TIKITAKAS MÚSICA | ENTREVISTA A CARLOS ARES

Carlos Ares: “Busco que mi música no envejezca”

Es folk y es indie. Es Carlos Ares y es distinto. Si en 2024 irrumpió con fuerza con Peregrino, en 2025, La Boca del Lobo, es otra vuelta de tuerca. Habla con AS mientras todos hablan de él. Ojo en el Tomavistas.

Carlos Ares posa para AS en el jardín del Príncipe de Anglona, en Madrid.
INMA FLORES | DiarioAS
Patricia Cazón
Patricia Cazón Trapote nació en Zotes del Páramo, León, en 1980. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y Master de El País trabajó en El Diario de León y El País Semanal antes de llegar a AS en 2004. Cronista del Atlético desde 2016, es autora de cuatro libros y tertuliana en El Golazo de Gol y Estudio Estadio.
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Esta tarde en el Tomavistas, el festival que se celebra en la Caja Mágica en Madrid, va a pasar algo. Alrededor de las 20:10. Como el año pasado cuando el mundo descubrió que debía ver y escuchar a Alcalá Norte. La Vida Cañón en 2025 se llama La Boca del Lobo, segundo álbum de Carlos Ares (A Coruña, Galicia, 1997), un artista distinto. Y quizá esa sea la mejor manera de definirle, inclasificable. Capaz de beber de tantos lugares diferentes. Lo experimental y la electrónica fusionados con el pop-indie y el folk para dar forma a un sonido envolvente que, a la vez, cimbrea en la entraña como solo puede hacerlo el arte. Fue con Peregrino, hace un año, que se presentó al mundo con el proyecto como cantautor que bautiza su nombre aunque ya fueran muchos los años de callo, como productor y compositor. Un primer disco que, sin apenas calle, ya era portada de la revista Mondo Sonoro, publicación musical referente en España. Hay algo en su manera de tocar y componer que te arrulla y arrolla. Suena a todo y sin embargo a nada que hayas escuchado antes. Peregrino, de hecho, fue galardonado a mejor álbum pop del año pasado en la XVII edición de los MIN, los Goya de la música independiente en España.

Un disco al que, desde el 16 de mayo, ya acompaña La Boca del Lobo, ese segundo álbum publicado al 90,1%, en el que sigue explorando su propio interior para dar un paso más en su música. Y afianzarse como uno de los nombres escritos cada vez más en grande de la industria en España. Se le puede decir cantautor, se le puede encuadrar en el indie, pero toda definición siempre le quedará como la ropa a un niño de un año a otro. Chica, pequeña, corta.

Serio y minucioso, asoma una mañana de lunes por la puerta del jardín del Príncipe de Anglona, en La Latina, y hasta los claxon y el tráfico histérico de la ciudad parecen apaciguarse al otro lado de los muros, como si también quisieran detenerse a escuchar su timbre de voz, suave y directo. Imponen sus ojos del azul del Atlántico y el ceño levemente fruncido de las personas que siempre están pensando en algo. Tierno y franco, lúcido y perspicaz, se sienta con una botella de agua en la mano y se cuenta, hipnótico y cercano. Una charla con él deja casi todas las frases a subrayar, clavadas, grabadas. Consigue crear una atmosfera a su alrededor magnética, solo pendiente del brotar de su boca, de sus palabras hiladas con fina inteligencia. Resulta difícil elegir un titular. Cada frase lo es, a subrayar en negro tatuaje. Sentencias meridianas, reveladoras, que tocan. Como las canciones de ese La Boca del Lobo al que hoy le levantará el telón en directo, en ese concierto a las 20:10 en el Tomavistas que promete ser inolvidable, en un cartel compartido con Love of Lesbian, La Milagrosa, La Élite, Parquesvr, Biznaga, Mogwai o Caribou, entre otros. Después cogerá la furgoneta para viajar 330 kilómetros y formar parte del Vibra Mahou Fest en León 2025 mañana sábado (19:50) con ocho horas en directo en el que comparte cartel con Carolina Durante, Sienna, ELYELLA y Ferla Megía. Un viaje como lo son todas sus canciones. Tan distintas como emocionantes de veras.

