ANÁLISIS
Dallas Mavericks-Rondo: un matrimonio fallido... por ahora
Dallas se hizo con Rondo para dar el salto de calidad que le convirtiera en uno de los ogros del Oeste. Por ahora, ni el base ha brillado ni el equipo ha dado ese estirón.
Dallas Mavericks es una franquicia ejemplar, una de las mejores de la NBA desde la llegada de Mark Cuban (pagó 285 millones de dólares hace poco más de 15 años): once años seguidos ganando al menos 50 partidos, tres temporadas con más de 60 victorias y dos finales de la NBA con un anillo en 2011. Y, competitividad máxima: sólo una temporada fuera de los terroríficos playoffs del Oeste, en 2012 y tras un año con plaga de lesiones que se llevó por delante hasta a un Dirk Nowitzki que se perdió casi 30 partidos.
Así que los Mavericks quieren ganar porque su dueño, que era millonario a los treinta y pocos, suele repetir que en la NBA sólo hay dos categorías: el campeón que se lleva el anillo y 29 franquicias que cierran cada curso como derrotadas. Después de ganar el título en 2011, Cuban prometió a Nowitzki (su santo y seña: llegó en 1998) un último asalto en busca del segundo anillo. Sin el vértigo que aprisiona a tantos cuando están en la cima, deshizo el equipo que había amargado a la primera versión del big-three de Miami para no quedar en manos de una plantilla exprimida. Desde entonces, ha tocado literalmente a todos los grandes agentes libres que han pasado por el mercado, sin suerte, y ha transmitido tal confianza a Nowitzki que este aceptó gustoso un descuento en su último gran contrato (tres años, 24 millones). A cambio Cuban repescó a Tyson Chandler y sacó a Chandler Parsons de Houston con unos descomunales (y excesivos aunque estratégicos) 46 millones por tres años. Carburante para un equipo de plantilla profundísima y que tiene al mejor entrenador de la NBA que no se llame Popovich: Rick Carlisle. Y que venía de hacerle un sudoku de siete partidos en primera ronda de los últimos playoffs a esos Spurs que después se dieron un garbeo en carroza hacia el título (12-4 en las tres siguientes rondas).
Los Mavericks iniciaban la temporada como uno de los ocho terrores de este Oeste de nivel competitivo histórico (Spurs, Thunder, Warriors, Grizzlies, Clippers, Blazers, Rockets, Mavericks). Noviembre demostró que era un equipo muy peligroso, muy bien entrenado y que jugaba de maravilla, con unos ratios ofensivos que se movían con comodidad entre los tres mejores de la NBA (junto a Clippers y Warriors, casi siempre) pero un claro talón de Aquiles en una Conferencia en la que cualquier debilidad te deja en la lona en primera ronda: el puesto de base quedaba en poca cosa en ataque y en nada en defensa con Jameer Nelson, Devin Harris y JJ Barea. Desde la certeza de que con lo que tenía daba para mucho pero no para todo, Cuban movió ficha. Rajon Rondo, en último año de contrato y perdido en la reconstrucción de Boston Celtics, llegaba el 19 de diciembre a Dallas a cambio Jae Crowder, Jameer Nelson, Brandan Wright y dos rondas de draft. Entre dudas sobre el encaje de Rondo en ese ecosistema y la asunción del riesgo que implica apostar por un jugador que igualmente acabará contrato a final de temporada, Cuban fue a por todas para intentar ganar. Al menos desde ese punto de vista, no se le puede reprochar nada.
Es fácil entenderlo: estos son algunos de los bases de los otros peces gordos del Oeste: Tony Parker, Stephen Curry, Chris Paul, Russell Westbrook y Damian Lillard. Y esto es lo que estaban aportando entre Nelson, Harris y Barea hasta ese 19 de diciembre: menos puntos que cualquier otro lote de playmakers (7,4 por partido), el peor porcentaje en tiro (36%) y apenas 4,3 asistencias, mejor sólo que dos equipos. Es decir: Mark Cuban hizo exactamente lo que tenía que hacer…
…Pero por ahora las cosas no van como deberían. Más bien al contrario. A falta de la prueba definitiva que llegará en playoffs, el matrimonio Rondo-Dallas no ha mejorado lo suficiente a la franquicia texana ni está iluminando a un jugador que tenía que demostrar que podía seguir siendo uno de los mejores bases de la NBA fuera del ecosistema de los Celtics y lejos ya de los tiempos en los que producía para Pierce, Allen y Garnett y le conducía un gestor como Doc Rivers, que ya en su día, aunque luego le renovó por una millonada, le consideró “imposible de entrenar”. Rondo ya ha chocado con Carlisle y ya ha alentado rumores que le sitúan (demasiado pronto) fuera de los Mavs para la próxima temporada. Será difícil que, pase lo que pase, no mantenga un excelente caché (tiene 29 años y esta temporada percibe 12,9 millones) para equipos necesitados de nuevos referentes como, el primer ejemplo que siempre sale a la palestra, los Lakers.
