EL PERFIL | STEPHEN CURRY

Stephen Curry: padre modelo, marido perfecto y tirador letal

Su padre Dell decidió cambiarle la mecánica de tiro para hacerlo imparable en 'el verano de las lágrimas'. Católico, comprometido y un ídolo en todo el mundo. Así es Curry.
Final NBA: Rockets vs Warriors

0
Stephen Curry: padre modelo, marido perfecto y tirador letal
TOSHIFUMI KITAMURA AFP

Stephen Curry nació en Akron, la cuna de LeBron el 14 de marzo de 1988, aunque su infancia la pasó en Charlotte. ¿El motivo? Su padre Dell. Jugador de la NBA durante 16 temporadas, la llegada al mundo de su primogénito coincidió con su estancia en los Cavaliers, equipo en el que jugó sólo una temporada. Después se establecería en Charlotte, su casa las diez siguientes y donde asistió a una escuela muy familiar: su madre era la directora del centro, su tía una de las maestras y su abuela la cocinera.

En esa etapa Steph solía acudir a los partidos de su padre junto a su hermano Seth, dos años menor y que este año ha podido cumplir su sueño NBA, en Sacramento. Allí vivieron muchas horas de baloncesto, aunque no son precisamente los encuentros de Dell los que recuerda con más cariño de aquella época. Ambos niños pasaban horas y horas echando pachangas en su casa. El juego sólo terminaba cuando su madre Sonya les obligaba a parar porque molestaban a los vecinos. Su hermana Sydel, que ha seguido los pasos de su madre y ha optado por el voleibol, le martirizó en su infancia poniéndole una y otra vez películas para chicas. Tanto es así que aún puede recitar escenas enteras de Un paseo para recordar o Princesa por sorpresa.

En su año de sophomore en la Escuela cristiana de Charlotte su padre Dell decidió cambiarle la mecánica de tiro. Seguía siendo demasiado delgado y Dell pensaba que a sus rivales les resultaría fácil taponar sus lanzamientos. Fue un año duro, 'el verano de las lágrimas', como recuerdan en la familia Curry. Dell obligaba a Steph a lanzar a canasta mil veces después de cada entrenamiento, aunque el pequeño lo hiciera con lágrimas en los ojos.

Tras el instituto, su sueño era seguir los pasos de su padre y asistir a la Universidad de Virginia Tech para jugar en los Hokies, pero le ofrecieron hacerlo sin estar becado. Por eso acabó en Davidson. En su primer año fue el segundo máximo anotador novato de toda la NCAA (21,5 y sólo por detrás de un tal Kevin Durant) y firmó el récord de triples para un freshmen en una campaña (122). En los Wildcats le marchaban bien las cosas. En su segundo año promedió 25,9 puntos, 4,6 rebotes, 2,9 asistencias y 2,1 robos. Las franquicias NBA le tentaban para que se declarara drafteable, pero decidió posponer su salto a la mejor liga del mundo un año más. “Mi padre estuvo 16 años en la NBA y sabía perfectamente cuando era el momento de pasar al siguiente nivel”. Y ese fue 2009. Elegido por los Warriors en el puesto número 7, precisamente siete años después, la NBA recibió a otro Curry, también con el 30 a la espalda. En menos de cinco meses, Steph ya había firmado el primer 'triple-doble' de su carrera: 36 puntos, 10 rebotes y 13 asistencias a los Clippers. Acabó el curso con 17,5 puntos y 5,9 asistencias, pero no fue el rookie del año. Ese honor cayó en manos Tyreke Evans.

