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Una leyenda se forja sobre esquís

Tom Brady, el hombre-récord de la Super Bowl, con siete anillos, anunció su retirada el pasado miércoles. Tres días antes, el domingo, Novak Djokovic, otro hombre-récord, conquistaba en Australia su 22º Grand Slam para igualar en la cima a Rafa Nadal. Somos privilegiados testigos de gestas históricas que se encadenan con frecuencia en el deporte. Brady y Djokovic son nombres que nos suenan próximos, pero hay otras disciplinas menos implantadas en España que también escriben su épica. El mismo día que Nole se coronó en Melbourne, Mikaela Shiffrin se quedó a seis centésimas de igualar la mítica plusmarca de Ingemar Stenmark en la Copa del Mundo de esquí alpino. Un hito en el deporte rey de la nieve.

Hubiera sido una jugada redonda para esta estadounidense de 27 años, el remate a un enero mágico. El día 8, Shiffrin empató en Kranjska Gora las 82 victorias de Lindsey Vonn, que ostentaba el tope femenino. “Los récords no se igualan, se baten”, dijo Mikaela entonces. Dicho y hecho. El martes 24, en Kronplatz, sumó su 83º triunfo. Vonn ya era historia, pero por delante, con 86, todavía figuraba Stenmark, un sueco que consumó su cosecha en los años 70 y 80, siempre en gigante y eslalon. Shiffrin es más completa, ha ganado en todas las disciplinas: eslalon, gigante, supergigante, descenso, combinada y paralelo. Su caza no cesó: la 84ª victoria, el miércoles 25, también en Kronplatz; la 85ª, el sábado 28, en Spindleruv Mlyn… Sólo le faltó, por un suspiro, esa guinda de la 86, que se aplaza hasta finales de febrero o primeros de marzo, cuando vuelva la Copa, después de los Mundiales. El récord va a caer. Seguro. Y no se conformará con igualarlo o superarlo… Intentará pulverizarlo. Shiffrin nació en el valle de Vail, en Colorado, sede clásica de grandes campeonatos, prácticamente con los esquís calzados. Tiene el gen campeón, el que distingue a las leyendas.