Una terapia no tan peligrosa
El mercado de invierno arrastra un estigma parecido al de septiembre para los malos estudiantes, aunque resulta de gran utilidad cuando se sabe aprovechar...
Al Real Madrid no le gusta fichar en invierno. Lo entiendo. Cuando uno ha vivido a Faubert, Gravesen y Cassano resulta lógico andarse con ciertas cautelas. Hay visitas de fantasmas navideños que asustan menos. A mí, sin embargo, siempre me ha divertido la propia particularidad del mercado de invierno. Es una oportunidad, si bien poco ortodoxa, de enmendar ciertos errores y de corregir algunos planes sobre la marcha. Y también puede funcionar como terapia de electroshock para plantillas acomodadas. Algo nada desdeñable en el caso que nos ocupa.
Además, aunque esta ventana tenga algo de bazar, de esos en los que vas a por una alfombra y regresas con una lámpara de lava, el Madrid sí ha sabido encontrar históricamente piezas valiosas en estas fechas. Ahí están Panucci, Marcelo, Higuaín o Casemiro. O, más recientemente, Brahim. El PSG cambió el rumbo de su temporada pasada incorporando a Kvaratskhelia a mitad de curso. El mercado de invierno arrastra un estigma parecido al de septiembre para los malos estudiantes, aunque resulta de gran utilidad cuando se sabe aprovechar.
Puedo comprender, pese a todo, la política de no querer reforzarse en enero. Lo que sí que ya no entiendo es la idea de debilitarse respecto a junio cuando, además, las cosas no están saliendo demasiado bien. Porque con la ya oficial marcha de Endrick al Olympique de Lyon, esta plantilla pierde profundidad. Y lo hace en un escenario marcado por bajas médicas de larga duración y por el discreto aporte, un año más, de Valdebebas. Da igual que el brasileño apenas hubiera jugado hasta el momento. También Rüdiger había participado poco y hoy es una pieza clave.
Tampoco parece el momento ideal para quitar competencia a Vinicius, Rodrygo, Bellingham y Mbappé. Por lo que sea.
Del mismo modo, cuesta creer que no exista en el mercado algún centrocampista útil y aprovechable para el Real Madrid. No tiene por qué ser Zubimendi o la nada en esta suerte de ‘Zubimendismo o barbarie’. Nadie discute las virtudes del actual jugador del Arsenal, pero tampoco es la última Coca-Cola del desierto. Y cuando uno atraviesa el desierto, que es más o menos el estado actual de las ideas en el centro del campo del Madrid, no desprecia un refresco de otra marca. Sirve. Lo que sí que no tiene demasiado sentido es pasar sed, rozar la deshidratación y, encima, llevar las alforjas llenas de polvorones, que es el equivalente a contar con cuatro laterales izquierdos.
No hace falta encontrar un oasis. Basta con no seguir caminando con la cantimplora vacía y los buitres sobrevolando en círculos.
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