¿Y qué tal Rudy como abanderado?
Vaya por delante que los dos abanderados designados por el COE para liderar el desfile de España en los Juegos de París 2024 son fantásticos, como ya se ha destacado en este mismo espacio. Marcus Cooper y Támara Echegoyen, dos campeones olímpicos, emanan las esencias del deporte español y, para mayor énfasis, representan a las dos disciplinas que encabezan el medallero patrio, el piragüismo y la vela, dos fuentes inagotables de podio. La presente columna no tiene la intención de cuestionarlos, pero sí invita a una reflexión. ¿La calidad de las medallas particulares debería permanecer como el único baremo por reglamento para decidir los portadores de la bandera o habría que introducir otros factores de semejante relevancia como las participaciones?
Voy a lanzar dos nombres, uno masculino y otro femenino, para encender el debate. Y creo que se me entenderá mejor. Rudy Fernández, recién clasificado con la Selección, cumplirá en París sus sextos Juegos, un número récord en el baloncesto. Además, tiene tres medallas: dos platas y un bronce. La palista Teresa Portela, por su parte, afrontará este verano su séptima presencia, que también es récord en el olimpismo femenino español. Ya lo era, de hecho, con seis. A ese currículo añade una medalla de plata y cinco diplomas olímpicos. Siempre en la élite. La discusión no es nada nueva, porque ya surgió en los últimos Juegos, cuando Jesús Ángel García Bragado sumó la friolera de ocho participaciones olímpicas. El atleta sí puede presumir de haber ondeado la enseña en una Ceremonia de Clausura. Pero no es lo mismo. Rudy y Teresa hubiera sido también dos abanderados magníficos, eso es indiscutible. Por eso invito, en un futuro, a ponderar los méritos de nuestros deportistas. Sería de justicia que no todo dependiera de un oro.