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Xavi tira el muro de las vacas sagradas

Decidido. Xavi parece haber cruzado finalmente la frontera. Su decisión de mandar al banquillo a Jordi Alba en el Reale Arena ha sido muy celebrada en Barcelona. Se considera que, al fin, se ha quitado los grilletes y se ha liberado de las prebendas que durante años han tenido las vacas sagradas. Con Piqué como quinto central del equipo por detrás de Koundé, Araújo, Christensen y Eric, el toque al lateral izquierdo después de su mal partido ante el Rayo fue serio. El técnico aprovechó que movía el sistema y que Balde va mejor hacia arriba que para abajo para hacer el cambio. Guiños del fútbol, en el primer minuto Balde se dio el carrerón del 0-1 en la jugada de Lewandowski. Uno de esos episodios que fortalecen a un técnico.

Meritocracia. Así pues, de los capitanes ya solo hay uno intocable para Xavi. Es Busquets, que es también con quien mejor relación personal comparte. Pero el asunto es futbolístico. Xavi cree que, igual que el tiempo de Piqué ha pasado y que Alba necesita ya quien le mueva la silla de vez en cuando (lo que hace Luis Enrique en la Selección con Gayà o Marcos), Busquets aún es imprescindible. El golpe en la mesa de Xavi fue inesperado, pero tiene mucha lógica y era casi una cuestión de necesidad. El Barça terminó la temporada pasada con un sabor de boca amargo y a Xavi, que ya estaba en esa foto, se lo podía llevar la ola. No podía dar más rodeos a la situación porque le han puesto en sus manos una superplantilla que solo se sostiene con títulos y Laporta está vigilante. Tenía que acabar con las alineaciones políticas, que han sido una norma general durante años. Un vestuario lleno ya de jugadores de peso este del Barça 2022-23 no puede detectar tratos de favor del entrenador. Y ahora sí, Xavi ha empezado a implantar aquella “meritocracia” de la que hablaba su decálogo cuando llegó de Qatar. Seguramente, le esté costando ya alguna mala cara de los veteranos; y eso no es fácil de llevar en el vestuario. Pero también le hará más respetado dentro. El Barça lleva demasiados años perdiendo y con la famosa gestión del vestuario a cuestas para justificarse. Era el momento de imponer el principio de justicia. Xavi ha sabido verlo y también se ha percatado de que desde la planta noble se veía bien ese movimiento rupturista. Ha decidido ser él mismo. Si no, corría el riesgo de caer con los que hoy tienen difícil su futuro. Ahora está por ver si los afectados se vuelven colaboracionistas o agitan el enjambre. Su estatus ha disminuido. Y también es tiempo de que el Barça encuentre nuevos líderes.