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NBA ALL STAR 2016

De Sabonis a Odom: las estrellas que nunca fueron al All Star

Byron Scott, Arvydas Sabonis, Lamar Odom o Jalen Rose encabezan una lista de ilustres agraviados por la historia del All Star Game: nunca fueron seleccionados.

Arvydas Sabonis, una de las estrellas que nunca fueron al All Star.

Deslumbrantes galones en el uniforme, las participaciones en el All-Star Game son un medidor sencillo y generalmente fiable del recorrido de cualquier jugador en la NBA: establecen jerarquías (y ceros en los contratos...) entre los que juegan y son una matemática superficial pero precisa para medir a las grandes estrellas retiradas. Forma parte del pedigrí y de la cultura del jugador estadounidense y, rápidamente, de todo el que se instala allí. Que pregunten a Goran Dragic o Damian Lillard. El primero se cogió un mosqueo tremendo cuando en la edición 2014 le quitó el puesto Anthony Davis (para sustituir al lesionado Kobe Bryant) a pesar de sus más de 20 puntos y 6 asistencias por partido. En 2015 Lillard juró venganza cuando DeMarcus Cousins fue elegido para suplir otra vez al otra vez lesionado Kobe. Lillard entró después, casi una cuestión de justicia poética, cuando se confirmó la baja de Blake Griffin. Y en este 2017, los pívots han levantado (una vez más) la voz para corregir lo que a su modo de ver es una injusticia: haber suprimido la plaza fija para los centers a la hora de determinar los quintetos titulares de cada Conferencia. 

Cada año hay margen para la duda: pequeñas sorpresas y ausencias polémicas. Y la historia de los All-Star Weekend, desde luego más espectáculo que matemáticas, permite el debate, las correcciones y los matices. Pero en general se puede afirmar que son todos los que están y están casi, casi, casi todos los que son. Las grandes estrellas de carreras deslumbrantes acumulan participaciones mientras que anotadores compulsivos o especialistas de primera clase en otros apartados suelen tener su momento de gloria, al menos un pellizco de una cita que define ese star system inigualable que separa a la NBA del resto de competiciones que se disputan en el planeta baloncesto. El santoral de la gran liga, en definitiva, no dista mucho de lo que establece la historia/termómetro de los All-Star. Nadie tiene más que Kareem Abdul-Jabbar (19 nominaciones, 18 participaciones), al que siguen Kobe Bryant (18 y 15), Kevin Garnett (15 y 14), Tim Duncan (15) y Shaquille O'Neal (15 y 12). Julius Erving jugó 11 de NBA y 5 de ABA. Y tuvieron 14 nominaciones Michael Jordan (jugó 13), Karl Malone y Jerry West (12 disputados cada uno). Con 13 quedaron Bob CousyJohn Havlicek y Dirk Nowitzki, y en 12 una lista que incluye a muchas de las joyas de la corona: Larry Bird (10 jugados), Magic Johnson (11), Hakeem Olajuwon, Oscar Robertson, Bill Russell, Isiah Thomas... LeBron James y Dwyane Wade. Kevin Durant está ya en siete.

Así que se puede afirmar que en términos generales la meritocracia funciona. Quienes lo merecen suelen estar aunque siempre hay sitio para ausencias sonadas y más o menos conflictivas. Estas suelen tener tres causas, ni siquiera normas perfectamente estables: o un rendimiento horrible de su equipo en lo colectivo; O una elevada competencia en el puesto o, finalmente, la antítesis de la primera razón: estar en un equipo de tanto nivel que otros compañeros provoquen el eclipse.

Algo de estos factores hay en casi todos los casos más significativos, sonados o directamente injustos, que ha dejado el reguero de jugadores que se retiraron, o están a punto de hacerlo, sin haber jugado ni un solo All-Star Game. Decía que están casi, casi, casi todos los que son. ¿Qué tal suena un quinteto Strickland, Byron Scott, Lamar Odom, Cedric Maxwell y Arvydas Sabonis? ¿Y uno con Mike Bibby, Ron Harper, Jalen Rose, Sam Perkins y Marcus Camby? Ninguno de estos diez jugadores fue invitado jamás a un Partido de las Estrellas. Y hay más, de Happy Hairston a Damon Stoudamire sin olvidar a Drazen Petrovic. O en los últimos años al primer Josh Smith, el mejor Al Jefferson o ametralladoras compulsivas como Kevin Martin (cinco temporadas con más de 20 puntos por partido) y Monta Ellis (dos temporadas con más de 24). Así que aquí va un repaso articulado por puestos de históricos agraviados por el All-Star Game, algunos muy buenos jugadores, unos cuantos verdaderos gigantes de la liga.

