Superlativo Djokovic
Novak Djokovic se mueve en una esfera tan sublime a sus 36 años, que cada vez que gana, y lo hace a menudo, suele batir algún récord, de diferente magnitud. El pasado domingo conquistó en París su 40º título de Masters 1.000, con lo que suma cuatro más que Rafa Nadal. Durante el torneo ya había batido otros dos registros del balear: mayor número de semifinales, con 76, y mayor porcentaje de victorias en torneos de esa categoría, con el 82,2%. Su éxito en Bercy le aseguró prácticamente el número uno a final de la temporada en su duelo con otro español, Carlos Alcaraz. Le basta con una victoria suya o con una derrota de su rival en las ATP Finals, donde, por supuesto, aspira igualmente al triunfo, con lo que desempataría con Roger Federer en la cúspide de maestros. Otro récord a la vista. Si suma dos lunes más al frente de la ATP, y tiene todas las papeletas para lograrlo, alcanzará la inédita cifra de 400 semanas como número uno. El siguiente es Federer, con 310. En torno a Djokovic, todo es superlativo.
Con estas estadísticas en la buchaca, y otras muchas de alto voltaje, como sus 24 Grand Slams, la discusión de quién es el mejor tenista de la historia, al menos en lo referente a resultados, está prácticamente cerrada. Otra cosa es que nos pueda cautivar más la fina calidad de Federer, o el pundonor del estratega Nadal, o que especulemos con qué podría haber hecho Björn Borg si no se hubiera retirado tan pronto o Rod Laver si hubiera jugado en la época actual. Ese otro debate no se puede medir. Que cada uno disfrute de sus gustos. En plena colección de plusmarcas, Djokovic no reniega de su voracidad: “Voy a por todos los récords posibles, todos los que pueda batir”. Nole asume, en paralelo, que verbalizar esa ambición desagrada a muchos aficionados. Puede ser. Pero un campeón de su dimensión solo puede pensar de esa manera.
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