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Un siniestro que a nadie debe extrañar

Tanto jugar con fuego que el Madrid se acabó quemando. La victoria no lo justifica todo, y parece claro que al equipo blanco le ha cegado toda la temporada. Su nivel está muy lejos del mínimo exigible, con una defensa de papel y una respuesta colectiva muy pobre ante cualquier rival. El Valencia dejó constancia de ello, al igual que de su crecida particular con Corberán. Hay entrenadores que hacen mejores a sus equipos. En cualquier caso, no fue el peor Madrid de la temporada, ni cerca estuvo. Muchos partidos los ganó con unas prestaciones menores. Con mejor juego, esta vez no le acompañó el resultado. Se lo tiene merecido por tantas veces que la injusticia estuvo de su parte.

Corberán se decidió por una zaga de cinco y cuatro jugadores por delante, más Sadiq arriba. El Valencia no protegió mal la amplitud, pero no así los movimientos interiores entre líneas de jugadores como Mbappé o Bellingham. A la espalda de Barrenechea y Javi Guerra, siempre había un hueco porque los centrales no terminaban de abandonar la línea. Esas recepciones cuestionaron la firmeza defensiva del Valencia, pero Mamardashvili tuvo una de esas tardes que le auguran un futuro importante en el Liverpool. En cualquier caso, el Madrid no se puede flagelar por cómo atacó, especialmente en el segundo tiempo, con profundidad en los laterales, el dinamismo de Mbappé y Bellingham y el juego interior que dio Valverde. Es cierto que el equipo blanco no encontró a Vinicius por fuera, su mejor solución en trances delicados, y que Brahim y Rodrygo se perdieron sin una posición clara en la que hacer daño. De todos modos, tuvo interés en la activación tras pérdida y confundió a un Valencia que no intimó con el balón lo que le hubiera gustado. Con Javi Guerra empezó bien, pero se fue diluyendo para vivir cautivo en su área.

Con todo, al Valencia no le hizo falta demasiado más. El final del Madrid, con cambios de Ancelotti que solo se explican desde la fatiga, resultó fatídico. No hubo milagro, ni tampoco arrebato. Acabó con Rüdiger de delantero y Endrick en la banda derecha, un sinsentido que no hizo más que hacer perder la credibilidad blanca en su intento de una posible remontada. Esta vez le salió cruz, con sopapo de Hugo Duro, merecido también por la entereza con la que se desempeñó el Valencia y el sainete del Madrid en cada repliegue. Aunque lo parezca, Valverde no puede con todo. Se le va LaLiga a los de Ancelotti, tocado, y nadie debe extrañarse. Moverse en el alambre es lo que tiene. Sin fútbol, el éxito es un imposible hasta para el Madrid.

El peligro de la zona

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El 0-1 de Diakhaby remite al gran córner botado por André Almeida y al remate en solitario del futbolista del Valencia. El Madrid defiende en zona y Rüdiger no se puede adelantar a la llegada desde atrás del central.

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