GUARDS (bases y escoltas)

Pocos bases han merecido más la condición de All-Star sin lograrla que Rod Strickland en los años 90. Rápido, fuerte para su posición y con capacidad para anotar y asistir. Jugó 17 temporadas con promedios totales de más de 13 puntos y 7 asistencias por partido. Y destacó especialmente en Portland y Washington entre 1993 y 2000. Si una temporada tuvo que ser All Star, esa fue la 1997/98, en la que lideró la liga en asistencias (10’5 por partido) y promedió además 17’8 puntos y 5’3 rebotes. Los bases del Este en ese All-Star de 1998 fueron Tim Hardaway y un Anfernee Hardaway que, todavía en Orlando Magic, lo merecía menos: sólo jugó 19 partidos con 16’4 puntos y 3’6 asistencias por partido.

También en la segunda mitad de los 90 mereció vivir un All Star Weekend Damon Stoudamire, el eléctrico playmaker de 1’78 que sufrió en sus carnes el freno de un equipo nada competitivo y del que fue primera elección de draft de su historia: los recién nacidos Toronto Raptors. Como rookie se fue a 19 puntos y 8’3 asistencias por partido y como sophomore a 20’2 y 8’8.

También sorprende que nunca en catorce temporadas fuera llamado para jugar el partido de los mejores Mike Bibby. Su última y muy poco saludable etapa en Miami y Nueva York no oscurece más de una década de brillantez en Vancouver y Sacramento. A pesar de ese poco lustroso final tiene unos promedios de carrera de 14’7 puntos, 5’5 asistencias y casi un 38% en triples. El suyo es un caso claro de jugador al que perjudicó formar parte de un quinteto memorable, el de los Kings de Chris Webber y Peja Stojakovic. Aún así resulta difícil comprender que no entrará en el All-Star en la 2004/05, en la que sumó 19’6 puntos, 6’8 asistencias y 4’2 rebotes por partido. Coincidió, eso sí, con un año de 15’5 puntos, 11’5 asistencias y 43% en triples de Steve Nash.

En el puesto de escolta el nombre seguramente más mítico para el gran público es el de Byron Scott, pieza instrumental de los maravillosos Lakers del showtime. Pasó diez años en L.A., donde volvió para terminar su carrera como mentor del Kobe Bryant rookie, y llegó a ser el máximo anotador del equipo en la temporada 1987/88, en la que anotó casi 22 puntos por partido. Por delante de Worthy (19’7), Magic Johnson (19’6) y Kareem (14’6). Los tres, mitos eternos, sí jugaron el All Star Game de 1988. Scott fue quizá la víctima más clara de un equipo demasiado bueno al que él, eso sí, hacía todavía mejor.

Ron Harper jugó quince años en la NBA con dos etapas bien diferenciadas y ambas extraordinarias. En la segunda, y entre 1994 y 2001, se convirtió en peón de confianza de Phil Jackson primero en Chicago Bulls y luego en Los Angeles Lakers. Su capacidad defensiva, intensidad física e inteligencia para aprovechar las opciones ofensivas del secundario, le hicieron muy útil en la conquista de cinco anillos. Pero es que el primer Ron Harper, el de Cleveland Cavaliers y Los Angeles Clippers, era un tremendo anotador que llegó a promediar en la 1989/90 22’8 puntos, 5’9 rebotes, 5’3 asistencias y 2’3 robos por partido. No fue All Star, como tampoco un un triplista consumado como Brent Barry, dos anillos tardíos con los Spurs, que en 2002 y todavía en Seattle metía más de 14 puntos por partido en la tercera de cinco temporadas seguidas por encima del 40% en triples.

Y, por supuesto, no cuesta nada imaginar a Drazen Petrovic entre los mejores de la liga de no haber frenado en seco su carrera su trágico fallecimiento el 7 de junio de 1993. En la recién terminada temporada había promediado 22’3 puntos y 3’5 asistencias en un crecimiento exponencial (dos años antes y en su estreno con los Nets, 12’6 y 1’5) que apuntaba directamente a unos All Star que nunca llegaron en el futuro demasiado corto del genio de Sibenik.

