Los últimos días de Sean Connery: "En momentos de lucidez, quería acabar con todo"
Micheline Roquebrune, la viuda del actor, relata que llegó a pedirle al médico marihuana para poder llevar mejor la demencia que sufrió en sus últimos años.
El pasado 31 de octubre el mundo del cine sufría una de sus más notables pérdidas. Sean Connery, uno de los actores más populares y con más éxito del siglo XX gracias a más de 90 películas, fallecía a los 90 años de edad tras una última etapa marcada por la demencia que padecía. Lo hizo, eso sí, acompañado de la mujer con la que compartió sus últimos 45 años, su esposa Micheline Roquebrune. Ella le ha descrito como un hombre "muy sensible, muy sencillo y muy modesto" que "no podía soportar la injusticia" y que a veces "bebía demasiado y se comportaba como un macho".
En una entrevista con la revista francesa Paris Match, la pintora ha detallado cómo fueron los últimos días del actor, cómo fue su relación y los infructuosos intentos por tener un hijo que finalmente "no pudo ser". Pero siempre hay que empezar por el principio, y por eso Roquebrune confesó que ambos se conocieron cuando el actor estaba casado con Diane Cilento y era "infeliz en su matrimonio". Ella no quiso quedar más con él, pero tres meses más tarde recibió la llamada de un Connery que ya había decidido separarse.
"Sean tenía un carácter bastante oscuro. Siempre veía el lado malo de las cosas mientras que yo veía el lado bueno. Para que nuestra relación funcionase, le dije que teníamos que hacer una comprobación frecuente en común, para ver qué pasaba y qué no pasaba entre nosotros. Y eso hicimos", explica la viuda, que nunca tuvo miedo de las numerosas mujeres que se acercaban al artista. "Siempre le dije que cuando quisiera irse, que se fuera. Pero te contaré un secreto: a Sean le gustaban las mujeres pero prefería la compañía de los hombres, igual que yo".
Los últimos cuatro años, durísimos por la demencia
"Sufría demencia y era consciente de su condición, lo que le hacía muy infeliz. Estaba aburrido. Dormía días enteros tratando de olvidar. En sus momentos de lucidez, y los tenía, me decía que ya había tenido suficiente y que quería acabar con todo esto", explica la pintora. "Fue desgarrador verlo así. No era vida. Al final le rogué al médico que le diera marihuana, cualquier cosa para que se sintiera un poco más feliz".
Y es que por muchos intentos que llevaron a cabo, la salud de Connery no mejoró. Incluso acudieron a la prestigiosa Clínica Mayo, pero allí le dijeron que el actor tenía "un corazón muy grande con dificultades para latir y que sufría el riesgo de no durar demasiado tiempo", confiesa Roquebrune. La solución era un marcapasos, pero ella lo descartó: "Mirando hacia atrás, no sé si llevaba razón".
Por otro lado, la esposa de Connery recordó el último adiós a su marido, marcado por las restricciones por la pandemia de coronavirus. "Él no quería una ceremonia religiosa porque no era creyente, y yo tampoco lo soy", detalla, por lo que fue incinerado en Bahamas y sus cenizas presiden su amplio salón hasta que la crisis sanitaria permita que sean esparcidas: "Algunas serán arrojadas en el campo de golf de Lyford Cay (en Nasáu) y el resto en Escocia, en el campo de golf de Saint Andrews". Eso sí, Micheline podrá tener un bonito recuerdo de él en forma de figura: "Tenía unas manos muy bonitas. Cuando murió las puse en moldes de yeso, su mano derecha ya se estaba cerrando y yo se la abrí muy lentamente. Las haré en bronce. Me gustaría mucho que formaran parte de los recuerdos de la gente", concluyó.