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Música y lágrimas (en Múnich)

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Algo extraño sucedió en el Etihad cuando la hinchada local empezó a corear el Hey Jude. Por mucho que los citizens cambien la letra por un anticlimático Ci-ty, en lugar de las dos sílabas del título original de la canción que Paul McCartney quiso dedicar a Jules, el hijo de John Lennon, cuando sus padres se divorciaron (luego decidió que Jude sonaba mejor), escuchar la tonada que jalea a Bellingham fue la primera señal de que la noche europea podía ser propicia. En el país que asoció el fútbol a la cultura pop, en la ciudad donde suena el eco de Ian Curtis, Joy Division, New Order, Morrissey, The Smiths, y hasta los Bee Gees, y mientras los Gallagher de Oasis aplauden, se canta (Blue Moon es demasiado melancólica para dar ánimo) una canción beatlemaníaca de la vecina y rival Liverpool que anima al mejor jugador del Real Madrid. Hey Jude sonó más como un saludo al ídolo madridista tarareado por los viajeros blancos que como una amenaza.

Si el antídoto musical funcionó, el futbolístico también. Pese a lucir en ataque solo en ese supremo control orientado en el gol de Rodrygo, cada vez que Bellingham tocaba el balón era un remanso de paz en el sufrimiento blanco. Música y lágrimas de pasión. Un respiro, aire para seguir luchando.

Superada la moderna rivalidad con el City, que se presume duradera por la gracia del petróleo, regresa el enemigo tradicional. “Era como en una película, cada vez que atacaban nos metían gol”, dijo el míster Boskov tras aquel penoso bolo de pretemporada en el que el Bayern arrasó por 9-1, justo antes de recordar que era mejor perder un partido por nueve goles que nueve por un gol. Bellingham ha sufrido contra los bávaros (siete derrotas y un empate en su etapa el Dortmund) igual que el Madrid en los años 70 y 80. Y aunque no es el Olímpico, donde nunca ganaron los blancos, en el Allianz se corea el Mia San Mia y el Stern des Südens (Estrella del Sur), ecos vívidos de un antagonismo épico, himnos que recordarán al Real Madrid y a su número 5 cual es el equipo que respeta más la historia y mejor sabe sufrir.

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