Adiós, don Andrés
Calvo, sin gracia, poco goleador, nada aerodinámico, bajo, con pinta de debilucho, no es de Los Angeles ni Londres, habla lento, no es un poeta ni un filósofo y no es un erudito ni un Cicerón cuando habla.
Pero es Iniesta, es el Iniesta de todos.
No es solo del Barça, ni de España.
Iniesta pertenece a todos los que amamos el fútbol. También es tuyo aunque seas del Madrid, del United o de Saturno. Iniesta te pertenece.
Yo podré decir en lo que me queda de vida, que vi a Iniesta (como vi a Simonsen, Maradona o Laudrup) y que me sacó miles de “ohhsss” cuando hacía los indescriptibles regates que nos deleitó durante cientos de partidos.
Iniesta, Iniesta, Iniesta... lo hemos gritado tantas veces. Tantas. Es tan triste que el tiempo nos haga sufrir estas despedidas inevitables.
Recuérdenlo siempre, no lo olviden, recuerden su memoria, su imagen desgarbada y su figura de anti-heroe.
En resumen, tatúense en el alma todo aquello que en cualquier listado de un líder, te dicen que NO tienes que seguir y que Iniesta lo hizo. Iniesta no fue un líder. Para Iniesta, ser un líder, son ligas menores.
¿Cómo puede ser que no haya una estatua en el Camp Nou ya?
Queremos y amamos al futbolista que paraba el tiempo cuando tenía la pelota, que hacía los pases tipo “Iniesta”, pases imposibles, pases amados, pases inolvidables, pases que echaremos de menos.
Él nos hizo campeónes del mundo. Él lo ganó todo y él ha sido el que hoy, supongo que por los nervios, le ha gritado al árbitro y se ha ganado la amarilla. Un minuto más tarde, los dos se han pedido perdón, uno por gritar, otro por no respetar. Otra de las tantas maravillas del fútbol.
Como canta Delafé en una Fuerza Irresistible: “no te mueras nunca, antes que yo”.
Adiós, don Andrés.