Y laureles para quien dé el salto
En el Real Madrid, como en tantos otros lugares de trabajo, la juventud siempre había estado bajo sospecha. Portar el escudo del Madrid conllevaba una responsabilidad y uno necesitaba galones. No podías ir por ahí diciendo que eras jugador del Real Madrid sin un bagaje, sin una carta de méritos asombrosa. Hubo una época en la que si no tenías un Balón de Oro, o eras serio candidato al mismo, ni se contemplaba tu contratación. Fue una era importante para el Madrid, un cambio de paradigma en el club. De repente, el Madrid podía traer a todos esos grandes jugadores que durante una época habían sido tan solo quimeras. Y duró lo que tuvo que durar.
Todo esto ha ido cambiando de un tiempo a esta parte. El Madrid dio un giro importante a su política de fichajes, gradual pero decidido, y se quiso adelantar a los transatlánticos con los que competía. Ir un paso más rápido, asumiendo algún riesgo. Invirtiendo rápido y viajando ligero de equipaje. Incluso desprendiéndose de ciertas joyas de la familia antes de lo esperado, para temor de los herederos. Había que moverse rápido y con atrevimiento. Así fueron llegando los Casemiro, Varane, Vinicius, Rodrygo, Valverde, Brahim, Güler o Endrick. Buen ojo, buen timing. Y paciencia.
Ahora llega Mbappé, que es una vuelta a ese modelo original. Una pieza que merece la pena el cambio de estrategia. Se trata de un jugador generacional y, al mismo tiempo, supone un riesgo por las expectativas creadas, por la polvareda levantada.
Se ha criticado mucho al francés por sus idas y venidas. Por sus cambios de parecer. Hubo momentos en los que solo le faltaba llevar abanico a Las Ventas y que nosotros leyéramos mensajes ocultos al madridismo por su manera de abrirlo. Pero creo que ahora, más que nunca, es cuando demuestra valor. Cuando el Madrid ha ganado la Champions y sabe que el equipo, y esto es duro decirlo, no le necesita. Ahora es cuando Mbappé tiene que demostrar que su fichaje puede cambiar una época. No es fácil, pero es atrevido. Y eso es importante.
Cuando murió Patricia Highsmith, encontraron un bonito poema (algo sorprendente quizá dado el carácter algo sombrío y arisco de la reina del suspense) en un armario para la ropa blanca. Lo leyeron sus amigos días después en su funeral.
¡Un brindis por el optimismo y la valentía!
¡Una copa por la osadía!
¡Y laureles para quien dé el salto!
En este fichaje hay ropa blanca, hay vértigo, hay impulso, hay valentía, hay optimismo, hay riesgo, hay salto. Y brindamos por todo ello.
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