y, mientras Jordan se tomó un descanso (1994 y 95) claudicaron ante los Rockets de Olajuwon, campeones ambos años. Además, perdieron la final del Oeste en el 92 y en el 96 contra Portland y Seattle, respectivamente. Muchas mañanas levantándose con el pie izquierdo. Malone sería otra vez MVP de la NBA post-Jordan pero los Jazz caerían en semifinales. Nunca volvieron, a pesar de que siempre se les esperó.
En ese sexto partido, Stockton falló el triple decisivo a falta de 5 segundos y Malone perdió el balón ante Jordan, al que Jerry Sloan, técnico de Utah, no fue capaz de parar en toda la serie. Hicieron de todo y todo no fue suficiente. MJ acabó con 33,5 puntos de media en los seis encuentros de las Finales. Un total de 70 canastas de 164 intentos en, ojo, 250 minutos. Una animalada. Para que se hagan una idea, el segundo bull que más lanzó fue Pippen, con 83 intentos, prácticamente la mitad. Jordan acaparó el ataque de Chicago mientras Scottie, Kukoc, Harper, Rodman y compañía se fajaban en defensa para provocar el otro factor decisivo de la serie: las pérdidas de Utah.
Durante la eliminatoria, y especialmente en ese último choque, Karl Malone aumentó su ratio de pérdidas. De las 3 por partido de la liga regular a las 3,8 de las Finales y las 5 de ese Game 6. Lógico al ser la primera opción de los Jazz en ataque (119 tiros en la serie, el doble que el segundo de Utah). Insignificante en la estadística y decisivo en el juego fue esa última pérdida ante Jordan, una mancha que ensombreció su tremendo partido (31-11-7) y su brutal actuación en el quinto encuentro: 39 puntos y 9 rebotes para forzar el sexto cuando su equipo ya perdía las Finales.
Jordan fue la estrella, pero la realidad es que estuvo más y mejor acompañado que Malone en las Finales. MJ (33,5), Pippen (15,7) y Toni Kukoc (15,2) se combinaron para 64,4 puntos por partido; por su parte, Malone (25), Jeff Hornacek (10,7) y Stockton (9,7) pasaron por poco de los 45 (45,4). Una diferencia importante si comparamos estos datos con los de la Regular Season, donde el trío de Chicago llegó a 61,1 y el de Utah a 53,2.
Delante de las pérdidas de los Jazz estuvo la mayor seguridad de los Bulls en la posesión. 12 balones pérdidos en las Finales con respecto a los 14,4 de la liga regular. Un equipo al que ya de por sí era muy difícil poner nervioso y al que Utah sólo consiguió poner ‘en jaque’ en el primer partido. Después, 3-0 para Chicago y Malone evitando el mini-barrido en el quinto. Jordan, los Bulls y Phil Jackson querían cerrar una época gloriosa y lo hicieron. No hubo más.
Una nueva era: el trono vacío
Como comentábamos, el duelo significó un fin de ciclo. Un cambio de registro hacia lo inesperado. Hacia Tim Duncan, rookie del año 98, ganando su primer anillo en el 99. Hacia el ‘three peat’ de los Lakers y la nueva generación de los Iverson, McGrady, Kobe Bryant, Jason Kidd, Kevin Garnett o Vince Carter. Hacia una nueva era. El trono de la NBA estaba vacío.
Jordan se fue y sólo volvería para ‘dar conferencias’ en Washington y dejar un último legado en el All-Star de 2003. Una canasta para forzar la prórroga, con Shawn Marion delante y miles de aficionados esperándole. Stockton y Malone lo intentarían otra vez en Utah pero las dos Finales perdidas fueron una losa insalvable. Ambos aguantaron en los Jazz hasta 2003 mientras la franquicia intentaba renacer de sus cenizas y decidieron separar caminos ese verano. Karl, un año menor que John, vivió su última temporada perdiendo, otra vez, las Finales de la NBA con los Lakers ante los Pistons. Un cierre doloroso para uno de esos grandes jugadores a los que la historia les debe un anillo de campeón.
Han pasado 18 años, siete campeones distintos y muchos, muchos jugadores. No sabemos qué pasará dentro de otras dos décadas, pero lo que tenemos por seguro es que desde aquel mágico medio minuto en Salt Lake City, Dios no ha vuelto a vestirse de jugador de baloncesto.