Carlos Ares: “Busco que mi música no envejezca”
Carlos Ares.INMA FLORES

La Boca del Lobo lleva desde el 16 de mayo en la calle, ¿qué sensaciones está recibiendo?

Prometedoras. Sobre todo pensando en la gira. Este disco lo he compuesto con la intención de volver más entretenidos y dinámicos los show en directo. Ya las primeras veces que hemos tenido la oportunidad de tocar estas canciones, cuando incluso no se habían publicado aún, la reacción fue muy bonita. Estoy contento. Todos los mensajes, comentarios que estoy recibiendo… Todo lo relacionado con el álbum ha sido precioso.

¿Tiene la sensación de que había ganas por parte de escuchar hacia dónde iba Carlos Ares con su música después de Peregrino?

Sí (pausa). Me han preguntado muchas veces cuándo iba a publicar algo más, qué pensaba hacer después. Era muy consciente de que tengo la gran suerte, en este momento de mi carrera, de contar con la atención del público. Me parecía el momento idóneo para seguir exprimiendo esta creatividad e inspiración que tengo ahora, esta claridad en la dirección artística de mi música. Quería publicar algo rápido, para enriquecer los conciertos.

Peregrino se publicó en 2024 y La Boca del Lobo en 2025. ¿Tiene para 2026 también?

(Sonríe, tierno) Sí. Es bastante bonito, y lo agradezco mucho. Vivo con la constante duda de si esto va a durar para siempre o será solo ahora (ríe). Da un poco de vértigo pensar que se te pueden agotar la creatividad, las ideas..., y digo: “Ya que las tengo ahora, voy a aprovecharlas”. Ya tengo más o menos definido lo que será el primer proyecto que publique el año que viene.

O sea, ¿que en 2026 va a haber más Carlos Ares?

Sí, sí (se le tiñe la voz sonriente de acento gallego, ese “sí” doble). Siempre buscando una vuelta de tuerca. Lo del año que viene será diferente a lo de este y a lo del año pasado. Sin miedo. Exprimiendo toda esta ola de creatividad que ahora tengo en la cabeza.

“Este proyecto mío en solitario lo inicié queriendo ser súper libre. No necesitaba que mis canciones me dieran de comer porque ya lo hacían las que hacía para otros”

Carlos Ares

¿Cómo está viviendo toda la atención del público, de la industria?

Para mí ha sido un crecimiento muy paulatino y orgánico. Realmente lo único que ha cambiado es que, donde vamos a tocar, de repente hay más gente. Pero mi día a día sigue siendo el mismo. Soy una persona muy casera, estoy muy centrado en mi trabajo, entonces casi no me doy cuenta. Veo eso: cada vez más atención, más reacciones, más mensajes, más comentarios, más gente en los conciertos, que es lo que más me emociona.

Su música es muy difícil de definir, pero si hubiera que usar una palabra sería: arte. Va más allá de la música.

Eso es un piropazo. Este proyecto mío, yo como intérprete de las canciones, lo inicié queriendo ser súper libre. Las entendía como oportunidades para ser original y hacer cosas diferentes. Dicen que todo está inventado… Pero a mí esa frase me da mucha rabia. Siempre me ha motivado a llevar la contraria. Y dije: “Venga, pues vamos a tratar de fusionar cosas nuevas en castellano”. En nuestro idioma, creo, hay muchísimas cosas que ofrecer. Cada canción, álbum, son lienzos en blanco.

Y se ha dejado llevar. Para fortuna del público.

