Van der Poel, de dos en dos
Recién acabado el Tour de Flandes, la primera entrevista de meta preguntó a Mathieu van der Poel sobre la posibilidad del doblete en la París-Roubaix. “No puedo pensar más allá de este momento, me he quedado vacío”, dijo el líder del Alpecin, todavía sin aliento. Seguro que no tardó mucho en recuperar la respiración. Y en pensar en el nuevo desafío. No entiende el ciclismo de otra manera. Una semana después de aquella victoria flamenca, el reto está cumplido.
MVDP ha ingresado en el selecto grupo de campeones que han conseguido las dos grandes clásicas del adoquín en un mismo año. Antes que él lo hicieron otros nueve ciclistas, dos de ellos en dos ocasiones: Fabian Cancellara, el último, en 2010 y 2013, y Tom Boonen, su coetáneo, en 2005 y 2012. Como escribíamos entonces, Van der Poel no solo suma victorias, sino que le gusta acompañarlas de récords. También se ha erigido como el 12º ciclista que levanta dos piedras consecutivas en los 128 años de la Roubaix, una clásica nacida en el Siglo XIX. Otra vez de dos en dos. Además, ha igualado el ataque más lejano de la era moderna, el de Andrei Tchmil en 1994, a 60 kilómetros. Y ha metido tres minutos al segundo, como hizo Johan Museeuw en 2002. Ha conquistado seis de sus últimos ocho Monumentos. Abrumador.
El holandés no gana, apabulla. No corre sólo contra sus rivales actuales, sino contra los ilustres de la historia. Su éxito fue tan extraordinario, tan épico, tan incontestable, que ya empieza a aburrir. Él no tiene la culpa, claro. Ni tampoco Tadej Pogacar o Remco Evenepoel cuando protagonizan exhibiciones similares. Estamos, quizá, ante de uno de los mejores periodos ciclistas de siempre. Con hazañas de otra época. Pero faltan más duelos directos dentro de ese top-6 que actualmente domina el pelotón, más igualdad para no convertir las gestas excepcionales en soporíferos monólogos.