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“Sí me parece mal el racismo... pero”

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El genial ilustrador Saul Steinberg, famoso por sus viñetas en The New Yorker, dibujó hace años a un hombre con sombrero subido en una carretilla con las letras “yes” (sí) dentro. La carretilla va cuesta abajo, a gran velocidad, y se va a estampar contra otra palabra que se encuentra en mitad de la ladera: “but” (pero). Porque un “sí” siempre se termina estampando contra un “pero” antes o después. Un ejemplo cualquiera: “Yo creo que los cánticos racistas a Vinicius durante el partido frente al Mallorca estuvieron mal PERO él se pasó provocando todo el partido”.

Además de los seguidores de la conjunción adversativa -el “pero” letal-, también resulta sencillo encontrarse con negacionistas del racismo. “A Vinicius lo llamaron “puto mono” por su actitud en el campo, no por racismo”, he llegado a leer en redes sociales. Otro argumento: “No es racismo porque nadie insultó a Rodrygo, por ejemplo, se insulta a Vinicius por otra cosa”. Al parecer el racismo sólo es racismo si es racismo a tiempo completo y de forma generalizada. Si te molesta la actitud en el campo de Vinicius puedes llamarlo teatrero, provocador, o algo más fuerte si te apetece que el agravio sea más profundo. Si te molesta la actitud en el campo de Vinicius y de todos los adjetivos disponibles en el idioma español eliges “mono”, con un “puto” delante para darle más énfasis, estás siendo evidentemente racista.

También es fácil encontrarse con mensajes que disculpan el racismo, o lo matizan, porque se trata de una actitud “aislada de uno o dos aficionados que, en absoluto, representan al resto de la grada”. El tema es que racismo nunca ha sido ni será un asunto únicamente privado e individual; es mucho más amplio en su alcance que el de un par de personas gritando barbaridades en un estadio. Fundamentalmente, porque esas barbaridades siguen, en parte, socialmente aceptadas, si no se registran o graban nadie se indigna, nadie se levanta en la grada a increpar al que insulta, el partido sigue su curso con normalidad. Pero, sobre todo, porque del mismo modo que hay dos o tres descerebrados que gritan “puto mono” en voz alta, otros cuantos más lo piensan, aunque no lo verbalicen.