En su segunda temporada en la NBA ya acaparó dos galardones. En el All Star fue el más habilidoso y el más deportivo del curso, aunque comenzó su pesadilla con los tobillos. Pasó por quirófano en el mes de mayo para estar listo la siguiente temporada, pero los problemas en el tobillo derecho continuaron. En su siguiente año sólo pudo disputar 26 partidos y en abril volvió a pasar por quirófano. Se jugaba su contrato, pero los Warrios confiaron en él: cuatro años y 44 millones de dólares, que le han convertido en estos momentos en uno de los mayores chollos en la NBA. Este año cobrará algo más de 11 millones de dólares y cuatro jugadores de los Warriors (Klay Thompson, Draymond Green, Andrew Bogut y Andre Iguodala) tienen un salario mayor que el suyo.

Curry creció fijándose en Steve Nash. Le envidiaba porque el de los Suns era un líder, un grandísimo tirador, con instinto para el baloncesto y magia en las manos. Ahora el canadiense le devuelve los halagos: "Stephen Curry es el jugador más parecido a mí". Pero su concepción de cómo debía ser el líder perfecto de un equipo cambió en el verano de 2012. Steph acudió a un Training-camp de los Panthers (este año tuvo el honor de hacer sonar el Keep Pounding en la final de la Super Bowl) y vio a Cam Newton. Se quedó impresionado por la forma en la que descifraba la situación del partido, cómo protegía la bola, enriquecía a sus compañeros o se colocaba siempre tres pasos por delante de la defensa. Pero lo que más le impactó es que el quarterback no tenía dudas, no se bloqueaba en ninguna situación. Vio en él al base perfecto.

Sólo tres años después de esto fue elegido el MVP de la temporada regular. Curry fue el jugador más votado para el All Star de Nueva York y su camiseta es ya la más vendida de la NBA: a principios de temporada, por ejemplo, su venta se había inrementado ubn 581% y era la camiseta más vendida en 38 de los 50 estados. Sus Warriors también se han aprovechado de contar con el jugador de moda y tienen cada vez más cerca la oportunidad de firmar la mejor temporada de un equipo en la historia de la NBA y superar el 72-10 con el que terminaron los Bulls de Jordan en 1996.

La religión y la obra social siempre han sido importantes en su vida. Cristiano practicante, su particular gesto al celebrar un triple es una dedicatoria a Dios y en sus zapatillas escribe versículos de la Bilblia. Una manía que cogió en la Universidad. Gracias a él y a la iglesia a la que acudía, conoció a la que hoy es su mujer (Ayesha) cuando tenía 15 años. Juntos han formado una familia de revista, con su hija Riley, capaz de robarle la atención a su padre en las ruedas de prensa posteriores a los partidos, como ya ha demostrado esta temporada, y el nuevo miembro de la familia: Ryan. Curry es también un romántico empedernido. A su mujer, que tiene su propio programa en Youtube (Little Lights of Mine), le pidió matrimonio en el mismo lugar —un tramo de la carretera— donde años antes se dieron el primer beso. En su boda instaron a los invitados a que no les regalaran nada, que ese dinero lo donaran a una ONG.

Así es él: organizaba un Torneo Benéfico de Golf (uno de sus mayores hoobies fuera del baloncesto), trabaja en la Fundación Nothing but Nets para prevenir la malaria y asumió un reto en la temporada 2013-14: por cada triple que anotara donaría tres mosquiteras para África. Fueron 783. Y justo hizo esa promesa después de batir el récord de triples anotados en una temporada un año antes (272), tres más que Ray Allen en 2006, un registro que volvió a romper la siguiente campaña (275) y que en la presente está pulverizando: a un mes para que se acabe la NBA ya lleva xxx.

En el All Star también demostró buena mano: en Nueva York, en 2015, ganó el concurso de triples con 13 aciertos seguidos y 27 puntos, nuevo récord del torneo. Este año se lo llevó su hermano Klay Thompson. Las alabanzas no cesan. "Es un monstruo, nunca se ha visto algo así", decía Iverson. "No se le puede defender, sólo te queda rezar", comentaba Papanikolaou. Hasta Obama se ha rendido a sus pies. "Es el mejor tirador que he visto nunca".