No hay por qué tener una estructura. O seguir un canon. De hecho, vamos a huir de las modas, de lo que está pasando en este momento. Vamos a conocer el código y la situación actual, claro, es importante si lo que quieres es conectar con la gente, que entienda qué estás proponiendo, pero al mismo tiempo vamos a tratar de volvernos locos. Trato de sorprenderme a mí mismo para tratar de sorprender a la gente. Lo maravilloso del arte es que puede ser tan libre como tú quieras. Y mi música, cantada por mí mismo, siempre aclaro esto porque considero parte de mi carrera todas las canciones que compongo o produzco para otros, empezó siendo un divertimento.

Cierto.

Claro. Porque yo, en realidad, ya me pagaba el piso y la comida con las producciones que hacía para otros. Las mías no necesitaban darme de comer. Eran ejercicios para pasármelo bien. Y, de casualidad, resultó que resonaron en la gente, y que ahora son las que me están dando todo el trabajo y ocupando todo mi tiempo.

¿Cuándo empezó a ser productor?

Con 15 años o por ahí.

Muy joven.

Al principio eran maquetas. Yo tenía una canción, que habitualmente componía en acústico, con una guitarra o piano, y la manera de explicarla era: “Mira, esto es lo que quiero que suceda en el directo”. Trataba de grabar todas las líneas de instrumentos que iban a formar parte. Y me fue gustando tanto ese proceso… Lo de grabar, decorar, revestir.

¿Se las pedían amigos? ¿Cómo empezó todo?

No, las componía yo en casa. Empecé haciendo versiones, supongo que como todo el mundo. Cantando canciones que ya existían. Y ahí me di cuenta de que la reacción de la gente cuando cantaba era muy bonita y muy sincera. Y pensé: “Pues a lo mejor se me da bien”. Y ahí me animé a probar a componer y a escribir. Esto con 12 años, más o menos.

Guau.

Luego, con 15, fue cuando me tomé más en serio lo de componer. Probé a hacerlo en castellano, a raíz de un primer proyecto en inglés. Todo estaba basado en eso: en que sentía que a la gente le transmitía cosas bonitas cuando cantaba, les emocionaba. Y eso me parecía maravilloso. Y luego la experiencia de hacer conciertos, que al principio eran para amigos y familia. Todo era muy estimulante: la composición, la grabación, llevarlo al directo… Te enamoras de la profesión, te la vas tomando cada vez más en serio. Empecé poco a poco a grabar las canciones para poder enseñarlas y que la gente entendiera lo que quería transmitir. Fui perfeccionando y puliendo mis habilidades como productor, hasta que se convirtieron en una herramienta de trabajo muy seria. Y empezó a haber gente que me llamaba porque les gustaba cómo sonaba una canción que, casualmente, había hecho yo con mis manos e ideas. Lo viví como una posibilidad. Para mí el éxito era vivir de la música. No ser cantante ni nada en concreto. Era hacer música y vivir creándola. Después de un primer intento fallido.

Ese disco que se llama Carlos Ares.

Ajá. Que se llama Carlos Ares y no tiene nada que ver con Carlos Ares.

“Me dijeron: ‘Lleva el pelo siempre igual y cortito, tu piel perfecta y haz música siempre de la misma manera, en estos tiempos…”. Pues… me dejé el pelo largo, me dejé las greñas, la barba, e hice de eso la personalidad de mi proyecto"

Carlos Ares

He leído que le cuesta hasta escucharlo.

Sí. No me lo puedo poner. Es triste. No reniego, eh. Siempre digo que cada canción ha sido necesaria para llegar a las de ahora. Pero, tristemente, son hipócritas. Yo no sabía lo que era el amor. Y escribí sobre el amor porque me lo recomendaron.

Después ha forjado una personalidad a esa que, entonces, habían dibujado para usted.

Totalmente. Pero es que, al final, tenían a un artista sin una dirección artística clara. Y yo era un caso especialmente difícil: quería dirigir artísticamente mi proyecto y, al mismo tiempo, no tenía aún esa dirección clara. Entonces se vieron en la necesidad, u obligación, de aconsejarme. Y claro, las personas que te aconsejan, realmente, tienen cero de artistas. Son gente que ha estudiado Márketing…

O Economía...

