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Terrícola Medvedev

Roland Garros celebró este jueves el sorteo de sus cuadros, con esa extraña sensación de no ver en liza a su rey eterno, Rafa Nadal, 14 veces ganador del torneo, por primera vez ausente desde 2004. Resulta raro, muy raro, no asociar la imagen de la tierra batida de París con Nadal, pero vamos a tener que acostumbrarnos. Para remate, tampoco estará Garbiñe Muguruza, el único español en activo junto a Rafa que se ha coronado en Francia, y a última hora se ha caído Paula Badosa, lesionada en el momento que su juego retomaba el vuelo. A falta del más grande, el tenis español, y también el mundial, miran a Carlos Alcaraz, que llega como número uno de la ATP y con excelentes resultados durante la campaña de polvo de ladrillo. Su irrupción no calma el dolor, pero lo hace más llevadero. Frente a su candidatura asoma un clásico, Novak Djokovic, a quien nunca se puede enterrar, aunque las irregulares actuaciones de las últimas semanas nos inviten a lo contrario. Alcaraz y Djokovic van por el mismo lado del litigio, así que podrían verse las caras en semifinales.

Mientras, por el otro lado del cuadro, emerge sorprendente una figura por la que, hace sólo un mes, o menos, no hubiéramos apostado nunca para este Grand Slam. Se trata de Daniil Medvedev, transformado en terrícola con su reciente éxito en el Masters 1.000 de Roma. Resulta curioso que un tenista que hasta hace unos días expresaba sin tapujos su “odio” a la tierra, haya evolucionado hasta el punto de ser considerado uno de los principales aspirantes en el templo de Roland Garros. Esto dice mucho de Medvedev, que, a pesar de preferir las pistas rápidas, donde ha ganado 18 títulos, uno de ellos el US Open, intenta progresos en territorios menos afines. Los 20 trofeos levantados en su carrera han sido diferentes, una peculiaridad que confirma su adaptación a cualquier circunstancia, hasta convertirlo en un rival inesperado.