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Un vacío en el espíritu del juego

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Después de un año triunfal y a las puertas de ser reconocido con el Balón de Oro, el inicio de temporada ha puesto a Benzema ante una realidad incuestionable, la enorme responsabilidad que recae sobre él ahora mismo en el Madrid. Aunque el crecimiento de Rodrygo y Vinicius ha contribuido a disminuir las obligaciones goleadoras del francés, el delantero tiene un deber inexcusable en el ataque del equipo, como si su ausencia disminuyera automáticamente expectativas y capacidades. Aún ganando los partidos, sin Karim el Madrid juega peor, eso es indudable. En esta tesitura, a punto de cumplir los treinta y cinco años y con un Mundial en puertas, hay que preguntarse hasta dónde puede rendir al máximo el jugador, cuánto se puede forzar físicamente sin correr un grave riesgo.

Benzema volvió de una lesión y jugó dos partidos seguidos completos, ante Osasuna y el de Champions frente al Shakhtar, y se le vio muy activo, sin escatimar un esfuerzo, hasta desesperado por marcar. Pero el calendario es muy exigente esta temporada y ese despliegue se paga, porque no hay tiempo suficiente para recuperar y porque el club no ha conseguido un suplente de garantías que permita dosificar a su mejor delantero. Ese problema sigue ahí y pone al jugador en un compromiso, sabedor de que si no está deja un vacío en el juego, pero también en el espíritu del equipo.