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Unai Simón-Agirrezabala, una gestión incómoda

Dos porterazos, solo un puesto

El empate del Athletic contra el Alavés se produjo en una jugada y en un contexto muy determinado. Fue un gol evitable, con Unai Simón (27 años) en la portería, de vuelta a la titularidad en la Liga después de su lesión en la muñeca derecha. Joan Jordán nunca hubiera igualado el marcador de no ser por el error previo del campeón de la Eurocopa y último Zamora. En cualquier caso, el fallo en sí no cuestiona su credibilidad en la portería, indiscutible en todos los aspectos y refrendada temporada a temporada. Pero sí establece un debate de fondo sobre la idoneidad de la decisión de Ernesto Valverde y la gestión tan delicada que tiene entre manos. Julen Agirrezabala ha ofrecido las máximas garantías durante la ausencia de Simón, hasta el punto de convertirse en el portero con mejor ratio de goles prevenidos, solo por detrás de Juan Soriano, suplente también en el Leganés. A Agirrezabala le han marcado nueve goles cuando la media esperada que lleva alcanza los 11,6 tantos, con un 73,5% de paradas. Parece claro que el Athletic cuenta con dos figuras de máxima jerarquía en una posición que solo abre espacio para uno. La convivencia de ambos resultaba complicada en el largo plazo por la aspiración lógica de Agirrezabala de querer ser primer espada, pero ahora se ha avivado el debate también en el corto plazo por el desempeño de uno y otro. En principio, Valverde los alternará en función de la competición, pero cuando el desempeño de uno u otro se resienta se generará una conversación incómoda que le tocará administrar. Solo la ley del campo, la única verdad en el fútbol, suavizará el runrún.

Una reflexión cruda

La autenticidad de Míchel como entrenador se extiende a su discurso en sala de prensa. Tras la derrota en Mallorca, inesperada después de la expulsión de Muriqi, se mostró preocupado por la deriva del Girona y señaló la limitada intensidad de su equipo en los duelos. Este mal no es nuevo esta temporada, pero en Mallorca se agudizó sobremanera. El Girona solo se impuso en el 44% de las disputas y acabó condenado por un error en cadena tan grosero como absurdo entre Juanpe y Gazzaniga en el 2-1 definitivo de Larin. “Nosotros no hemos competido el partido”, sostuvo con crudeza Míchel en su análisis del encuentro. La realidad encaja con esta reflexión.

La falta de una estrategia ofensiva

Al Valencia le suceden demasiadas cosas negativas, muchas que se alejan del propio terreno de juego, pero también admite poca duda que tiene equipo para hacer más cosas de las que hace. Se le ha caído el bloque a Baraja, que en Valladolid perdió de la peor manera posible. A la negligencia de Mosquera le siguió un ejercicio absoluto de impotencia en ataque, inútil incluso cuando disfrutó de un jugador más. Faltó personalidad individual, pero también ideas colectivas para descifrar el peor sistema defensivo de la Liga que no es otro que el de Valladolid. El Valencia fue un quiero y no puedo y solo le quedó el recurso de meter centros al área (58, sin contar saques de esquina) que fueron repelidos con cierta facilidad por la defensa blanquivioleta. Los minutos finales condensaron bien esa ausencia total de claridad. Y la presión y situación clasificatoria no pueden ser una coartada permanente. A Baraja, si todavía tiene tiempo, se le debe exigir un cambio total en la partitura ofensiva.

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