FORWARDS (Aleros, Ala-pívots)

En la prehistoria de la liga, Happy Hairston jugó once años (1964-1975), los mejores en Lakers, Pistons y Cincinnati Royals. Él es uno de los cinco jugadores que no fueron All Star pese a jugar más de diez años y promediar un doble-doble en toda su carrera (14’8 puntos, 10’3 rebotes). Mucho más cerca toca el caso de Lamar Odom, que no logró con Miami Heat, en 2004 y en una temporada de 17’1 puntos, 9’7 rebotes y 4’1 asistencias por partido. Y tampoco con los Lakers, donde ganó dos anillos y fue Mejor Sexto Hombre (en 2011: 14’4 + 8’7 + 3), con su habilidad para ser ala-pívot/alero/base/ potenciada al máximo por Phil Jackson.

Jalen Rose, uno de los míticos Fab Five de la Universidad de Michigan, llegó a la NBA en 1994 con la camiseta de los Nuggets y la dejó en 2007 con al de Phoenix Suns. Pero cuesta creer que no representara a Indiana Pacers en ningún All Star. Entre 1996 y 2001 vivió sus mejores años en Indianápolis (tuvieron continuidad en Toronto y Chicago) y llegó a ser el máximo anotador del equipo dos veces... y era un equipo en el que jugaban Jermaine O’Neal y Reggie Miller. En 2000 perdieron la final contra unos intratables Lakers pero Rose seguramente había merecido una condición de All Star que no dejó de rondar entre 1999 y 2005: más de 19 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias por partido en esos seis años.

Isaiah Rider, un gran anotador que nunca dio el salto al siguiente nivel, jugó siete años formidables (20’4 puntos de media en la 1994/95 con los Timberwolves) en los que no fue nunca All Star; Después su estrella se apagó demasiado pronto. Lo mismo le sucedió a Cedric Maxwell, ocho temporadas en los Celtics (1977-1985) de una enorme eficiencia anotadora y seguridad reboteadora: 10’9 puntos, 9’9 rebotes y 58% en tiros en la 1978/79. Y también merece una mención especial Sam Perkins, el excelente ala-pívot que fue número 4 del draft de 1984. ‘The Big Smooth’ (el gran hombre tranquilo) jugó 17 temporada en la NBA y promedió más de diez puntos por partido en las trece primeras. Eterno secundario de lujo, se le escapó la posibilidad de ser All Star igual que se le escapó siempre la gloria del anillo. En Dallas chocó con los Lakers de Magic. Cuando fichó por los angelinos perdió una final con los Bulls de Jordan, que también le privaron del título años después y cuando jugaba en los Supersonics de Gary Payton. Su último intento llegó en la final de 2000 con Indiana Pacers. Perdió, para cerrar el círculo, otra vez con los Lakers.

CENTERS (Pívots)

Marcus Camby jugó en la NBA desde 1996 hasta 2013 y con Raptors, Knicks, Nuggets, Clippers, Blazers y Rockets. Y cuesta creer que nunca se cruzó con él el tren del All Star Game: enorme especialista defensivo (2’4 tapones de media en toda su carrera, 4 veces líder de la liga en esta estadística) se trata también de uno de los mejores reboteadores de la historia de la NBA (séptimo en eficiencia reboteadora, cuarto de siempre si se miden sólo los rebotes defensivos). De haber conseguido algún año hacer de escudero de las grandes estrellas en un All Star, debió ser en 2005, cuando promediaba en Denver 13’1 puntos, 9’1 rebotes y 3’6 tapones por noche. Los pívots del Oeste ese año fueron Amare Stoudemire, Yao Ming y Tim Duncan.

Y si bien dentro de la NBA actual podría sorprender que no hayan jugado ningún All Star Al Jefferson o Andrew Bogut, la gran ausencia histórica en lo referente a pívots y más desde la perspectiva europea es Arvydas Sabonis. El gigante lituano de 2,21 que dejó el Real Madrid en 1995 para ser un rookie de 31 años en Portland Trail Blazers. Nadie duda de que si hubiera dado el salto a la NBA antes, habría sido All Star. Pero no lo fue a pesar de que, ya limitado en lo físico, dejó un aroma inolvidable como center gigantesco pero de una finura y una visión de juego superdotadas, que además estuvo en sus cinco primeros años en Oregon entre los siete defensores más eficientes de la liga y que en sus dos primeras campañas promedió 14 puntos, 8 rebotes… y un 37% en triples. Sabonis sería, sin duda, el pívot eterno del equipo de estrellas agraviadas que no jugaron ningún All Star Game. Por unas razones u otras. Porque en definitiva son todos los que están pero no están todos los que son. Sólo casi, casi, casi todos.