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Cambiaba Sergio González, técnico del Cádiz, su sistema habitual de 1-4-4-2 por un 1-5-4-1, lo cual me hacía pensar en un conjunto amarillo con un plan de partido de bloque bajo, defendiendo muy cerca de Ledesma, evitando así darle espacios a un Real Madrid, que se siente comodísimo en esa circunstancia. La sorpresa fue grande cuando el choque se convirtió, prácticamente desde el pitido inicial, en un ida y vuelta, donde los atacantes de Ancelotti llegaban con relativa facilidad a situaciones favorables para generar peligro.

Destacó, muy por encima del resto, Rodrygo. La primera ausencia de Vinicius por lesión a comienzos del curso, creo que no fue gestionada de la mejor manera por Rodrygo, donde quizá se cargó de demasiada responsabilidad y las cosas no le salían en el terreno de juego. Ancelotti mantuvo la confianza en el joven brasileño y, con el talento que tiene, las aguas han vuelto a su cauce.

Es obvio que juega mejor y se siente más cómodo con un delantero por delante para tener la libertad de caer por cualquier frente del ataque, teniendo preferencia por el costado izquierdo, para así realizar conducciones desde fuera hacia dentro, como en los dos goles de bella factura que dejó en Cádiz. Es un jugador fino, de los de clase mundial, y aún con una edad para seguir mejorando.

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