Ver a la gente haciendo el mono
Hace casi 20 años, le preguntaron a Marcos Assunçao cómo se sentía cuando los aficionados le hacían gestos de mono cada vez que entraba al campo. Su respuesta la recogió el escritor Hernán Casciari en una columna muy celebrada, pero es tan inteligente que no está de más rescatarla. “La gente va al campo a hacerme muecas y para eso paga 35 euros. Yo voy al campo a hacer goles y me pagan para eso y para ver cómo la gente hace el mono”. Me gusta esta respuesta de Assunçao tanto como sus roscas medidas a la escuadra. Me encanta porque además de retratar a los imbéciles que le insultaban deja abierta la puerta a una realidad incómoda. A que en el fútbol todo pasa. A que mañana será otro día y que por el fútbol estamos dispuestos a tragar con lo que sea.
Mientras acabo de teclear esta columna siento que la polémica por los cánticos racistas contra Vinicius ya es cosa del pasado. Un eco que se difumina. Ya es historia. La hemos archivado con frases rotundas que, en el fondo, solo esconden un deseo: a ver si pasa pronto esta cosita tan desagradable y me dejan disfrutar de nuevo de mi fútbol. La dinámica en este deporte siempre es la misma. Sucede algo intolerable, diversos estamentos muy válidos se indignan, después publican algún comunicado tajante y dentro de dos meses sucede algo intolerable y regresamos a la casilla de salida. No está tan lejos lo de Diakhabi, no está tan lejos cualquier tropelía del Frente Atlético, no está tan lejos esté Mundial vergonzoso que vamos a disfrutar sin rechistar...
Empezaré por el periodismo porque es con lo que me gano la vida y no tengo pensado abandonar hasta que me echen, pero la reflexión vale hasta para el último fontanero que le gusta este deporte. Entre todas estas muestras de dignidad, denuncia y honda preocupación por los valores que les estamos transmitiendo a nuestros hijos dejándoles empaparse de este jueguito loco, echo en falta algo. Alguien que reconozca que va a seguir viendo fútbol a pesar de todo. A pesar de que suceda lo intolerable. A pesar de que las explicaciones sean incómodas. A alguien que levante la mano aunque sea con una mueca en cara y sintiéndose un poquitín más despreciable por ello. Como no veo que nadie lo hace, aquí levanto yo la mía.