Un gol, un triunfo y a Primera
Todas las fuentes de la ciudad teñidas de azul. Cazorla en el banquillo como el Cid. Las gaitas atronando con el Asturias, patria querida. Y Melendi –o a pesar de Melendi–. Supo el Oviedo preparar su emboscada al Espanyol, jugar sus cartas, como también lo había intentado sin éxito su archienemigo Sporting, y como deberán hacerlo “elevado al cuadrado”, que diría Manolo González, el club perico y su gente el próximo domingo. Si lo del Tartiere era una final, lo de Cornellà será una final de finales. Y, como en todas, el Espanyol será campeón si gana por 1-0.
Con ese detalle, con que le basta un gol, un sólo gol, debería quedarse un equipo que de entrada en Oviedo quiso exhibir todo el poderío que le valió el pase en la eliminatoria anterior, pero que se fue mermando poco a poco, por su inquebrantable problema de finalización en el último cuarto del terreno de juego y acaso por el cansancio acumulado del ataque titular, que repetía del jueves, con un día menos de descanso que el rival y con un viaje de por medio. Que tampoco deberían convertirse en excusas cuando te juegas la vida.
Como tampoco debería pasar por alto, más allá incluso de cómo llegó el tanto de Alemao –una falta que Óscar Gil no debió conceder, un despeje tibio de un Joan García que venía de hacer un paradón, otro más–, el hundimiento generalizado con el marcador en contra, hasta un 2-0 que milagrosamente anuló el VAR por fuera de juego. Y ahí pudo escaparse irreversiblemente el ascenso.
Un gol. Un 1-0. En 90 minutos. Más otros 30 para aguantar o ampliar la renta. Eso es lo que necesita el Espanyol, en casa, ante un Oviedo que lleva 23 años sin pisar la Primera División, para no hacer historia. Porque, llegados a este punto, el club perico no hará historia si gana y sube, pues siempre que bajó regresó a la elite en una temporada. La historia pasaría por no ganar. Así que recuerden: tan sólo un gol. Y sin tener que escuchar a Melendi. Qué más se puede pedir.