Porque luchan como hermanos...

Era el minuto once, justo cuando se había consumido lo que los clásicos llamaban 'los minutos de tanteo'. Ya saben: ese tiempo en que los dos equipos se miran mientras se desperezan, buscan, observan, exploran sus propias sensaciones y las del rival. Era el minuto once cuando Saúl tiró para arriba, por la derecha, eludiendo rivales con regate elegante; a cada contrario burlado sucedía otro, y luego otro, y otro más. Así, dejando gente en el camino, se vio en el área y entonces optó por un pase a la red, cruzando el balón por delante de Neuer, con un toque justo de zurda, aprovechando el efecto natural del zurdo que tira desde la derecha. Imponente.

A partir de ahí, todo fue esperar al Bayern, al que Simeone entregó el campo y el balón. Algunas salidas por el lado de Filipe Luis, pero siempre con cautela, y enseguida a replegarse y esperar. Con ochenta minutos por delante parecería temerario ante todo un Bayern, pero no lo fue tanto. Desde luego, en este Bayern no se ve al Barça de Guardiola, quizá porque aquello fuera más el Barça de Xavi, Iniesta y Messi que de Guardiola. Tampoco se ve al Bayern de siempre, ese equipo que en dos o tres raptos de cólera te goleaba. Se vio, sí, un equipo presionante, intenso, con terquedad alemana, pero sin agudeza ni mayor peligro.

Y eso fue el partido. Cánticos, presión alemana, salidas cada vez menos frecuentes. Apariciones desde el banquillo de Ribéry y Müller, nada menos, pero que sólo dieron miedo de verdad antes de salir. Un tirazo de Alaba al larguero que enmudeció por un único segundo al estadio. Una gran jugada de Torres que se fue también al palo. Y minutos que pasaban despacio, entre cánticos y emoción, con un Atlético que defendía su área con firmeza fanática. Así se deslizó el partido hasta el final, con es solitario gol de Saúl que habrá que defender en Múnich con la misma convicción, con el mismo esfuerzo. Luchando como hermanos, igual que en el Calderón.