Paula Badosa, del infierno al cielo en 10 meses
La española, que tocó fondo en el Madrid Open 2024, ha ganado 131 puestos en el ranking, es semifinalista de Grand Slam y se ha olvidado del dolor.

“Fue una fractura por estrés en la vértebra L4/L5, que no se estaba recuperando bien (la sufrió en el WTA 1.000 de Roma de 2023 y casi estuvo medio año sin jugar). Luego las articulaciones facetarias estaban inflamadas todo el tiempo. Cada vez que hacía ejercicios, tenía que parar porque no respondía bien. Cuando pensé en parar fue cuando me estaba poniendo las inyecciones, porque me dijeron que tenía que ponerme un máximo de tres al año, y ya estaba tomando la segunda. Era el cuarto mes del año. Estaba jugando en el límite con eso también”, recordó Paula Badosa en la rueda de prensa posterior a su victoria en cuartos del Open de Australia contra Coco Gauff. Aquel fue el inicio del infierno que estuvo a punto de hacerle colgar la raqueta.
Pero el momento más bajo lo vivió en el Madrid Open, cuando trataba de volver a la élite y las cosas no le fueron bien. “Fue especialmente en la temporada de tierra batida, bastante mala para mí. Me seguía doliendo la espalda. Así que en ese momento realmente no sabía qué hacer. Sobre todo después del torneo de casa, en Madrid, que fue muy duro para mí (perdió en primera ronda contra Jessica Bouzas). En ese momento pensé: tal vez no estoy hecha para volver. Dudaba mucho”.
Remontada
Ahí, Badosa tocó fondo y cayó por debajo del top-100 en el ranking, hasta el puesto 140 el 20 de mayo de 2020. “Hice algunos cambios en mi equipo. Recuperé a mi antiguo preparador físico (David Antona) y a mi nutricionista (el también psicólogo Daniel de la Serna) y todo lo que estaba conectado un poco con mi espalda. Realmente creía en ellos, porque habíamos trabajado ya en 2021, y me fue muy bien. Y, por supuesto, conocen mi cuerpo. Me dieron algunos consejos diferentes, que no estaba recibiendo en ese momento. Con eso y cuando tienes fe en algo, en un equipo, creo que las cosas empiezan a funcionar”, explicó Paula. “Mi espalda empezó a responder muy bien con los ejercicios que me decían, con la comida que tenía que comer, con los suplementos que tenía que tomar. También por los nuevos médicos. Así que todo eso, el rompecabezas comenzó a verse mejor. Empecé a jugar más partidos. Al principio tenía miedo de cómo me iba a despertar al día siguiente. Pero estuvo bien, y ahora estoy bien”.
Los buenos resultados empezaron a llegar. En Roma ya se notó la mejoría. Después en Roland Garros (perdió en tercera ronda contra Aryna Sabalenka) y, sobre todo, en Wimbledon, donde llegó a octavos. Pero el gran salto lo dio en Washington. De allí salió campeona y con la moral reforzada. Entró como número 62 y salió con el 40. En Cincinnati hizo semifinales y volvió al top-30 (29ª), antes de alcanzar los cuartos de final en el US Open y meterse entre las 20 mejores del mundo. Las semifinales de Pekín y Ningbo hicieron el resto y empezó 2025 como número 12. Ahora, virtualmente es novena. “Emocionalmente he mejorado mucho. Antes deseaba las cosas demasiado. He aprendido a apreciar más los momentos. Cuando gano un partido como este, trato de absorberlo todo”, argumenta. Lo que no ha cambiado es su ambición. Ya la tenía cuando fue campeona júnior de Roland Garros en 2015, con 18 años, y Premio Promesa AS. Entonces soñaba con ser “una de las mejores del mundo”, como confesó en una entrevista concedida a este diario. Ahora lo es, cada vez más.
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