Ter Stegen y el madridismo sindical

Resulta admirable la implicación del madridista medio con el sindicalismo, otra cara de la bestia que hasta esta misma semana apenas habíamos explorado. Febril su defensa preventiva de los derechos laborales de Marc André Ter Stegen, emotiva su intención de mediar en un conflicto que ha comenzado a resolverse de puertas para dentro sin necesidad del concurso de la AFE, LaLiga, Primavera Blanca, la Peña Madridista de Pontevedra, ni el de mi santa madre, suponiendo que todos ellos no sean la misma cosa. Se aviene el capitán a ejercer, por fin, de capitán. A pensar en el equipo más que en sí mismo, a pensar en su club. Y se pone a disposición otra vez de sus compañeros, de su cuidado, incluido el de un Joan García que le podría quitar el puesto por esas cosas vulgares del fútbol de élite.

Ha sido una semana espectacular en términos de solidaridad, con medio mundo volcado en la causa de Ter Stegen sin saber qué causa era esa: total, para qué. Hemos leído y escuchado de todo estos días, incluidas algunas afirmaciones sorprendentes en boca de espectadores aún más sorprendentes: lo del mobbing, por ejemplo. Quizás en otros lares se estile lo de ser titular por contrato, de ahí la confusión. Mobbing es que te desplacen del taller a la escombrera, pero no que tu club y entrenador decidan apostar por otro portero. Eso es competencia. Y no hay noticia de que el Barça haya conculcado ninguno de los derechos laborales de Ter Stegen, como tampoco conculcó los de Frenkie de Jong en su día, pero el relato es el relato. En ambos casos, por cierto, apareció la AFE para amplificar la nada, silenciosa, en cambio, cuando LaLiga emprendió su cruzada contra Dani Olmo y Pau Víctor.

Mi padre llama a estas cosas “tormentas en un vaso de agua”, nada de lo que preocuparse. Pero sí llama la atención que el vaso sea siempre el mismo, el Barça, y la tormenta se forme recurrentemente en Madrid para terminar convertida en leyenda, en algo que nunca ocurrió, pero de lo que se hablará durante siglos. Al menos, esta vez, no entró al trapo ninguna ministra: digo yo que algo habrá que celebrar.

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