Pepe Imaz (Arnedo, 47 años), extenista y entrenador, se define como "un ser humano imperfecto con el deseo de evolucionar, crecer y poder compartirlo". Dirige en el Club Puente Romano de Marbella Amor & Paz, una escuela diferente que transmite "conocimiento a través del tenis" y que comparte con Marko Djokovic, hermano de Novak, a quien asesora espiritualmente. También lleva un grupo de jugadores. En AS explica sus métodos y habla sobre la figura y las motivaciones del número dos del mundo.

¿Qué tal va su grupo de competición?

Bien, lleva ya unos cuantos años, no es nuevo. Por él pasaron Giraldo y Hantuchova, entre otros. Ahora tengo a Carlos Gómez, Mario Vilella y chicos júnior y de ITF.

¿Cuál es el método?

No hay un método. Se trata de que los chicos tomen consciencia de que son jugadores de tenis, pero ante todo personas. Depender de ganar o perder conlleva estrés. La derrota provoca enfado y tras la victoria se piensa enseguida en el siguiente partido, lo que produce ansiedad. Aquí intentamos tomar consciencia de quiénes somos y tratarnos con cariño y respeto. Hay que trabajar el tema técnico, táctico y físico. Pero la prioridad es cuidar el ser.

¿Hay principios esenciales?

Cuando uno está bien consigo mismo, lo que hace lo hace mejor. Si recibes un error con aceptación estás en armonía y aprendes de él. Si no lo aceptas, entra el juicio, la crítica hacia ti mismo y estás tenso, enfadado y no abierto a aprender. Evidentemente, no da igual fallar, se busca el acierto. Pero no hay que ir a la guerra contra eso. No es malo, es la antesala del aprendizaje, un regalo, porque de lo que ya sabes no puedes aprender, de lo que no tienes interiorizado, sí. Y a eso le llamamos fallo, y es un maestro.

¿Cómo enfocan la competencia dentro del grupo?

En mi experiencia como jugador vi muchos piques, envidias y roces, más cuando jugabas contra alguien de tu equipo. Todo eso venía del ego, de la necesidad de demostrar que eras mejor que el otro ante los demás, para conseguir respeto y aceptación. Si uno se da eso a sí mismo, no dependerá de los otros y habrá armonía prepartido y postpartido. Si nos cuidamos a nosotros mismos no necesitaremos las limosnas que nos dan los demás. Aunque ganes y tenísticamente seas mejor, como persona eres igual. Yo cuando ganaba era como una borrachera, me sentía altivo porque me hacían sentirme a sí. Pero la verdadera atención y respeto es la que se da uno a sí mismo. Así se juega mejor porque se está en armonía, sin olvidar la práctica.

¿Qué opina de que los jugadores vayan al psicólogo, equipara su trabajo con el de ellos?

Mi intención no es enseñar a una persona a que esté bien, porque yo tengo mis carencias, miedos e inseguridades. Yo comparto. No sé si puede equiparar mi trabajo con el de un psicólogo, porque no tengo sus estudios, sí un recorrido en el que ha entrado muchísima lectura de psicología, de energía, de ser, pero no para ayudar a los demás, sino por necesidad mía. Yo comparto lo que literalmente me salvó la vida, pero no me considero alguien que hace estar mejor a las personas. La pandemia nos ha mostrado nuestras divinas y maravillosas carencias y nos ha dado la posibilidad de observarnos y trabajar sobre ellas. Algunos se han atragantado más que otros en ese proceso y hay personas que han buscado ayuda. Y me parece estupendo. Todo vale.

¿Sigue en contacto con Djokovic por estos temas?

Sí, además es una relación que no tiene horario. Surge cuando lo sentimos. Cuando yo percibo que tengo algo para compartir con él, la puerta está abierta y viceversa. Él ya tiene una parte importante de su vida en Marbella y eso nos hace vernos con más regularidad. Además, está aquí su hermano Marko, con quien comparto un proyecto con niños que exportamos a La Rioja, en colaboración con la federación de allí. Es una de las actividades que tenemos como el grupo de continuidad con los chavales que quieren seguir jugando al tenis.

¿Cómo supera Nole todas las polémicas que vive?

Como yo lo siento y lo observo, todo lo que él ha hecho, lo ha hecho con la mejor intención y deseo de ayudar y aportar desde el estatus que tiene en el mundo del tenis. Lo ha hecho de corazón. Algunas cosas han sido más acertadas o menos. Es un ser humano y aprende. Para algunos se equivocó y las críticas las vivió y las recibió con aceptación y aprendizaje. Así las llevó mejor y las digirió. Aceptó el derecho a opinar de muchas personas, aunque a veces lo hacemos demasiado a la ligera. La información llega muy difuminada y no es muy cercana a la realidad. Aún así la gente se atreve a lanzar opiniones. Dicho esto, repito que todo lo que ha hecho ha sido por deseo de ayuda, no por interés. Todo lo que ha creado lo ha aportado a personas necesitadas.

¿Qué le parece el asunto de su asociación de jugadores?

Tiene la vida resuelta y podría no ocuparse de los que no la tienen. Se mete en jaleos pensando en los otros. No quiere decir que la ATP lo esté haciendo mal, pero sí que se puede hacer más. Yo suelo estar con él a última hora del día, en torneos, en su casa de Montecarlo o en Marbella, y a veces, cuando nos vemos o hablamos, se ha pasado dos o tres horas reunido para intentar mejorar la situación de los compañeros que no tienen sus privilegios. Tiene unos valores impresionantes, con una humanidad y una generosidad tremenda que no quiere hacer ver. Yo conozco acciones suyas que no se saben y son mágicas, de un ser humano maravilloso por el que hay que dar las gracias. Ojalá hubiera más así (el tenista ucraniano Stakhovsky publicó ayer unos mensajes en los que el serbio se ofrece para ayudarle a él y a su país).

¿Cómo consigue compaginar eso con la ambición que tiene por ser el mejor?

Tiene un maravilloso equilibrio entre el deseo de conseguir todo en su profesión y no olvidarse de que es persona y ser humano. Le da energía.

¿Le pone de ejemplo para los niños en la escuela?

Intento no usarlo mucho, porque el mejor ejemplo es el respeto propio y la aceptación. Se habla de él, pero los chicos deben crear su propia base para no generar una energía falsa si piensan, ‘venga, como Novak’. Esa base consiste, ante todo, en tratarse como seres humanos.