El propio Rondo reconoció, nada más aterrizar en Texas, que hacía tiempo que no tenía que competir al máximo y esforzarse en defensa (dos veces en el Mejor Quinteto Defensivo... pero la última en 2011). Con él, Dallas ha mejorado en esa parcela porque era imposible no hacerlo ante el rendimiento de Nelson o Barea, pero sigue siendo poco consistente en la protección del perímetro. En el ecuador de la NBA en eficiencia defensiva y sólo algo mejor en el último mes y desde que los Warriors (que les han ganado las tres veces que han jugado) les metieran 128 puntos y Curry, 51. Desde ese punto negro (4 de febrero) los rivales anotan el 34% de sus triples ante Dallas. No es para tirar cohetes, pero es algo. Los números avanzados, sin embargo, arrojan un ratio de pérdidas inferior y un porcentaje de tiro casi idéntico por parte de los rivales cuando Rondo está en pista con respecto a los minutos que pasa en el banquillo.
El gran problema, sin embargo, está en ataque. La extraordinaria eficiencia ofensiva de los Mavericks ha bajado hasta el quinto puesto de la NBA. Era, claro, un sistema basado en una circulación supersónica de la bola y en el pick and roll basado en Monta Ellis como base efectivo. La llegada de Rondo cambió las reglas y le quitó el balón al escolta, que ha bajado a 17,8 puntos de media desde el traspaso (19 ahora en el total de la temporada). En los 37 partidos que ha jugado para los Mavs, Rondo promedia sólo 7,4 puntos y 4,7 asistencias por partido. En Boston estaba en 8,3 y 10,8 (líder de la liga). Su porcentaje de tiro está sólo ligeramente por encima del 40% con un gélido 32% en triples. Con él, la brillante eficiencia de los Mavericks se cae: en los últimos once partidos, el equipo de Carlisle se ha quedado nueve veces por debajo de los 100 puntos (5 victorias y 6 derrotas). En las dos últimas y estrepitosas derrotas, en Portland y Oakland, tanto él como Ellis y Nowitzki han sumado, en ambos partidos, más tiros que puntos. Antítesis de eficiencia y un total sonrojante: 28/91 entre los tres. Los Mavs, cuesta creerlo, tienen mejor ratio de asistencias y mejor eficacia en el lanzamiento si Rondo está en el banquillo. Y su rating ofensivo cae 3,6 puntos con el base, cuatro veces all star, al mando de las operaciones.
Más: Dallas marchaba 19-8 antes de la llegada de Rondo (70% de victorias) y ha firmado un 21-16 con él (56%). En total, 40-24 para un sexto puesto del Oeste en serio peligro (los Spurs, en ascenso, están a medio partido). Ante esos siete equipos que a priori les acompañarán en playoffs (salvo campanada de los Pelicans o los Suns), el balance de los Mavericks en lo que va de temporada es 5-12. Y es, de los ocho, el que más derrotas suma en casa (10 por ahora) y el tercero que más partidos ha perdido contra rivales del Oeste (17 por los 18 de los Spurs y los 19 de los Thunder). Datos muy poco halagüeños cuando se acercan unos playoffs en los que Carlisle tendrá que maniobrar, además, con el gran trauma de Rondo: los tiros libres. Su 32%, histórico por bajo para un base, le ha hecho evitar la línea de personal de una forma casi obsesiva. Está entre los seis jugadores que, con al menos 45 titularidades, menos tiros libres lanza por partido (apenas 1,2 de media). En 19 de los 37 partidos que ha disputado con su nuevo equipo no ha lanzado ninguno y su total es de 27. Ha metido 8. Antes de su 1/2 ante los Warriors llevaba cinco partidos sin pisar la línea de personal. Y eso en playoffs, donde los triunfos suelen decidirse por detalles milimétricos, puede ser un lastre decisivo ante rivales que tratarán de sacar tajada por ahí. ¿Tendrá en pista en los minutos calientes Carlisle quintetos con dos peligros en los tiros libres como Rondo y el mejorado pero inestable Chandler?
Por supuesto queda el tramo decisivo de la temporada y es pronto para poner las notas de fin de curso. Es difícil saber cómo acabará el experimento y si Rondo seguirá la próxima temporada en Dallas. Lo que sí se puede concluir por ahora es que el movimiento de Cuban era tan lógico como arriesgado y sobre todo que, al menos hasta aquí, no está saliendo bien. Y aunque las soluciones son más difíciles de encontrar en un Oeste de semejante nivel, al menos el encargado de buscarlas es un tipo que suele dar con ellas: Rick Carlisle.