Un faraón con la piel rojiblanca

Diego Godín ha grabado su nombre en la historia del Atlético. Ha marcado a una generación que se ha criado soñando con seguir los pasos de un zaguero imborrable en los mejores años del cholismo. Nueve temporadas, 389 partidos, el gol en el Camp Nou, el de la final de Champions de Lisboa... y mucho más. Jugar con la camiseta del Atlético como si fuese la de Uruguay. No hay mejor piropo y simbiosis en un Godín que siempre será pura pasión. Sentir la rojiblanca como su propia piel, como su origen. Dejarse los dientes, la sangre, la voz, el sudor y las lágrimas por una camiseta que hizo suya. Godín ya no es el extranjero que más veces ha jugado con el Atlético (le superan Oblak y Correa) y seguirá cayendo puestos en el número de partidos totales, pero siempre será el faraón colchonero.

Parte de una familia irrepetible. Ver a Godín junto a Gabi, Koke, Giménez, Mario, Oblak, Moyá y Augusto provoca nostalgia. Una familia. Una defensa de memoria formada por Juanfran, Miranda, Godín y Filipe Luis. Un vestuario unido, un grupo basado en el colectivo para competir, para ganar, para aplastar a cualquier rival por muchas estrellas que pudiese acumular. Un equipo voraz, competitivo e inseparable. Con Simeone, Raúl García, Arda, Villa, Diego Costa, Griezmann, Adrián, Torres... una época y una generación que se valorará aún más con los años. Godín es el mejor representante de aquel Atlético. Identidad. Si se cree y se trabaja, se puede.

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