Opinión

Sobre las peleas entre compañeros

Pienso que para eso se inventó la puerta del vestuario: para cerrarla y gestionar en privado los roces.

Idrissa Gueye intenta agredir a Keane.
Phil Noble
Galder Reguera
Actualizado a

No es la primera vez que pasa, pero siempre será noticia. El pasado fin de semana el centrocampista del Everton, Idrissa Gueye, fue expulsado por agresión… a un compañero. Fue al poco de empezar el duelo entre los toffees y el Manchester United en Old Trafford. Gueye dio un pase hacia un espacio deshabitado de su propia área que terminó en una ocasión clarísima de los reds. Quizá para ocultar su propio error, el senegalés se encaró con el defensa Michael Keane, que no se arrugó. El lance entre compañeros terminó con una cachetada de Gueye en el rostro a Keane y tarjeta roja al primero. Fue una aplicación (quizá demasiado) estricta del reglamento. Pocas veces el Teatro de los Sueños ha atendido a semejante drama familiar, aunque el regocijo de la grada terminó en desesperación: los diablos rojos perdieron de nuevo.

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El entrenador del Everton, David Moyes, sorprendió a todo el mundo declarando después que le gusta ver que sus jugadores luchan entre ellos, justificando el lance en el sentido de que es una muestra de la exigencia que impera en el vestuario. Convendremos en que, si el resultado hubiera sido otro, el escocés habría ofrecido una lectura muy distinta. Pero su planteamiento resulta tan interesante como sorprendente. ¿Es bueno que un compañero recrimine a otro lances en el juego? Confieso que siempre me han caído mal los jugadores que se recrean en aspavientos hacia los que llevan su misma camiseta. A veces, uno tiene la sensación de que esos gestos no son dirigidos tanto a su compañero, como a la grada. Me sucede igual con ciertos entrenadores que se quitan responsabilidad de lo que sucede en el campo a base de gritos y gestos a sus jugadores. Pienso que para eso se inventó la puerta del vestuario: para cerrarla y gestionar en privado los roces, a veces inevitables, a veces necesarios, entre los miembros del grupo. ¿De cuántas grescas entre compañeros no sabemos porque en la intimidad del vestuario? Esas quizá pudieron fortalecer al equipo, pero las que estallan en la plaza pública, esas jamás.

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