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Una serie de afortunadas casualidades

Volví a leer literatura infantil y juvenil a partir de tener a mis hijos. Me encanta la experiencia de asomarme con ojos de adulto a historias pensadas para los más jóvenes. Sin embargo a veces, lo confieso, me pesa el descreimiento. Me sucede con aquellas historias que pretenden ser edificantes. Ay, qué lecciones tan equivocadas e impostadas pretendemos trasladar a nuestros pequeños. En general me gustan los libros que no intentan educar a la prole, sino divertirla, hacer olvidar un rato las responsabilidades, tareas y pesos de la realidad. (Escribo esto y no puedo dejar de pensar en la repentina muerte ayer de alguien brillante, con el que aprendimos, claro, pero nos divertimos mucho más, el escritor y profesor Miguel López, también conocido como El Hematocrítico, “el último adulto que entendía a los niños”, en palabras del escritor Miqui Otero).

Gran parte de la literatura para los jóvenes se ha convertido en una suerte de manual de coaching para afrontar el día a día. Se preguntará el lector qué tiene que ver esto con deporte, y hace bien. He aquí mi respuesta: que en demasiadas ocasiones narramos el fútbol con la misma lógica: que si las lesiones nos hacen más fuertes, que si no hay derrota de la que no se aprenda, que si todo problema encierra su solución, que si la suerte es la excusa de los cobardes. Pamplinas. En una trayectoria deportiva, sea individual o grupal, la suerte es un elemento fundamental y muchos de los giros de nuestras historias no tienen sentido y, mucho menos, moraleja o mensaje. Toda carrera deportiva es una mezcla de destino (en ocasiones infausto) y voluntad, pero a veces la providencia pesa más que tus ganas. No es solo que el bote de la pelota de fútbol sea impredecible (ese disparo al poste), sino que tras esquinas esperan a veces ingratos compañeros de viaje: lesiones, traspasos indeseados...

Leí un libro con mis hijos que tenía un título maravilloso: Una serie de catastróficas desdichas, de Lemony Snicket. A la inversa, uno tiene la idea de que cualquier éxito en la vida, y en el deporte más, es fruto de una serie de afortunadas casualidades.

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