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El que no pega, termina recibiendo: Jugó el Borussia Dortmund una señora final, pero pecó de lo que un equipo nunca puede pecar contra el Real Madrid. Sobre todo en este tipo de partidos. Fue superior el BVB durante gran parte del choque. Y gozó de oportunidades de sobra para no solo golpear a los de Carlo Ancelotti, sino también para noquearlos. Pero les faltó mucho veneno a los alemanes en los metros finales, justo esa poción que el conjunto blanco esconde en su ADN. Las finales no se juegan, las finales se ganan. Y el Dortmund solo la jugó.

Adiós amargo para Reus: Ocurrió lo que se esperaba. Igual que ante el PSG en semifinales, la leyenda del Borussia Dortmund no entró en el once en el que fue su último partido para el BVB. Entró en el 72, dos minutos antes de que Dani Carvajal marcara el tanto que allanó el camino de los blancos hacia la decimoquinta. Se marcha una leyenda con dos Copas de Alemania y el doloroso recuerdo de haber rozado la Orejona en dos ocasiones. Adiós cruel.

Continúa el trauma de Wembley: Once años después, el cuadro westfálico volvió al lugar en el que pasó una de las veladas más duras de su historia. En 2013, el Dortmund de Jürgen Klopp se vio las caras con el Bayern en una final alemana que acabaría perdiendo debido a un gol sobre la bocina del exmadridista Arjen Robben. Más de una década después, los borussen volvieron a vivir una pesadilla en una capital londinense que, de una vez por todas, se ha tornado en un capítulo de lo más oscuro en las páginas negriamarillas.

La Bundesliga se queda a las puertas: El cierre de curso no fue el esperado en uno de los años más destacados para la máxima competición alemana. Una semana y media atrás, el Leverkusen sucumbió ante un Atalanta que le negó el triplete a los pupilos de Xabi Alonso. En Wembley fue el Real Madrid el que domó a un Borussia que trató de llevar una Orejona a tierras alemanas cuatro años después de que lo hiciera el Bayern en pleno coronavirus. Supone un final no muy feliz para un fútbol alemán que, muy a pesar de haber dado un paso al frente y haber puesto a prueba que hay vida más allá del todopoderoso equipo bávaro, sigue sin estar listo para volver a la cima del fútbol europeo.

Hummels, como el vino: El central alemán ya fue un coloso en semis. Domó a Mbappé tanto en la ida como en la vuelta, volviendo a ser aquella roca en defensa que sostuvo a la Mannschaft durante la conquista de la Copa del Mundo hace ya una década. Pues contra los de blanco volvió a hacer más de lo mismo, mostrando una vez más un nivel que le debería haber servido para entrar en la lista de Julian Nagelsmann para la EURO, lo que hubiese supuesto el broche de oro a una grandísima carrera. Segunda derrota en una final de la Champions. Pero no fue su culpa. Para nada.

La vida de Füllkrug al revés: El tanque alemán fue el mejor ejemplo de lo sumamente cruel que puede ser este deporte. Hizo un grandísimo partido en todos los aspectos. Enorme de espaldas. Amarrando balones. Rematando todo lo que le llegaba, pero, al igual que todos sus compañeros, sin esa pizca de suerte en los metros finales. Y, después, cuando el choque ya entró en la fase crucial, el delantero de 1,89 metros de estatura fue superado en un córner por Dani Carvajal, que mide cerca de 20 centímetros menos y derrumbó el Muro Füllkrug y todo el Muro Amarillo alemán.

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