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CAVALIERS 97 - WARRIORS 108 (1-3)

A un paso del anillo: Curry (38), Klay (25) y unos Warriors de hierro baten a los Cavs (3-1)

Un par de récords más para este equipo histórico. LeBron y Kyrie Irving aguantaron a los Cavaliers hasta que el cansancio pudo con ellos.

Jun 10, 2016; Cleveland, OH, USA; Golden State Warriors guard Stephen Curry (30) celebrates after scoring against the Cleveland Cavaliers during the fourth quarter in game four of the NBA Finals at Quicken Loans Arena. The Warriors won 108-97. Mandatory Credit: David Richard-USA TODAY Sports
Jun 10, 2016; Cleveland, OH, USA; Golden State Warriors guard Stephen Curry (30) celebrates after scoring against the Cleveland Cavaliers during the fourth quarter in game four of the NBA Finals at Quicken Loans Arena. The Warriors won 108-97. Mandatory Credit: David Richard-USA TODAY SportsDavid RichardUSA Today Sports

Después de 48 horas de análisis y concienzudos debates sobre qué les pasaba a los Warriors y a Stephen Curry, la respuesta era la que había dado Steve Kerr: no les pasaba absolutamente nada. Después de pronósticos y apuestas de toda clase sobre qué cuarto partidos veríamos después de un vuelco de 63 puntos entre el segundo y el tercero, la respuesta decisiva la había dado Klay Thompson: “responderemos, es lo que siempre hacemos”. El campeón, Golden State Warriors, volvió a demostrar que es lo que es, entre otras muchas cosas, por su pasmosa facilidad para levantarse de la lona: 14-1 esta temporada tras derrota. Cuando lo necesita reaparece su ejecución, recupera su funcionamiento, se abre paso su talento. La confianza está allí, nunca se va. Los Warriors ganaron en Cleveland y la Final 2016 se va a Oakland (parece) herida de muerte: 3-1. Y el lunes, partido en la Bahía.

LeBron y sus Cavaliers llegaron a un punto ciego en el que ya solo pudieron anteponer su necesidad, finalmente más un problema que una virtud. Ahora, para evitar que Cleveland cumpla 52 años sin títulos de sus equipos profesionales y que LeBron no se vaya a cinco Finales perdidas de siete, tiene esto por delante, todo esto: necesita ganar tres partidos sin fallo a un rival que no ha perdido tres seguidos en las dos últimas temporadas (en toda la era Kerr) y que en la presente solo ha encajado dos derrotas consecutivas en la Final del Oeste ante Oklahoma City. Que ha batido el récord de victorias en una temporada (88, ya a solo una de la gloria), que les ha ganado ocho de sus últimos nueve enfrentamientos y que en diez de once les ha dejado por debajo de cien puntos. Y tendrían que sumar dos de esas victorias en el Oracle, donde los Warriors han perdido tres partidos en todo el curso, dos en Regular Season y uno en playoffs (esos Thunder que lo tuvieron tan cerca, otra vez).

La Final por fin se estabilizó, pero lo hizo en el día en el que también quedó en jaque. Por fin, tras ir de paliza en paliza, un partido de Finales NBA: tenso, agotador, angustioso, sufrido… y con 18 cambios al frente del marcador tras 14 en los tres primeros partidos. Cuando todo se asentó y los dos equipos compitieron a fuego, por fin los dos a la vez y en la misma pista, ganaron los Warriors. Casi por lógica, por su plan y su profundidad, por su ejecución y esa confianza que se convirtió en inquebrantable en la ruta hacia las 73 victorias. Ahora tienen, según la estadística avanzada de ESPN, un 96% de opciones de ser campeones y un 75% de serlo ya el lunes, en cinco partidos. Nadie, se ha dado el resultado 32 veces, ha remontado nunca un 3-1 en unas Finales. Afila los colmillos el vetusto Oracle Arena y se preparan para un ejercicio de fe improbable, ilógica, los Cavs, que han vuelto a la tumba cuando solo habían sacado medio cuerpo.

