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La última ventolera de Florentino Pérez

Se lo preguntó bien claro Eleonora Giovio, de El País: ¿Qué razones hay para que no siga Ancelotti? Y Florentino contestó con desnuda sencillez: “...pues no lo sé”. Luego desgranó eso de la presión y la exigencia del Madrid, cosa que con él no va, por cierto. Doce cursos ha cumplido como presidente y en ellos ha ganado tres Ligas (las dos primeras en los tres primeros años, con Del Bosque) y dos Champions, la primera aún con Del Bosque, la segunda y última hace un año y dos días, con este hombre al que despidió ayer. ¿Por qué? No lo sabe, dijo. Ni siquiera se excusó en que el Barça va camino de ganarlo todo. Le dio apuro confesarse.

Se refugió, sí, en la directiva, ese grupo de sabandeños que ocupó las dos primeras filas de la sala de prensa, como parapeto psicológico para ese hombre visiblemente nervioso, que compareció con un tono muy menor frente a lo que nos tiene acostumbrados. Nos dijo que quiere mucho a Ancelotti, pero que le despide. No dijo haber encontrado uno mejor para sustituirle, eso ya se sabrá, la semana que viene, se supone. Habrá que ver si el Nápoles de Benítez se cuela por fin en el tercer puesto de la Liga italiana, plaza Champions. Habrá que ver si Emery gana la Europa League. Habrá que ver si Klopp, si Míchel...

En el ambiente entre ridículo y fúnebre del acto eché en falta que saliera la pregunta de si piensa colocar a alguien como director deportivo. No lo reprocho. El acto era tan tonto en sí que cada cual bastante hizo con sufrir la vergüenza ajena que producía. Casi daba lástima ver a esa criatura confundida y sin salidas. Pero por ahí debería empezar todo: por un director deportivo que diseñara una plantilla con rigor, sin caprichos de diletante. Pero Florentino quiere el juguete para él, aunque a veces le dé calambre por no saberlo usar. En ese caso, la culpa siempre es de otro, del que está más cerca. Ahora le ha tocado a Ancelotti.