Eso. Personas que, en realidad, no tienen mucha idea de qué decirte. Y te dicen lo que tienes que hacer. Antes existía más la figura del A&R, los responsables del desarrollo artístico dentro de las compañías discográficas. Gente que, habitualmente, tenía algún vínculo real con la música. Que sabían hablarte, darte una crítica constructiva sobre una canción. Pero cada vez hay menos de eso. En mi caso, los consejos estaban todos basados en mi perfil. En que yo era un chico de 17 o 18 años, con unas determinadas características físicas y un target dirigido a mujeres, hablando desde lo heteronormativo, más o menos de mi edad. Mujeres que, básicamente, querrían escucharme cantar sobre amor y desamor. Un análisis muy frío.

Súper frío.

Sí, todo era frío (se le escapa el acento gallego en ese “frííío” de ‘i’ larga). En aquella época, yo hacía música desde un lugar horrible. No se me ocurrían canciones. ¡No había canciones que escribir! Yo no tenía nada que contar sobre esos temas. A lo mejor sí de otros, pero estaba tan obsesionado con agradar al público al que se suponía que debía cantarles… Era terrible crear así.

Pero de aquello emergió el Carlos Ares que es ahora. Por eso, quizá, en sus canciones, de hecho, no habla de manera clara ni de amor ni de desamor.

Sí. Eso surge de la rebeldía que vino después. Cuando te insisten en algo, terminas hasta las narices y tiendes a tirar en la dirección contraria. Yo, después de todo aquello, fui muy rebelde. Los consejos que me daban eran del tipo: “Lleva el pelo siempre igual y cortito, tu piel perfecta y haz música siempre de la misma manera, publicando siempre en determinados tiempos…”. Pues me dejé el pelo largo, las greñas, la barba e hice de eso la personalidad de mi proyecto. El personaje artístico que construí era un tipo que se harta de la civilización y la era moderna. Que se va a las montañas y se aleja, se olvida de los protocolos sociales. Que es frío y directo. A veces, hostil. Bruto. Y así empecé a escribir. Busqué todo ese carácter que creía que le faltaba a mi música. La de antes la considero blanca, hipócrita…, una serie de adjetivos, por lo general, son feos. Traté de hacer justo lo contrario con las canciones. No es que no escriba sobre amor. Es que escribo sobre muchas otras cosas. Ya no pretendo ser aquel producto.

Carlos Ares: “Busco que mi música no envejezca”
Carlos Ares.INMA FLORES

Aquel que querían que fuera.

Exacto. Me estaban diseñando y ahora simplemente me dejo llevar por mi naturaleza, lo que me pasa por la cabeza en el momento.

La Boca del Lobo está publicado al 90,1%. ¿Por qué?

Si haces las cuentas, ese 90,1% quiere decir que hay diez canciones publicadas de once. Hay una más que aún no ha salido, a la que siempre he querido dar un lugar especial dentro del repertorio. Desde el principio ha sido especial para mí, me he sentido muy orgulloso de ella, me he identificado mucho con lo que dice y cómo. Es una canción que huye de la manera tan ansiosa y rápida de hacer música hoy. No para el consumo inmediato. Está en otra dimensión emocional. No hemos decidido aún exactamente cuándo, pero sí sabemos que hay que darle el protagonismo y tratamiento que merece.

¿Cuándo podría llegar ese momento? ¿Después de la gira de festivales?

Probablemente. No lo tengo claro aún, pero uno de los motivos por los que no la quise publicar ahora es porque creo que los festivales no son el lugar para ella. Sería una pena mostrarla en un contexto que no le hace justicia... No quiero desvelar mucho sobre qué tipo de canción es (de pronto ríe, con esa sonrisa tierna que aparece como la de un niño ante su chuchería favorita)... Esa canción necesita su propio espacio y propio cariño. Quiero que la gente la escuche cuando toque escucharla.

