Txetxu Rojo, el más elegante entre mil
Txetxu Rojo, inolvidable extremo izquierdo del Athletic, falleció ayer, a los 75 años de edad. En el recuerdo permanecerá la imagen del más elegante de los jugadores que ha vestido la casaca del equipo bilbaíno —541 partidos, 67 goles—, un zurdo exquisito, de zancada larga y mantenida, que se deslizaba por el césped sin aparente esfuerzo, la cabeza levantada, la finta a punto y el centro perfecto para la fenomenal colección de cabeceadores que aprovecharon su exactitud durante 17 años, muy especialmente Uriarte y Carlos.
Natural de Bilbao, José Francisco Rojo Arroitia, pronto fue Txetxu para todo el mundo, primero como integrante de la maravillosa generación de juveniles que ganó cuatro ediciones sucesivas de la Copa (1962-1965). Tres jugadores de aquel periodo hicieron historia en el Athletic: Arieta, Uriarte y Rojo. Tiempo después, en la plenitud de sus carreras, terminarían por alinearse juntos en la Selección española que derrotó a Alemania en 1970.
Rojo debutó en 1965, con 18 años, y se despidió con todos los honores una noche de marzo de 1982, en San Mamés, frente a la selección inglesa, tres meses antes del Mundial de España. No cabía un mejor partido de homenaje. Jugó los últimos partidos de aquella temporada y se retiró oficialmente.
Un año después, el Athletic ganó la Liga, después de 26 años de sequía, dirigido por Javier Clemente, con anterioridad principal suministrador de Rojo en el breve periodo de las temporadas 68-69 y 69-70, antes de que una lesión acabara con su carrera a los 20 años. De aquel periodo (el Athletic ganó la Copa de 1969) permanece la última delantera que se recitó a la manera antigua, de carrerilla y cinco apellidos: Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y Rojo. En la memoria de una generación de hinchas, esos nombres están marcados a fuego.
Fino, distinguido en la conducción y el manejo de la pelota, Rojo era un esteta temperamental. No por nada le apodaban Polvorilla en el vestuario. Sin pretenderlo, añadió un conveniente punto de rebeldía a un club entregado a las tradiciones. Le sobraba estilo y no escondía sus convicciones en el campo, donde su juego sedoso, sin estridencias, chocaba en San Mamés con la cofradía del boinazo a la pelota.
Esta fiscalización de los jugadores de clase por parte de un sector de la afición es tan vieja en el Athletic como la propia historia del club, en ocasiones con lamentables efectos divisorios. Los mismos que criticaban a Panizo en los años 40 y luego tuvieron que inclinarse ante su magisterio, la emprendieron más tarde con Txetxu Rojo, hasta que el debate se volvió ridículo. En síntesis, era un jugadorazo.
Llegó muy joven al Athletic, procedente del Firestone. La multinacional del neumático tenía una factoría en las afueras de Bilbao, con un campo que era la envidia del fútbol vizcaíno. Allí destacó de tal manera que su salto al juvenil del Athletic estaba cantado. En un equipo acostumbrado a la aportación de sus grandes extremos izquierdos, Rojo recogió la tradición que inició Gorostiza antes de la Guerra Civil y continuó Piru Gainza en la posguerra. Txetxu Rojo no defraudó. Durante 18 años la banda izquierda del Athletic le perteneció en exclusiva, a pesar de que su posición natural, y probablemente la que prefería, era la de interior izquierda.
De su temperamento se escribió y habló hasta la saciedad. Fueron épicas sus batallas con Gorriti, el correoso lateral derecho de la Real Sociedad, y de su desdén por Guruceta, petulante árbitro que buscaba el protagonismo que no le correspondía. Elegante dentro y fuera del campo, Rojo era un franciscano, la expresión más acabada del profesional. Los compañeros se sorprendían por sus minuciosas rutinas. No perdonaba las siestas, hasta el punto de cambiarle el humor cuando no podía hacerlas, y se acostaba a las nueve y media de la noche. No bebía una gota de alcohol y cuidaba la alimentación al milímetro.
Kubala, seleccionador español entre 1969 y 1978, le tenía entre sus jugadores predilectos. Internacional en 18 ocasiones, no consiguió disputar ningún Mundial. España no acudió a los Mundiales de 1974 y 1978, la época cenital de Rojo. No se prodigó con el gol (marcó 47 en la Liga), pero fue un fenomenal suministrador para Arieta, Uriarte, Carlos y Dani, los goleadores de su época.
Su dedicación al fútbol quedó plasmada en las 17 temporadas que jugó en el Athletic. Cuando le llegó competencia, Rojo la aceptó con naturalidad. El fichaje de Txurruca, el famoso extremo izquierdo del Sporting de los años 70, se interpretó como un compromiso para Rojo, que anteriormente había tenido como interior a su hermano Ángel, conocido como Rojo II. Txurruca y Rojo mezclaron de maravilla en una banda izquierda que estuvo cerca de producir una de las temporadas más brillantes del Athletic, la 76-77.
Dirigido por Koldo Aguirre, el Athletic fue tercero en la Liga, subcampeón de Copa (perdió en los penaltis con el Betis) y subcampeón de la Copa de la UEFA, tras empatar a dos goles en la suma de los dos partidos con la Juve de Zoff, Gentile, Causio, Bettega...
Los últimos años de Rojo en el Athletic coincidieron con la emergencia de Estanis Argote, el cuarto y último gran extremo del equipo bilbaíno. Rojo ocupó cada vez con más frecuencia la demarcación de interior izquierda, la que sentía como verdaderamente propia. Quizá por ello vistió con el 10 a la espalda la noche de su homenaje en San Mamés, frente a los ingleses, una noche tan impactante como la tristeza que produce el momento de su definitiva despedida.