Vinicius es el problema y la solución

Brasil. El plan estaba resultando perfecto. El Madrid compró a Vinicius hace ya siete años por 45 millones, fue decisivo en la conquista de dos Champions, rozó (y quizá mereció) el Balón de Oro y su valor de mercado se disparó a 170. Un año después compró a Rodrygo por la misma cifra y hoy, después de haber marcado goles decisivos, está tasado en el doble. Dos éxitos en la política de un Madrid que, sabedor de que se movía en un entorno de clubes estado, entendía que su futuro no pasaba por competir en precios, porque ese partido lo tenía perdido, sino en encontrar jugadores de alcance mundial antes de que salieran del cascarón.

El tridente. Con el equipo en la cima, le arrancó al PSG a Mbappé, mejor jugador del mundo en ese momento, en su punto idóneo de madurez para rematar un ataque de fábula. Nada podía salir mal, pero el fútbol es siempre territorio desconocido. Sin haberlo visto venir, el Madrid se encontró a tres supernovas cuyo sitio natural era el mismo. Como pudo, reconvirtió a Mbappé en nueve, asunto ya felizmente superado, pero que llevó su tiempo, y le convirtió en líder donde ya había uno. En eso también jugaban en la misma posición el francés y Vinicius, cuyo carácter se fue avinagrando, además, al mismo ritmo que la caída de su juego.

El conflicto. A su vez, Rodrygo cayó en una depresión deportiva. Su venta quizá hubiese despresurizado el ambiente (y dejado dinero para un medio), pero se quedó, y resulta que Xabi no ofrece el contorsionismo de Ancelotti: no le ve en la derecha y no le ve inferior a Vinicius, quien sospecha que a este técnico no le gusta como a los anteriores y que el esfuerzo defensivo que hace no es reconocido. Eso paró su renovación. Ni Madrid ni jugador están seguros el uno del otro. Xabi confesó haber hablado con él. Lo desveló en público y tras dejar enfriar el horno, lo que revela que el conflicto es de alcance. Y la solución, sencilla: que Vinicius vuelva a ser el que fue.

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