Usted empezó muy joven como productor. ¿Cómo ha vivido el cambio en el ritmo de consumo musical, que ahora parece endiablado? Las canciones según salen ya son viejas.

Yo trato de huir de esa forma de consumir música… o de crearla. Pretendo que mis obras sean longevas, que envejezcan bien. Con un punto de atemporalidad. Eso lo consigues cuando escapas de las modas efímeras. Que las tendencias nuevas, molan, están bien. Son divertidas y marcan ciertos caminos. Pero pienso que el arte que se aleja de eso, que nace de su propia naturaleza, es el que perdura. Tanto Peregrino como La Boca del Lobo no se corresponden exactamente con lo que suena en la radio ahora. Tienen cosas. Hacen caso al código y existe alguna similitud entre mi música y lo que sucede en la moderna, la vanguardia, que a mí me gusta mucho. Todo lo experimental. Lo que se atreva a innovar. Pero también tienen ese ingrediente que yo busco, que intento que se perciba en las canciones. Que pretenden estar ahí, durar, quedarse. Que envejezcan con el tiempo, con esencia de atemporales.

“Ni Peregrino ni La Boca del Lobo se asemejan a lo que ahora suena en la radio”

Carlos Ares

¿Qué supuso para usted el premio de los MIN, los premios de la música independiente? Porque no lo esperaba…

No, no. Para nada. Sobre todo por la categoría. “Mejor álbum de pop”. Me llamó mucho la atención. Que consideraran mi trabajo pop fue sorprendente. Y me halagó. Lo sentí como una manera de decir que había cierta sencillez dentro de la complejidad que yo le encuentro a mi música, que es de esa que exige atención. Para escuchar con los cinco sentidos. Y que, aún así conecte, llegue al público, es una forma muy bonita de entender lo que significa el pop: algo que comunica, encuentra su camino hacia la gente.

Lo popular.

Dotar a mi álbum de esa esencia pop es algo que siempre quise. Pero me costaba. Y cuando me dieron el premio fue como un halago, algo precioso. También es cierto que, después de tantos años trabajando sin recibir un reconocimiento , fue una sorpresa enorme. Y me alegré mucho. Sobre todo porque estaba con todos mis músicos. Con un equipo de trabajo que ve que todo el esfuerzo que hacemos cada día por seguir siendo originales y apostar por una música libre. Ese disco me ha llevado a lugares muy bonitos.

¿Cómo definiría su estilo musical?

No lo definiría. No me gustaría.

Hablaba de la banda que le acompaña. ¿Cómo se han ido uniendo a su camino?

Son personas que han aparecido en distintos momentos. Sergio y Cristian, teclista y batería, son padre e hijo. Tocan conmigo desde que tengo 15 años, desde A Coruña. Sergio fue quien me dio mi primer ordenador para producir, y me explicó cómo darle al rec, cómo duplicar una pista (sonríe). Y Cristian fue el primer batería con el que toqué en directo, para presentar mis primeras canciones a amigos y familia. A Marcos le conocí porque le produje un disco. Y con Begut pasó algo parecido. Fue un flechazo musical.

En el disco hay dos canciones que, aunque separadas por un segundo de pausa, forman una sola obra.

Sí. Un beso del sol y Con un solo dedo forman una unidad. Las concebí juntas. Decidí dividirlas porque sentía que había una primera y una segunda parte muy claras. La primera es más oscura, teatral. Describe el fondo del pozo y las criaturas que puedes encontrar allí. Es tenebrosa. Habla, metafóricamente, de una etapa en mi vida en la que había muy poca luz. Estaba cayendo en una depresión sin darme cuenta. Fue una época complicada y peligrosa. Me planteé dejar la música varias veces. Luego hay una transición. Necesitaba una voz angelical que describiera ese momento de iluminación, cuando abrí los ojos y entendí todo lo que me estaba pasando y ahí le pedí a Begut que lo hiciera. Con un solo dedo es la segunda parte: cuando recupero las riendas de mi vida, dejo atrás esa etapa oscura y me encamino hacia la luz.

