Vinicius explica la teoría de Newton en el Madrid
Vinicius se ha adueñado de la narrativa del Madrid como solo Cristiano Ronaldo consiguió en la década anterior. Su actuación en la final de Sevilla resumió lo que significa el delantero brasileño en estos momentos y posiblemente en los próximos años. El Madrid ganó después de 10 años de sequía, un periodo demasiado largo para el más voraz de los clubes. No es el torneo que más le motiva, pero el agujero sorprendía. Final vibrante, de mucho empuje físico, realzada por la capacidad de reacción de Osasuna al balazo que recibió apenas superado el primer minuto. Gol de Rodrygo, el primero de los dos que le dieron la victoria al Real Madrid, pero la noche perteneció a Vinicius.
La temporada anterior señaló su arrolladora irrupción, actor de reparto hasta entonces. En un equipo donde el orden jerárquico se respeta con una solemnidad religiosa -o eres figura desde el primer día o los galones se conquistan poco a poco, sin incomodar el orden establecido-, Vinicius superó en el primer mes a Hazard y Bale, se estableció como titular indiscutible y terminó la temporada a todo trapo. Aquel delantero, cuestionado por un considerable sector de los aficionados y por Zidane, comenzó a manifestar los destellos y la consistencia de las figuras.
Nada, sin embargo, invitaba a suponer que la progresión de su impacto alcanzaría los niveles actuales. Un año después de asomarse con regularidad al equipo, comienza a instalarse una sensación paradójica: es el equipo el que se asoma a Vinicius. No se puede hablar de una relación de dependencia, porque al Madrid le sobran fenomenales futbolistas, pero sí de un poder de atracción que no se conocía desde los mejores tiempos de Cristiano Ronaldo. Por momentos, se asiste a lo impensable. La fuerza de la gravedad empuja el juego del Madrid más hacia Vinicius de lo que resultaba evidente con Cristiano, goleador portentoso que funcionaba como un cheque al portador. En este apartado, no hay comparación posible. Vinicius marca goles, un potable número de goles para la posición que ocupa y sin duda alcanzará mayores cotas en el futuro, pero como referencia constante supera al astro portugués.
Del primer al último minuto, en cada partido, de principio a fin de temporada, Vinicius representa la constatación del principio gravitatorio de Newton: el peso del juego inevitablemente cae sobre él. Lo más sorprendente es que la fuerza de atracción del brasileño cada vez crece más. En el sistema solar del Madrid, Vinicius se ha erigido astro rey, aunque habitualmente juegue en la periferia del campo. La final de Copa resaltó más que nunca esta configuración. Vinicius agarró el partido por la pechera y eclipsó a todo lo demás, salvo al puntual Rodrygo, un artista primoroso, que acude al área sin anunciarse. Lo hace para marcar, con la cuchillita siempre preparada. Claro que la delicadeza de Rodrygo nada tiene que ver con la avasalladora influencia de Vinicius, un caso rara vez visto de potencia, velocidad y repetición ilimitados.
La admirable reacción de Osasuna consiguió contener al Real Madrid y doblegarlo en algunas fases. Nunca logró detener al incontenible Vinicius. Es cierto que Moncayola no es lateral de cuna, pero esa realidad apenas significa nada. Vinicius hizo con él lo mismo que con Reece James, Alexander-Arnold y la fila de laterales derechos que se ha encontrado esta temporada. Lo saben los rivales y lo sabe el Real Madrid, que no puede evitar volcarse en dirección al costado que ocupa el velocista brasileño. Si acaso, esta relación es tan provechosa que puede volverse demasiado predecible y cómoda. Pero si ese problema llegara a producirse, la responsabilidad correspondería al equipo, no a Vinicius.