Vitor Reis, sí y no


Doble cara. Como con casi todos los jugadores que saltan de América a Europa, Vitor Reis (19 años) necesita de un chequeo completo y un tiempo de adaptación importante para comprobar si es verdad todo lo bueno que se dice de él. Ya se sabe que los elogios, a veces, son desmedidos, inexistente ese principio de cautela por las urgencias del mercado. El salvoconducto de su llegada al Manchester City, que pagó al Palmeiras más de 35 millones de euros, provocó que se depositaran muchas esperanzas en Brasil en su figura. Apenas tuvo minutos el pasado curso, y la cesión al Girona era un paso natural por los códigos similares que manejan Guardiola y Míchel. Hasta el momento, en un contexto complicado, Reis emite sensaciones encontradas. La victoria del Girona frente al Alavés fue un desahogo colectivo en un partido en el que el central brasileño mostró buena parte de sus virtudes, pero también enseñó alguno de sus defectos. Se trata de un defensa de nuevo cuño, que destaca más con el balón que en el corte o la cobertura. Lo mismo que le pasa a Huijsen en el Real Madrid. Ante el Alavés, tuvo un 97% de precisión en el pase (58 entregas buenas de 60) y sumó 67 toques. En ese registro apenas se le ven fisuras y se emplea con una personalidad arrolladora. Al mismo tiempo, ese aire despistado y sus titubeos en el área propia ponen bajo sospecha su firmeza defensiva. En el uno contra uno resulta muy difícil de superar —solo ha sido regateado una vez en toda LaLiga—, pero tiende a la distracción en las marcas. Son contradicciones a las que se tendrá que enfrentar para conocer el verdadero alcance de su proyección.
A la carrera. El Villarreal se presentaba en Cornellà tocado por la injustificable derrota europea ante el Pafos chipriota, pero dejó a las claras que en LaLiga se mueve con mayor seguridad y con ideas más claras que en la Champions. Al Espanyol le despachó desde el talento de Gerard Moreno y de su autoridad en las transiciones. Es, de largo, el equipo de mayor amenaza en el contragolpe. Lo resaltan los números —36 jugadas de este tipo con tres goles— y las propias sensaciones. Marcelino cuenta con futbolistas capaces de atraer la presión (Thomas, Gueye, Parejo...), calidad máxima entre líneas (Gerard Moreno, Moleiro...) y corredores imparables en la conducción (Buchanan, Pépé...). El Espanyol, como tantos otros, se descompensó en cada salto de presión tardío o pérdida ante el vértigo, la clase y el dinamismo amarillo en las transiciones.

Recuperable todavía. Un buen partido lo puede cambiar todo. A esa premisa se aferra Umar Sadiq (28 años), decisivo en el empate que rescató la Real Sociedad en Elche. No se le quería en verano y buscó una salida que no se produjo hasta el último segundo hacia el Valencia. Ese rol relegado, que remite a sus propios desatinos y distintos infortunios con las lesiones, ahora puede suavizarse después de su entrada tan positiva. No solo forzó el penalti de Affengruber, transformado finalmente por Oyarzabal, sino que fue un incordio continuo, mezcló bien con sus compañeros y se prodigó en la finalización (dos remates). Sadiq no es el delantero más fino del mundo, pero hay que reconocerle su velocidad, potencia y altura para importunar a las zagas rivales. Y a la Real no le sobran los argumentos en su delantera.
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