¿Y el primer impacto que recuerda con la música? Ese “guau” inicial.

Siempre estuvo ahí. Desde que tengo memoria. Mis padres me apuntaron a clases de piano con tres años. Luego, cuando cerró la escuela, me llevaron a un profesor particular. Más tarde ingresé en el conservatorio, luego la guitarra. No recuerdo ni un solo día de mi vida sin haber escuchado música en algún momento.

¿Recuerda sonidos concretos? ¿Momentos?

No diría influencias directas. Nunca quise sonar como alguien. Lo que quería era provocar las mismas sensaciones que a mí me provocaban ciertos artistas. Me impresionaba, por ejemplo, la honestidad de Freddie Mercury en The Show Must Go On, sabiendo que estaba al borde de la muerte cuando la escribió. Cuando mi padre me lo explicó, pensé: “Yo quiero hacer eso. No esa canción, no escribir sobre eso, sino lograr afrontar lo que me pase con esa valentía”. Mi madre también me ponía música clásica. Recuerdo El Moldava, y su explicación de que era una obra inspirada en un río. Me decía: “Ahora crece, ahora se vuelve violento”. Y escuchaba y lo veía en mi cabeza. Sentía la música con mucha intensidad. Desde niño supe que quería hacer música que emocionara así, con esa sensibilidad. Que te atraviese, por la letra o por la melodía, pero que te llegue.

¿Le gusta el fútbol?

Ahora no lo consumo mucho. Fui muy aficionado, y durante años socio del Dépor. Ahora soy más de Fórmula 1.

“Fui abonado del Dépor y me ponía en el estadio al lado de los Riazor Blues. Uno de mis ídolos era Filipe Luis. Ahora me he enamorado de la F-1″

Carlos Ares

¿Iba a Riazor?

Sí, con los Riazor Blues. Tuve una etapa un poco macarra. Me ponía al lado, de pie, sin meterme en el medio. Me gustaba vivir el partido animando, cantando. Me parecía muy divertido que gente que igual no sabía nada de música estuviera allí componiendo cosas que todo el estadio coreaba. Le veía mucha gracia.

¿Algún ídolo del Dépor?

Me gustaba mucho Guardado. Y Filipe Luis. Viví en directo la lesión que tuvo. Le teníamos mucho cariño a los que llevaban tiempo en el club. Valerón era Dios. Tuve la suerte de verle jugar. Metía unos pases... Manuel Pablo, Aranzubia… En esa época disfruté mucho del Dépor. Y también lo sufrí, claro. El “ascensor”, como lo llamaban.

¿Y cómo llegó a la Fórmula 1?

Por las últimas cuatro carreras de 2021. El mejor guion que nadie puede escribir. Hamilton iba camino de su octavo mundial. Lo tenía casi hecho. Y de pronto Verstappen, que nunca había ganado una, el novato, era segundo y tenía que ganar las cuatro que quedaban para arrebatárselo. Y dije: “Ostras qué interesante”. Y mire el resultado de la cuarta para el final y vi que había ganado Max. Y mire el resultado de la antepenúltima y vi que había ganado Max. Y ya la penúltima me la puse y ganó Max y llegaron a la última empatados Y fue una carrera increíble. Con emoción, decisiones polémicas, todo. Y ganó Max. Fue tan impactante que me metí de lleno en la F1. Al año siguiente Alonso empezó a tener buenas carreras. Yo le admiraba desde 2005, 2006, cuando era niño.

¿Madrugó para ver sus carreras entonces?

Sí, sí. Hace poco incluso me fui en coche a Bélgica para ver el circuito de Spa en directo. Me encanta ese deporte: combina tecnología, diseño, riesgo… Ver cómo los ingenieros desarrollan cada coche con las reglas que impone la FIA es increíble. Y luego están los pilotos, jugándose la vida en cada curva. Me emociona mucho.

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(Como hace él, con sus canciones).

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