Crónica | España 94 - Estados Unidos 102

Marbury derrota a España y Brown la insulta

Polémica por la actuación arbitral y por un tiempo muerto pedido por Larry Brown a pocos segundos para el final del partido.

AP

Stephon Marbury jugó lealmente contra España y su letal muñeca clasificó a los Estados Unicos para las semifinales olímpicas, con 31 puntos de caballero que su técnico, Larry Brown, afeó con un tiempo muerto, indigno, prohibido en el mundo del baloncesto, cuando el partido ya se había resuelto y sólo quedaban segundos (90-100).

Brown faltó al respeto a España y a su propia selección. Esa acción es tabú. Ganó, pero como un rufián. El seleccionador español no pudo contenerse y al finalizar el choque se lanzó a por él. Le tuvieron que agarrar en la banda para que el asunto no pasase a mayores. La derrota dolía. El tiempo muerto de Brown insultaba.

Hasta entonces, el planteamiento táctico de Mario Pesquera buscaba sacar a los americanos de la pintura para cortarles la inagotable fuente de puntos que para ellos significa el rebote ofensivo. España acopló sus defensas alternativas para blindar la zona aún a costa de ceder, intencionadamente, tiros cómodos.

Eso le costó una molesta factura en triples, pero también le libró de las segundas opciones de lanzamiento debajo del aro, un arma letal en manos de la selección de USA, que cuando incrusta a sus postes en la zona destroza todo lo que encuentra a su paso.

Gran acierto en tiros de tres

El tremendo acierto de los estadounidenses desde el triple en el primer cuarto dio miedo. Cinco de seis. Parecía un riesgo suicida concederles tiros tan abiertos. Sin embargo, el conjunto español sabía lo que hacía. Antes o después el cansancio bajaría los porcentajes del rival.

Además, lo importante era el rebote y, al mismo tiempo, tener fluidez ofensiva. Bien, pues los subcampeones de Europa cubrieron ambos objetivos. El 25-25 del primer cuarto no deja lugar a la discusión. Cincuenta puntos en diez minutos tampoco entran todos los días. Pau Gasol y Juan Carlos Navarro dieron ejemplo con descaro ofensivo para que España perdiera cualquier posible complejo.

Ninguna selección del mundo puede quedarse tan ancha frente a ese caudal de canastas. El segundo cuarto dio menos de sí en el apartado reboteador. En el gran objetivo español, el rebote, las cosas iban como la seda. Los subcampeones europeos salieron al descanso con siete capturas más (veinte por trece), el marcador igualado (43-44) y el partido abierto.

Las series anotadoras habían ido y venido por igual, con parciales largos (11-0; 0-10; 9-0;....) y muy rápidos, en apenas minuto y medio o dos minutos. Por otra parte, Tim Duncan y Richard Jefferson ya cargaban con dos faltas cada uno. España pisaba suelo firme.

Marbury, letal

Stephon Marbury también. El que más entre los estadounidenses. De sus manos partieron los mismos triples que salieron al principio. El escolta ponía todas las oportunidades de ruptura americanas en activo. España las cortaba sin perder la calma una y otra vez. El 50-58 del minuto veintiséis puso la igualdad del partido sobre el alambre.

Los hombres de Larry Brown entendieron que en el tiro podían encontrar la baza ganadora. Veían las diferentes zonas que aparecían delante de sus posesiones y se les erizaba la piel. A Marbury no. Él metía triples y sostenía a su equipo. España seguía el ritmo, pero Carmelo Anthony le metió más presión con un triple sobre la bocina que cerró el tercer corte (67-74).

La selección española recuperó el sitio con rapidez (71-74 m.31). Era un momento vital. Para ambos. Los americanos recibieron dos seguidas de regalo en dos fueras de banda señaladas al revés. Una tercera, a continuación, en un contacto debajo del aro no señalada (71-77).

El árbitro mexicano José Jeremías Reyes Ronfini incluso quiso anular un triple de José Manuel Calderón que devolvía la vida a los hombres de Pesquera (76-80). Su compañero Michael Aylen rectificó ante las protestas airadas de Gasol y sus compañeros. El partido no había terminado.

Pero Marbury quiso que acabara. Parecía harto de meter triples y triples y mantener la incertidumbre. De tanto sentirse cómodo en el arco, el genial escolta tomó vicio. Sus triples rompieron el sueño de un equipo que no sabía lo que era perder en Atenas y, con España postrada y dolida, Brown pidió ese tiempo muerto penoso. No era necesario. Nunca es necesario. En baloncesto jamás se hace y, desde luego, el baloncesto siempre pone a cada uno en su sitio.

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