Tempestad en el Madrid
Los ciclos se suceden en el fútbol, en ocasiones de manera natural, sin estrépito, y en otras con el ruido de las tempestades.
Los ciclos se suceden en el fútbol, en ocasiones de manera natural, sin estrépito, y en otras con el ruido de las tempestades. Hace dos años, el Barça, dirigido por Xavi, ganó la Liga, un éxito importante para un club que penaba en todos los aspectos, enganchado a la memoria de sus años dorados y a la depresión post Messi. El Real Madrid no se alteró. Aquel Barça podía derrotarle, pero no inquietarle. Este Barça, sí.
En muchos aspectos se reedita la situación que se produjo en la temporada 2008-2009. El Madrid había ganado dos Ligas consecutivas, la primera con Capello al frente del equipo y la segunda con Bernd Schuster. Ramón Calderón presidía el club. El Barça atravesaba una crisis abismal. Tercero en la Liga 2007-08, a 18 puntos del Real Madrid, disponía de una plantilla excepcional. Impresiona todavía la nómina de estrellas: Ronaldinho, Thierry Henry, Etoo, el joven Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Abidal, Yayá Touré, Márquez, Víctor Valdés… Las disfunciones eran tantas y tan graves que alcanzaron al presidente Laporta. Salvó por los pelos una moción de censura en pleno verano.
Nada permitía sospechar en el Madrid el cambio radical que se avecinaba. Laporta eligió como entrenador a Pep Guardiola, que había dirigido una temporada al filial en la Tercera División, actual Primera Federación. Fue una designación polémica en Barcelona y recibida con gran escepticismo en el Real Madrid. Uno de sus dirigentes, todavía en activo, comentó que la elección de Guardiola se estudiaría en la Escuela de Negocios de Harvard como ejemplo de disparate histórico.
El Barça de Guardiola ganó aquella temporada los seis títulos en disputa, atropelló al Madrid con seis goles en el Bernabéu y traspasó el liderazgo del equipo a los jugadores procedentes de la cantera: Xavi, Iniesta, Messi, Puyol, Valdés, Piqué y Busquets. Las consecuencias de aquella temporada fueron abrumadoras: Florentino Pérez regresó a la presidencia, fichó a Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzema y Xabi Alonso, antes de redoblar la apuesta un año más tarde (el Madrid tampoco ganó ningún título en la 2009-10) con la contratación de Mourinho como agente anti Pep y estrellas emergentes como Özil y Di María.
Caben ahora algunas similitudes con aquel periodo crucial del fútbol, tanto en España como en el resto de Europa. No se trataba de ganar un título aquí o allá, sino de definir la jerarquía del fútbol mundial. El Barça de Guardiola se convirtió en el equipo de referencia y Florentino Pérez no estaba dispuesto a aceptarlo. No reparó en esfuerzo y gastos hasta reordenar el panorama. En cierto modo, la súbita consagración del Barça de Flick ha colocado al Madrid en una posición parecida.
Ha sido un Barça cautivador y audaz en el juego, celebrado por sus éxitos y su espíritu aventurero, sostenido como aquel de 2008 y 2009 por varios jugadores de la cantera y uno de ellos, el adolescente Lamine Yamal, con todo el derecho a sentarse en la mesa de los reyes. Es el fútbol como producto, representatividad y negocio lo que también se discute en las últimas semanas. Al mortecino Madrid de esta temporada le han saltado las costuras por todas partes, tanto en el juego, como en los resultados, además de varios problemas de orden reputacional.
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La cuarta derrota frente al Barça excede el ámbito estrictamente estadístico. Supone un vuelco en el panorama global. Nadie lo sospechaba, pero la realidad se impone: es un Barça que le ha tapado el sol al Madrid de Mbappé, Bellingham, Vinicius y compañía, con fundamento suficiente para pensar que está en condiciones de hacer época. Es una noticia tempestuosa para Florentino Pérez. En 2009 y 2010 revolucionó el mercado con sus muchos y lujosos fichajes para desbaratar el apogeo del Barça. Ahora tendrá que ponerse de nuevo a la faena.
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