El Real Madrid regresa a lo básico y funciona
El Madrid recuperó algunas pequeñas virtudes necesarias en Mestalla, caliente escenario de un partido que estuvo a la altura de una de las más atractivas rivalidades del fútbol español. El Valencia manifestó las cualidades que le han devuelto a las primeras posiciones de la Liga, después de años desconcierto y penurias. El Real Madrid mejoró notablemente las prestaciones de las últimas semanas. Fue competitivo, soportó con bastante entereza el sufrimiento en la segunda parte, recuperó su célebre contragolpe y, sobre todo, se impulsó a través de los asuntos básicos que parecían olvidados.
A estas alturas, con el París Saint Germain a la vuelta de la esquina, no se trata de perderse en experimentos. En este sentido, Zidane envío en Valencia un mensaje cristalino. Cualquiera que sea la profundidad de la crisis, y no es superficial, el equipo está decidido. Será el que ganó en Cardiff, con el cambio de Isco por Bale. El segundo mensaje se refiere a la escala jerárquica de los suplentes: Lucas Vázquez, Asensio, Isco y Kovacic, en orden cambiante según el desarrollo de los partidos, funcionarán como primeros sustitutos. A los fichajes del verano apenas les queda margen esta temporada. Probablemente desaparecerán de cartel. A Nacho, magnífico en Mestalla, le corresponde un papel peculiar. Es el suplente más titular del mundo, o al contrario. En cualquier caso, Nacho merece un monumento en una de las temporadas más desconcertantes del Real Madrid.
Zidane prefiere dejar las cosas claras. Hace bien. No hay peor compañero en las crisis que la duda. Hace medio año, el Madrid ganó la Copa de Europa con una alineación casi idéntica a la que derrotó al Valencia. Cinco de esos jugadores ---Marcelo, Modric, Kroos, Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos, ausente por lesión en Mestalla--- integran la selección ideal de la FIFA. No son unos piernas. Todos ellos serán estrellas en los equipos favoritos para ganar el Mundial de Rusia. Es cierto que la mayoría han estado lejos de sus prestaciones habituales, pero más lejos han quedado los suplentes.
El equipo jugó un buen primer tiempo, una irregular segunda parte y recordó olvidados aspectos del juego en los últimos minutos del encuentro. En lugar de achicarse ante la vigorosa ofensiva del Valencia --el cambio de Soler por Guedes fue un acierto completo de Marcelino---, el Madrid arregló la noche con una de las fórmulas más fiables del fútbol: el pase es mejor que el despeje, la pelota filtrada es preferible a la horizontal, las pequeñas sociedades solucionan problemas que parecen complejos, talento y técnica son dinero en el banco.
El Real Madrid respondió bien durante casi todo el partido. No lo tuvo fácil. El Valencia le exigió despliegue, buscó alternativas interesantes y acorraló al Madrid durante un buen trecho del segundo tiempo. Fue un encuentro que exigió diferentes versiones del Madrid. Se ajustó de maravilla al contragolpe ---el primer gol estuvo precedido por una acción fulgurante---, resistió con más coraje que facultades en el asedio del Valencia y encontró los recursos que se esperan de un equipazo para llevarse la victoria.
No faltaron algunos defectos visibles ---el medio campo desapareció en una gran fase del segundo tiempo y los delanteros se desatendieron de cualquier obligación defensiva---, pero sólo hubo matiz inquietante: Bale regresó a la atonía que tantas veces le caracteriza. Sólo generó una jugada digna de su clase, la inmediatamente anterior a su sustitución. Bale hizo mutis en Mestalla. Zidane, tantas veces acusado de inacción, le retiró del campo, una decisión tan acertada como la de Marcelino con el cambio de Guedes por Soler. Había que volver a las decisiones básicas y eso hizo Zidane. Un jugador no funcionaba y lo cambió.
Lo mejor del Madrid se vio al final, después de un mal rato. Después de una temporada caracterizada por un fútbol mecánico, presidido por la profusión de centros aéreos, regresaron las buenas costumbres. Marcelo ---imperial---, Kroos, Modric, Asensio y Kovacic mezclaron el dinamismo con el pase corto, las paredes, el balón filtrado y la sorpresa. Se parecieron, en definitiva, a lo que son, jugadores diferenciales que hasta ahora apenas habían marcado diferencias.