Pero es que los Cavs solo han ganado hasta ahora el partido en el que ellos hicieron todo a las mil maravillas… pero los Warriors no comparecieron. En su gran noche, en su pista, volvieron a quedarse cortos. La plantilla más cara de la historia demostró otra vez que apenas tiene rotación, ni alternativas ni cuerpos con los que montar un plan B. Durante medio partido (55-50 al descanso) vivieron de las segundas opciones (17 puntos gracias a ellas en el primer tiempo), de los rebotes de ataque de Tristan Thompson (5 en el primer cuarto, solo uno en el resto del partido) y de canastas heroicas de Kyrie Irivng (34 puntos totales, 14/28 en tiros: no le quedó más remedio que exagerar). Pero en la segunda parte la realidad empezó a pisarles los talones, tozuda. Se sostuvieron en el ring hasta que ya no pudieron responder a más golpes: 1-12 de parcial en seis minutos del último cuarto, de 83-81 a 84-93 con cuatro minutos por jugar y tras ocho en los que entre Kyrie y LeBron, ofuscados y completamente solos, acumularon un 2/11 en tiros.

LeBron jugó uno de esos partidos bueno-pero-malo a los que su equipo no sobrevive ante un rival como los Warriors. Con más insistencia que brillantez y otra vez oprimido por Iguodala, acabó con 25 puntos, 13 rebotes, 9 asistencias, 3 tapones…7 pérdidas y 1/5 en triples. Hizo mucho pero su equipo necesitaba mucho más. Parece que nunca es suficiente, de hecho. No si JR Smith no tira en toda una segunda parte en la que entre Kyrie y el propio LeBron se jugaron 33 de los 38 lanzamientos del equipo. Repito: la plantilla más cara de la historia. Kevin Love salió desde el banquillo pero (11 puntos, 5 rebotes) no tuvo ningún peso en el juego, discreto en ataque y confuso en defensa. Sea más o menos justo recordárselo, su equipo solo ha ganado el partido que no jugó él.

En el último cuarto y en cuanto olieron sangre, los Warriors se pusieron la coraza defensiva y recuperaron su mejor ritmo de ataque. Green, Iguodala, Livingston y Barnes (4/5 en triples, 14 puntos y 8 rebotes) subieron revoluciones y pusieron el partido en bandeja para que remataran los Splash Brothers, que aparecieron a tiempo y en toda su gloria. De 28 puntos entre los dos de media en los tres partidos anteriores a 63 en este. Sin sombra de duda, sin cometer errores, con una excelente lectura esta vez desde el salto inicial y con los cañones a punto para descerrajar las cargas definitivas: Klay Thompson acabó con 25 puntos (14 en el segundo tiempo) y un 4/9 en triples con su habitual gesto de “no sé de qué os extrañáis si hacemos esto casi a diario”.

Y Stephen Curry fue convirtiendo su teórica angustia en un fatalismo que inundó el Quicken Loans y en el que pronto se adivinó el desenlace, aunque solo fuera porque lo hemos visto mil veces: 38 puntos (24 en el segundo tiempo), 7/ 13 en triples (4/8 tras el descanso), 5 rebotes, 6 asistencias y solo 3 pérdidas. Partido de MVP cuando más lo necesitaba su equipo y más le estaba costando serlo: 48 puntos en los tres primeros partidos, 38 en este. Y los Warriors, 14-0 en duelos de playoffs de las dos últimas temporadas en las que el base llega a un mínimo de 30 puntos. El asunto, en realidad, está clarísimo.

¿Le queda recorrido a la Final? A priori, no mucho. Los Warriors, en plenitud, acarician el anillo y vuelven al Oracle, donde pueden sentenciar la Final el lunes y donde sacaron de la pista (+48 total en los dos primeros partidos) a unos Cavaliers que se volvieron a dar de bruces con la lógica y a los que no se sabe cuánta energía negadora les puede quedar. Porque ahora mismo deben ser extremadamente conscientes de que necesitan un milagro, o más bien tres seguidos, para que no sigan adelante sus maldiciones, la de Cleveland y la de LeBron James. El lunes, jaque al Rey…