Valverde es De Bruyne 3.0
La impresionante noche de Fede Valverde en Elche mereció una respuesta equivalente del Madrid. Los equipos, muy pocos equipos, entran en estado de gracia cuando su juego parece que no deja huella sobre el césped. Todo es rápido, preciso, fluido, armonioso y nadie se queda atrás en la foto. Es una sensación extraña, porque los aspectos más difíciles del fútbol, los individuales y colectivos, requieren de una compleja cantidad de elementos, más dispuestos a friccionar entre ellos que a producir la sensación de ligereza y maestría que transmitió el Real Madrid en Elche. Tantas veces elogiado por su fuego competitivo, para superarse en la adversidad, el Madrid empieza a ofrecer esta temporada su versión más ordenada, completa y atractiva. Brillante, en ocasiones. En Elche deslumbró.
Marcó tres goles, dos de ellos bellísimos, producto de acciones fulgurantes, soluciones perfectas y una interpretación coral del juego. El primero de los tres fue de otra clase, un bombazo de Valverde con la izquierda, su tercer gol desde fuera del área esta temporada. Es un chutador temible, de una precisión y potencia extraordinarias. Con esa cualidad como rematador de media distancia, Valverde resultaría importante en el equipo, pero solo es una de las muchas virtudes que le adornan.
Valverde se erigido en un jugador imprescindible, vital en numerosos apartados del juego, versátil, incansable, fino en el juego y potentísimo en el despliegue. Sus decisiones cada vez son más ajustadas, señal de una extrema confianza en sus posibilidades, percibidas en pequeñas dosis en otros momentos de su trayectoria y ahora por fin reunidas, tan expresivas a los ojos del equipo y de los espectadores que sus actuaciones resuenan en todo el panorama del fútbol
En su estado actual, Valverde es De Bruyne 3.0, un centrocampista de largo aliento que sirve para los pequeños y los grandes detalles, que arrastra el equipo y provoca el pánico en los rivales. Su exuberancia no tiene comparación en la Liga española y probablemente en el fútbol europeo. Atrás queda el muchacho que llegó con excelentes recomendación -Ramón Martínez creyó ciegamente en la posibilidad del uruguayo- y tardó en expresarlas.
Cedido al Depor, se encontró con un equipo en declive, muy lejos de sus grandes años, obligado al combate para evitar el descenso. Complicado destino para un jugador tan joven. Descendió el Depor y Fede Valverde regresó al Madrid sin ninguna fanfarria. Era un futbolista en formación, de los que suelen ocupar el fondo de los banquillos, con algunas actuaciones más que prometedoras, pero con dificultades para encontrar sitio en el equipo.
Formó parte de la red de jóvenes que se integró en el Madrid en los alrededores de 2018, junto a Ceballos, Vallejo, Marcos Llorente, Odriozola, Brahim Díaz, Mariano y Theo Hernández. No era el más conocido, ni el que despertaba mayores expectativas, un proyecto de estupendo jugador, sí, pero no el jugadorazo en que se ha convertido.
De la idea original como recambio circunstancial de Casemiro, un puesto que requiere una sujeción táctica que achica las posibilidades de Valverde, se ha pasado a una versión arrolladora del antiguo ocho, o lo que en Suramérica se conoce como interior mixto, igual de importante para defender que para atacar. En el caso de Valverde, lleva esas dos funciones a un registro sensacional. Ha descubierto su posición, y Ancelotti ha hecho todo por descubrirla, con una versatilidad que permite al entrenador disponer de un jugador para cualquier sistema, con una influencia bestial sobre los partidos.
Valverde destacó en Elche. No es novedad. Tampoco es novedad la firmeza con la que se mueve el Real Madrid esta temporada: 13 victorias y dos empates. Pero lo mejor de su recorrido es la impresión de equipazo que emite, esa rara combinación de eficacia, belleza, armonía, compromiso general y disfrute.