Isabel Belaustegui, médica: “El estrés puede actuar como un palo en la rueda de tu plan para perder peso”
La experta en nutrición explica en el pódcast A lo Grande que esta situación engorda, aunque se hagan dieta y ejercicio, ya que eleva el cortisol, sube la glucosa y dispara la insulina.
Aunque solemos asociar la pérdida de peso casi exclusivamente con la alimentación y el ejercicio, el estrés juega un papel decisivo que muchas veces pasa desapercibido. Vivir en un estado de tensión constante mantiene al organismo en alerta, como si tuviera que enfrentarse de manera continua a una amenaza. En ese contexto, el cuerpo prioriza la supervivencia y no el cambio, lo que dificulta procesos como adelgazar. El aumento sostenido del cortisol, la hormona del estrés, favorece el almacenamiento de grasa y envía el mensaje de que no es un buen momento para gastar energía, sino para conservarla.
Así lo explica la nutricionista Isabel Belaustegui en el pódcast A lo Grande: “El estrés es otro elemento que nos engorda mucho. Y hay personas que hacen una dieta muy cuidada y entrenamiento físico para perder peso y no consiguen nada, y les lleva a una gran frustración. Cuando tenemos estrés de una manera mantenida o muy intensa durante un tiempo, eso lleva a una niveles elevados de cortisol que producen un elevamiento de la glucosa en sangre”.
“Cuando se eleva la glucosa en la sangre, se activa la producción de insulina. La insulina es la señal que le dice a nuestro organismo ‘Vamos a guardar energía en forma de reserva. No quemes nada porque aquí tenemos un excedente que podemos ir acumulando’. Entonces se bloquean esos resultados que están intentando conseguir con una dieta supercuidada. Ese estrés está actuando como un palo en la rueda que te impide avanzar”, agrega. ¿Y qué sugiere para combatirlo? “Calma, aceptación, relax. Vamos a bajar esos niveles de cortisol que están bloqueando tu pérdida de peso”.
Impacto sobre el descanso
A esto se suma el impacto del estrés sobre el descanso. Dormir poco o mal altera hormonas relacionadas con el apetito y la saciedad, aumentando el hambre y disminuyendo la sensación de estar satisfechos. El cansancio acumulado reduce la energía para moverse y cuidar el cuerpo, creando un círculo vicioso en el que el estrés alimenta conductas que dificultan adelgazar. Paradójicamente, la propia presión por perder peso —dietas rígidas, autoexigencia excesiva o miedo a “fracasar”— puede convertirse en otra fuente de estrés que refuerza el problema.
“El sueño también incide directamente en el peso. La falta de sueño engorda. Y eso tiene que ver también con el mecanismo del cortisol. No dormimos bien y entonces se elevan los niveles de cortisol. Hiperproducción o descontrol de la producción de insulina”, agrega la especialista.
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Asimismo, desde la psicología, el estrés también afecta directamente a la conducta alimentaria. Cuando la carga emocional es alta, es más probable comer por ansiedad, cansancio o necesidad de alivio, en lugar de hacerlo por hambre real. Además, el estrés reduce la capacidad de autocontrol y de toma de decisiones, lo que hace más difícil mantener hábitos saludables de forma constante. No se trata de falta de motivación o disciplina, sino de un cerebro saturado que busca soluciones rápidas para disminuir el malestar.
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