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MASTERS 1.000 | MONTECARLO

Davidovich pide paso

El malagueño de 22 años sufre para derrotar a Dimitrov pero alcanza la primera final de su carrera, que jugará el domingo (14:30, Vamos) contra Tsitsipas.

Davidovich pide paso
VALERY HACHEAFP

Con un ace y de rodillas sobre la tierra, Alejandro Davidovich puso fin al sufrimiento y cerró la victoria sobre Grigor Dimitrov (6-4, 6-7 (2) y 6-3 en 2h:43) que le sirve para alcanzar la primera final de su carrera. Y no una cualquiera, sino la del Masters 1.000 de Montecarlo, el de la tierra sagrada de monstruos como Rafa Nadal, Bjorn Borg, Guilermo Vilas, Ilie Nastase o Thomas Muster. Este domingo (14:30, #Vamos), el malagueño con aspecto de guiri, de padres rusos pero nacido hace 22 años en el Rincón de la Victoria (Málaga) y 'boquerón' como el que más, tendrá la oportunidad de luchar por el título contra el actual campeón y número cinco del mundo, Stefanos Tsitsipas, que pasó por encima de Alexander Zverev con 6-4 y 6-2. Palabras mayores.

Hay momentos, torneos, que sirven para transformarse. Quizá el martes pasado fuese ese día en el que 'Foki' (apodado así por su apellido materno, Fokina) dio un vuelco a su carrera cuando tumbó a su ídolo, el número uno Novak Djokovic. Después cayeron David Goffin, Taylor Fritz y Grigor Dimitrov. Eso, de sopetón, cuando venía de protagonizar un arranque de temporada pobre, con seis primeras rondas, dos segundas y una tercera. Djokovic fue el click que hizo aflorar lo bueno que tiene dentro. No en vano, fue campeón júnior de Wimbledon en 2017.

Davidovich, como ha hecho tantas veces Nadal sobre el golpe a una mano de Roger Federer, martilleó con bolas altas el delicado revés del búlgaro (30 años y 29º del mundo, pero que llegó a ser tercero) hasta desmontarlo. Y 'Baby Federer' también hizo aguas por allí.

Jorge Aguirre, técnico del malagueño, dice de él que es un "potro loco". Un volcán anárquico e impaciente que puede asaltar los cielos si contiene su lava. Es lo que hizo frente a Dimitrov en la primera manga. Él tuvo la calma, la paciencia, de la que no dispuso su rival, un tenista con ocho títulos, entre ellos las ATP Finals y el Masters de Cincinnati en 2017. Davidovich, con un tremendo control, logró un break para 2-1 y mostró firmeza. Sólo se desordenó un poco en el último juego con una extraña dejada (30-30) pero lo resolvió con aplomo.

EL VÉRTIGO

ESPAÑOLES FINALISTAS EN MONTECARLO

Rafael Nadal (12) Sergi Bruguera (3) Manolo Orantes (2) Juan Carlos Ferrero (2) Albert Costa (1) Álex Corretja (1) Carlos Moyá (1) Fernando Verdasco (1) David Ferrer (1) Albert Ramos (1) Alejandro Davidovich (1) *Entre paréntesis, las veces

Ya se habían enfrentado los dos el año pasado, en Roma con victoria del español. Sabía cómo ganar la batalla táctica. Tras entregar su servicio en el segundo juego, logró un contrabreak y otra rotura para 3-2. Eficaz con sus golpes. Profundos, colocados y letales como los de ese Floyd Mayweather al que admira (su padre fue boxeador). Con 5-4, se dispuso a sacar para llevarse el partido y sintió el vértigo. Acelerado, entregó un break a Dimitrov que no merecía, se desinfló y jugó un tie-break horrible que igualaba el partido.

Parecía desnortado Davidovich. Sin rumbo como otras veces, encajó un break de entrada. Se asomaba al abismo cuando logró salvar dos bolas de rotura en un tercer juego que se prolongó 14 miutos (una con un saque por abajo como un guiño a su naturaleza loca) y volvió a centrarse. Parcial de 5-0 y otra vez en disposición de ganar con al servicio. Esta vez no falló. No podía.

En el Monte Carlo Country Club, que se asoma a su Mediterráneo, en el escenario que estaba destinado al brillo de Carlos Alcaraz (el murciano de 18 años perdió en su debut) sin Nadal en el cuadro, Davidovich se reivindicó como protagonista. Y mañana aspirará a ser el sexto español en triunfar en el Principado tras Manuel Orantes (1975), Sergi Bruguera (1991 y 1993), Carlos Moyá (1998), Juan Carlos Ferrero (2002 y 2003) y Nadal (2005-2012 y 2016-2018). Davidovich, que desde el puesto 46º del ranking se ha asegurado ya salir 27º, también pide paso.