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Un atasco ofensivo monumental

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El patrón de los finales de partido en esta segunda fase nos muestra con lupa el problema que ha descabalgado a la Selección: un atasco ofensivo monumental, una carencia de ideas y de capacidad de generar juego que ha pesado más que cualquier otro factor. Por ahí nos ha golpeado la realidad y ha llegado una doble derrota con Letonia y Canadá que deja a España fuera del campeonato, sin cuartos de final por primera desde 1994, hace 29 años, cuando se encaraba el primer Mundial sin Yugoslavia ni la URSS, cuando Rudy tenía solo 9 añitos y le daba patadas a un balón de fútbol y muchos de los actuales jugadores aún no habían nacido.

Igual que ante Letonia, la Selección tocó los 12 puntos de ventaja y se desplomó en el último cuarto. Si ante los bálticos el parcial decisivo fue de 11-27, esta vez frente a los norteamericanos casi se calcó: 12-27. Un goteo incesante de dificultades en ataque hasta perder toda la renta. Mientras que Dillon Brooks hacía el partido de su vida y Gilgeous-Alexander sobrevivía a la defensa de Alberto Díaz, España trataba de nadar y guardar la ropa con un quinteto defensivo en la primera parte del último cuarto. La primera canasta, de Aldama (20 puntos), no llegó hasta transcurridos cuatro minutos. Solo él y Willy Hernangómez (25) amenazaban el aro con regularidad. El nuevo pívot del Barça volvía justo entonces, en teoría fresco para el último empujón, así lo pensó Scariolo, pero el cortocircuito ofensivo ya había hecho saltar los plomos. Faltaba competencia para crear situaciones de ventaja, desequilibrios, a eso a lo que jugó de manera tan increíble Ricky Rubio en 2019 o Lorenzo Brown en el pasado Eurobasket. Tampoco Sergio Llull, con un problema físico (apenas 6:28 en pista, nada al final), parecía capaz de ser el comodín de emergencia, así que España se apagó ahí con Alberto Díaz haciendo lo suyo atrás, que es mucho, y con Juan Núñez intentándolo en plena crisis, y con la explosividad de Darío Brizuela.

Pese a esa forma angustiosa de desangrarse, aún pudo salir cara en el último tramo sobre el alambre, aunque no lo pareciera. España trató de acercarse a su límite, estuvo cerca; pero más allá de un rival, de poder batir o no a Canadá, el imposible de este Mundial era reinventarse sin Ricky ni Lorenzo, con un base especialista atrás y un chaval de 19 años, reinventarse tanto, que había que hacerlo como grupo e incluso así… quizá no bastaría. Acariciaron los cuartos; no hubo milagro, otro más, porque todo tiene un coto. Lección vital, gran aprendizaje exprés para algunos, que traerá seguro nuevos frutos, aunque quizá no sea en París 2024. Los Juegos están ahora en el aire. Lo raro era lo otro, no fallar nunca.