Kerr y el triunfo de una idea

Steve Kerr tiene a su servicio una plantilla extraordinaria del mismo modo que Pat Riley en los Lakers de 1982 (el anterior anillo de un entrenador novato) tenía a Norm Nixon, Jamaal Wilkes, Michael Cooper, Kareem Abdul-Jabbar y Magic Johnson. Nadie es campeón sin grandes jugadores pero eso, que valió para justificar que Mike Budenholzer le ganará el título de Entrenador del Año, no puede servir para restar ni un ápice de mérito a un Kerr que ha conseguido algo asombroso y en formato exprés después de una vida de la que no hemos dejado de leer en los últimos meses: su infancia de Beirut a París y de París a El Cairo, su juventud en California y el asesinato de su padre a manos de la Yihad. Y cinco anillos de campeón de la NBA en la mejor compañía: tres con los Bulls de Phil Jackson, dos con los Spurs de Popovich.

Renunciar a ser apóstol de Phil Jackson en los Knicks para sustituir a Mark Jackson en los Warriors fue una excelente decisión pero no fue una decisión cómoda. Habría tenido muchas más excusas reconstruyendo desde la tierra quemada que ofrecía el Garden que en Oakland, donde se hacía con un vestuario que todavía apoyaba al anterior inquilino y con un equipo que acababa de ganar 51 partidos. En un año Kerr los ha convertido en 67, el mayor salto de la historia partiendo desde tan arriba. Mejorando una defensa ya casi de elite y dándole la vuelta a un ataque que cambió los sufridos aclarados a Curry por unas deliciosas coreografías corales: de 245 pases por partido, el que menos de la NBA, a 315. Y con el mejor porcentaje de la liga en puntos sumados tras asistencia: 19,9%.

El sello de Steve Kerr es eso pero sobre todo es querer tener sello y no cobijarse sin más en las alargadísimas sombras de Phil Jackson y Popovich. En realidad lo principal que aprendió de ambos es que un equipo es al 90% la creación de un ecosistema feliz y sólo al 10% garabatos tácticos. Ahí, y la prueba es cómo se han adaptado a roles secundarios all star como Andre Iguodala y David Lee, ha estado el gran éxito de un tipo que en sus ratos libres prepara barbacoas después de haber hecho surf, viste con vaqueros y Vans y se ríe cuando sus amigos se refieren a él como ZLF: Zest For Life: buen rollo para toda la vida. California arraigó en él y también por eso ha mezclado con tanta naturalidad con los Warriors.

Su organigrama es un thinking tank en el que todas las voces son importantes. De ese Alvin Gentry al que ya han reclutado los Pelicans a Luke Walton, el especialista defensivo Ron Adama o Nick U’Ren (28 años), el padre del cambio de quinteto a partir del cuarto partido de la final y encargado de editar los vídeos para las sesiones tácticas… y de intercalar en ellos fallos garrafales y jugadas cómicas de los tiempos como jugadores de Kerr, Walton y compañía. U’Ren también divide los equipos cuando se suspende un entrenamiento para montar una partida de bolos o una pachanga de fútbol americano. Y edita la música que se escucha en las instalaciones del equipo, básicamente una mezcla de rock y hip-hop.

Kerr habla a los jugadores de forma frontal y sin artificios (esto está bien, esto está mal…) pero no pierde nunca el sentido del humor. Esa sí es una enseñanza directa de un Popovich al que también le ha cogido prestada la obsesión por la circulación y la movilidad, del mismo modo que de Phil Jackson y Tex Winter ha preferido hacerse con pequeñas ideas antes que con todo el armazón del triángulo ofensivo. En cuanto puede recuerda que de nadie ha aprendido más baloncesto que de Tex Winter, pero se refiere sobre todo a fundamentos muy básicos: movimientos de pies o los sencillos pases con las dos manos al pecho con los que sacaba de quicio a Michael Jordan. Kerr ha vivido en asientos de primera clase la gran revolución del baloncesto en los últimos 20 años y sus Warriors son la demostración de todo lo que ha ido quedado impreso en él. “Desde jovencito fue, por encima de todo, un chico muy listo”, dice su mujer. La tercera traza, que tiende a ser menos reconocida pero para muchos la más importante, la aporta su conexión con Phoenix Suns (donde fue General Manager), el equipo con el que Mike D’Antoni cambió la NBA con su juego en sexta velocidad, sus ataques fulgurantes a partir de bloqueos y su constante bombardeo exterior. En el primer año de D’Antoni los Suns se fueron, lo nunca visto, a 98,6 posesiones por partido. Estos Warriors 2014-15 han llegado a 100,6. Y tan cierto es que Kerr fue un tirador excelso como que en ese apartado también ha tenido que reciclarse: él nunca lanzó más de 237 triples en una temporada. Stephen Curry metió en la última Regular Season… 286 (tiró 646). Es otra NBA, una que exige variantes y adaptación, ataque y defensa, quintetos grandes y sobre todo pequeños. Kerr tiene de todo pero también ha sabido usarlo todo, incluido ese Draymond Green que ha asumido otro rol básico en el juego actual: el del ala-pívot capaz de crear como point forward. La idea que hizo sublime al matrimonio Popovich-Diaw.

Kerr ha hecho que estos Warriors pasen de ser mucho a ser muchísimo. Su liderazgo fue una apuesta cabezota del General Manager Bob Myers, que acaba de ser elegido Ejecutivo del Año y que fue también quien finalmente se negó a traspasar a Klay Thompson para fichar a Kevin Love. Y quien usó el draft de 2012 para hacerse de una tacada (puestos 7, 30 y 35) con Harrison Barnes, Festus Ezeli y Draymond Green. Finalmente, esa resbaladiza ecuación del momento oportuno y el lugar adecuado también ha ayudado a construir al campeón de la NBA: Stephen Curry renovó en octubre de 2012, y cuando se hablaba más de sus tobillos que de sus triples, por cuatro años y 44 millones. Ese contrato, ahora mismo una ganga de proporciones históricas, ha permitido cruciales renovaciones pasadas (Klay Thompson) y futuras (Draymond Green, si no se tuerce). Curry llegará a la temporada 2016-17 en 12,1 millones.

De esos golpes de buena o mala suerte también viven los proyectos deportivos, claro. Y de todo eso (planificación, ejecución y viento de cola a favor) ha surgido un equipo que parece la respuesta perfecta a lo que demanda la actual. El primero desde 2008 que se lleva el anillo sin haber superado una ronda de playoffs la temporada anterior. Entonces los Celtics se transformaron fichando a Ray Allen y Kevin Garnett. A los Warriors ahora les ha bastado poner al frente a un tipo inteligente y optimista que seguramente celebrará su 50 cumpleaños, en septiembre, con una barbacoa cerca de las playas de Palisades. Así es Steve Kerr y eso ha traído a Golden State Warriors y a la NBA: su idea y su ZFL. Zest for life, buen rollo para toda la vida.