CHICAGO BULLS
Derrick Rose: el Mundial como puerta de regreso a la elite
Apenas ha firmado 4,8 puntos y 3,1 asistencias por partido con unos porcentajes muy flojos. Pero Rose ha cumplido su objetivo: volver a sentirse jugador de baloncesto.
Durante el último cuarto de la final del Mundial, licuada Serbia muchos minutos antes, Kenneth Faried se acercó en el banquillo de Estados Unidos y se dirigió a Mike Krzyzewski con gestos que apuntaba a Derrick Rose y que parecían sugerir a Coach K que devolviera a la pista al base de los Bulls porque era el único jugador que no había anotado de todo el roster estadounidense. Y así terminó: 0 puntos en 16 minutos de juego, 0/4 en tiros y apenas 6 de valoración gracias a un rebote y seis asistencias por dos pérdidas de balón. Un discreto cierre para un discreto campeonato del que Rose, y su técnico en los Bulls y Tom Thibodeau sacan un mensaje positivo: ha jugado los nueve partidos, en rotación y sin restricciones especiales de minutos, y sin problemas físicos aparentes. En ese sentido, buenas noticias. El viejo no news, good news...
Sin embargo, por la Copa del Mundo ha pasado un Derrick Rose sin la explosividad de sus mejores días y sin finura con la pelota. 17,1 minutos por partido, 4,8 puntos, 1,9 rebotes, 3,1 asistencias, 2 pérdidas y unos porcentajes muy flojos: 35% en tiros de dos y un abismal 5,3% en triples. Buenas sensaciones en el estreno ante Finlandia y una gran actuación en cuartos ante Eslovenia, con 12 puntos y 5 asistencias (15 de valoración). Oasis en un torneo más bien desértico que se cerró, en las semifinales y la final, con cuatro puntos y 1/8 en tiros ante Eslovenia y el 0/4 ante Serbia. Rose, uno de los veteranos del equipo con apenas 25 años, ha respondido en términos de implicación y aportación positiva al colectivo, sus mejores minutos en cancha concentrados en su capacidad para poner energía defensiva sobre los bases y escoltas rivales. En ataque, sólo destellos y más bien espaciados y, eso sí, unas cuantas penetraciones marca de la casa que llamaban a tiempos pasado y, sobre todo y para los más optimistas, a los venideros.
Dos años en el abismo
Las sensaciones no han sido las mejores pero a priori eso es lo que se podía esperar de un jugador que no participaba en un partido oficial desde el 22 de noviembre de 2013 y que ha disputado en las últimas tres temporadas apenas 49 partidos. A dos semanas de la puesta en marcha de los nuevos Bulls, el equipo en el que jugarán Pau Gasol y Nikola Mirotic, los aficionados de Chicago pueden celebrar que Rose ya ha avanzado en su puesta a punto con el Mundial y su preparación, y que en general se le ha visto bastante ágil de movimientos a falta de la (definitiva, por otra parte) chispa de explosividad final. O pueden preocuparse por un pírrico 1/19 en triples o, mucho más raro en un jugador de sus características, un pobre 14/40 en la zona y atacando el aro: la especialidad de la casa. Rose aseguró durante el torneo que estaba centrado en su rol como facilitador para sus compañeros, pero su ratio de asistencias / pérdidas de balón ha quedado en apenas 1,5.
Rose se ganó la plaza para el Mundial por delante de Damian Lillard y John Wall, dos bases de 24 años (unos menos que él: no lo parece) que jugaron el último All Star e hicieron mucho ruido en playoffs. A nivel deportivo se cuestionó la elección especulando incluso con la influencia de Tom Thibodeau, ayudante de Mike Kryzewski en el Team USA y entrenador de Rose en los Bulls. Wall era una alternativa a priori más lógica si se buscaba un jugador del perfil del base de Chicago, explosivo y feliz en el juego a campo abierto, mientras que Lillard ofrecía otras soluciones que podían ser más interesantes en el estilo FIBA: muñeca y generación de sus tiros exteriores. Los dos tenían el ritmo y la confianza que tardará tiempo en recuperar un Rose que, como mínimo, ha jugado el Mundial muy concentrado y aparentemente consciente de actuales limitaciones, el proceso de maduración de un jugador que ha vivido dos años de absoluto calvario: “Llevaba mucho sin jugar partidos y es obvio que tengo que coger ritmo todavía. Pero creo que jugué bien, de hecho ya ha sido un triunfo para mí entrar en el equipo. Estas semanas me han ayudado mucho en mi proceso de recuperación definitiva, me van a venir muy bien de cara a la próxima temporada. Volver a la dinámica de competición, entrenar, controlar la alimentación… me he encontrado muy bien en pista siempre, no he tenido problemas nunca, así que creo que mi balance es muy positivo”. Thibodeau, que como mínimo ha monitorizado a su pupilo al milímetro, también salió de Madrid satisfecho: “Físicamente está a un gran nivel y mentalmente también. Claro que quiero que tire mejor pero hay que tener en cuenta que hacía mucho que no jugaba partidos de competición, que no tenía que sacarse los tiros con defensores encima. Han sido partidos muy físicos, ha recibido golpes… tiene que recuperar esas sensaciones de nuevo. Por eso era tan importante para él pasar por todos estos entrenamientos y partidos”.
Desde luego, Chicago Bulls gana. Y Estados Unidos, a toro pasado, ha hecho un movimiento inteligente: si Rose regresa a su mejor nivel contará con un jugador absolutamente comprometido de cara al futuro después de una apuesta que fue firme desde el inicio del training camp y más allá de sensaciones y números en los amistosos.
En cualquier caso, es pronto para extrapolar la falta de brillo de Rose en el Mundial a su futuro inmediato en la NBA. A más de un mes para el inicio de la competición, esta ha sido apenas la primera fase en la reinserción de un jugador casi desahuciado hace no tanto y ha cumplido el objetivo principal: Rose ha participado con normalidad en la rotación y no ha sufrido problemas físicos ni, por supuesto, una nueva lesión importante. Además, es obvio que se trata de un base al que beneficia el estilo NBA y castiga el de FIBA. En el Mundial 2010 se quedó en 7,2 puntos y 3,2 asistencias por partido, a las puertas de una temporada 2010/11 en la que ganó el MVP a ritmo de 25 puntos y 7,7 asistencias por partido.
Más allá de las visiones más catastrofistas, cuesta imaginar a un Derrick Rose de nuevo en su versión más explosiva, pero no es descartable (no todavía) y por ahí pasan buena parte de las esperanzas del remozado y a priori temible nuevo proyecto de Chicago Bulls. A un equipo muy bien entrenado, ultra competitivo y salvaje en defensa (Noah, Gibson, Butler…) se le añadeN inyecciones definitivas como el juego al poste de Pau Gasol y la promesa de puntos y tiro de Mirotic y McDermott (o el pujante Snell). A la ecuación sólo le faltaría el liderazgo y la producción de un buen Derrick Rose. Ni siquiera el mejor, ese base literalmente imparable en estampida hacia el aro. Simplemente con un buen Rose, participativo y eficiente, los Bulls, el equipo al que mirará ahora buena parte de la afición española, serán desde luego uno de los grandes favoritos al anillo y la principal amenaza en el Este para la dinastía todavía con andamios que se gesta en Cleveland.