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ANÁLISIS | OBRADOVIC

Zeljko Obradovic: El maestro, una vida de película

De un año a otro pasó de la cancha a los banquillos. Desde entonces, triunfa allá por donde va. Exigente y perfeccionista.

Zeljko Obradovic.
Juan Carlos HidalgoEFE

¡Qué decir del técnico más laureado de la historia del Viejo Continente! Zeljko Obradovic, una personalidad de plomo y un carácter competitivo nato. Sólo así se puede explicar que esta de Madrid sea su decimocuarta Final Four al frente de seis equipos distintos, haya levantado hasta la fecha ocho títulos de la Euroliga… y tan sólo tiene 55 años. Su vida da para escribir un libro (o varios), contar mil anécdotas… e incluso filmar una película. Perdió a su padre, quien como suele recordar, fue “la persona más importante” de su vida. “Me enseñó todo y me dijo que respetara a todo el mundo”, recordaba. Su madre aún vive, lo que hace que viaje siempre que pueda a Belgrado para verla.

Antes de empezar su carrera como entrenador en el Partizán de la hoy capital serbia, fue jugador del mismo club. Precisamente, en sus últimos compases ya compaginaba sus funciones de base con la de entrenador en la cantera del mismo club. Al concluir la temporada 1990-91 colgó las botas, y acto seguido tomó las riendas como técnico del primer equipo. “No dormí durante dos meses. Tenía un cuaderno donde escribía los sistemas. Tenía que tener respuestas para todo. En el momento en que no tienes una respuesta estás acabado como entrenador”. La filosofía Zeljko.

Se puede decir que hay dos figuras que han marcado su vida deportiva: Dragan Kikanovic y Dusan Ivkovic. El primero fue su ídolo de niño y la razón por la que se enamoró del baloncesto. Con el segundo, aún en activo pese a sus 71 años, mantiene una amistad que “perdurará para siempre” además de compartir intensas charlas sobre vino. Es más Ivkovic, le esperaba para que se uniese a la concentración de la selección yugoslava para el Eurobasket del 91, pero Zeljko había decidido dar el salto a los banquillos. Pero antes de comenzar a labrarse su leyenda, pasó hasta en dos ocasiones por la cárcel. Además de cumplir condena por un fatal atropello que acabó con la vida de una mujer viandante (“aprendí mucho de aquello, los hombres aprenden de los buenos y los malos incidentes”), ciertos problemas con las autoridades militares le ocasionaron otro arresto. Su fuerte carácter le ayudó a superar semejante trago para volver a las canchas al año siguiente (en 1990). Aunque durante su paso por España volvería a experimentar un episodio dramático al sufrir un nuevo accidente de coche. “Pensé que había muerto y que por un momento había resucitado del mundo de los muertos. Entonces comprendí lo importante que es la vida”. Espeluznante testimonio.

En aquella época, ya llevábamos tiempo conviviendo una de las guerras más atroces del último siglo. La de los Balcanes marcó a toda una generación. Los diversos conflictos, que acontecieron entre 1991 y 1999, los vivió tanto desde la primera línea como fuera de ella. “Esa guerra fue una desgracia. Cuando los bombardeos de la OTAN (en 1999) estaba en Treviso y podía ver a los aviones despegando para bombardear mi país natal. No hay justicia cuando algunas naciones son las que juegan el papel de sheriffs”, comenta sobre uno de los incidentes más oscuros en la historia de la humanidad.

Pocos viven con tanta pasión este deporte como el serbio. Lo da todo por el equipo, el mismo sacrificio que exige a sus jugadores. Trabajar para él requiere de la máxima concentración e intensidad, no te puedes tomar ni un respiro, porque como el general se entere tendrás un problema. Pero pese a su meticulosidad casi enfermiza, es un tipo jocoso y bromista. Querido (y admirado). En estos primeros días por Madrid, ya ha dejado su impronta. Ganando la primera batalla: la psicológica Y todos quieren jugar con él. Esa fue la razón por la que el ahora MVP Nemanja Bjelica recaló en el Fenerbahçe.

Así es el rey de la Euroliga, un verdadero fenómeno. Quien esto escribe nunca olvidará cuando hace ya unos años, durante un clínic de entrenadores, se dirigió a los ponientes agarrándome por la camiseta a la vez que afirmaba: “Suponiendo que este jugador tiene calidad […] Yo en mi equipo cuento con Mike Batiste, Tomasevic…”. Fue duro. Bajo sus órdenes nos hizo sudar durante poco más de media hora lo que no está escrito. Pero visto con la perspectiva que da el paso del tiempo, mereció la pena. Inolvidable experiencia.